domingo, 10 de mayo de 2015

Capítulo 34



-Disculpe, ¿quién es usted? Está prohibido el acceso a las personas que no trabajan aquí.
-Ah, es que tenía  permiso de Michael Stanford para merodear un poco por este lugar – dije poniendo voz angelical para que no me cayera una bronca.
-Oh…pero… ¿usted quién es? Debería llevar una persona que le guíe por aquí.
-Sí, lo sé, pero le dije a Michael que no hacía falta, que sólo miraría unos minutos. Por cierto, soy su novia.
-¿Ah sí? Pues pase, pase. Soy Connor Wilson, jefe del departamento de robótica – dijo Connor estrechándome la mano.
-Laura Stevens. Mike me dijo que estaban intentando diseñar un robot que ayudase a la gente y tenía como base unas leyes, ¿qué tal les va?
-Pues muy bien, de hecho pensaba llamarle mañana mismo para enseñarle los avances que hemos hecho. Hemos conseguido que el robot tenga conciencia propia, pero a la vez tenga en cuenta siempre esas leyes de las que usted habla.
-¿En serio? ¿Puede tener conciencia un robot? Es increíble – dije muy sorprendida.
-Sí. Nos ha costado muchísimo, pero estamos preparados para la primera simulación.
-¿Una simulación?
-Así es. Pondremos al robot en un entorno donde tenga que regirse por su conciencia y sus leyes, a ver si pasa el examen.
-Ah claro, necesitáis hacer pruebas para saber si funciona bien.
-Por supuesto, eso mismo.
-Oye… ¿Michael pasa por aquí muchas veces? – pregunté ya intentando averiguar algo más.
-Obviamente. Viene todos los días, excepto los fines de semana, por supuesto, porque no trabaja.
-Claro, sí, está con su hija y conmigo. Y, ¿no tiene más socios? ¿Alguien que cuando no está él responda en el proyecto?
-No, después de él nos encargamos los jefes de departamento. Por eso si hay algún problema, hay que cambiar alguna cosa o decidir lo que sea siempre se le avisa antes, y si no podemos contactar con él se espera hasta que nos podamos comunicar – me explicó Connor.
-Entiendo. ¿Tenéis muchas visitas por aquí? Parece un lugar interesante.
-No muchas, la verdad, aunque sí que es interesante. Han venido algunas personas del ámbito político y de seguridad, ya sabe, gente que hace negocios con Michael.
-¿Políticos?
-Sí, por ejemplo el candidato Paul Abramson, el fiscal del distrito y demás. De hecho Paul Abramson vino hace unos días, pero Michael no estaba, asíque le atendí yo. Se quedó fascinado con el proyecto robótico.
-Muy bien. Pues muchas gracias por tu tiempo, Connor, espero que nos volvamos a ver – dije tendiéndole la mano.
-Igualmente señorita Stevens.


Connor había sido de mucha ayuda, al menos sabía que Paul Abramson había estado ahí y, además, otras personas de la política, justo las mismas que se reunían con Paul y Michael los miércoles por la noche en aquel lugar secreto. Pero, ¿qué relación tenían entre ellos? Debía haber algo que quisieran, algo que les mantenía juntos para tener que reunirse cada semana.
Aquella misma tarde recibí un mensaje de Bruce para que fuera a su despacho, que tenía algo importante que contarme, asíque fui corriendo.

-¿Qué es eso tan importante que tienes que contarme? – pregunté intentando recuperar al aliento después de ir corriendo.
-Verás, no te va a gustar nada esto, pero por favor, tienes que tranquilizarte.
-Dime ya de qué se trata, Bruce.
-Pues, me ha costado un poco, pero ya sé qué ha pasado con Charlotte y dónde está.
-¿Qué? ¿Dónde? – dije impaciente.
-En el Hospital Roosvelt Monte Sinaí, Laura…ella está en la Unidad de Cuidados Críticos – dijo Bruce detenidamente.

Mientras, Michael llegó a casa, donde estaba Allison llorando en el sofá del salón y parecía asustada. Él dejó su maletín en la entrada y fue hacia su hermana.

-¿Qué te ocurre Allison? – le preguntó Mike.
-No…no sé si estoy lista – dijo Allison sollozando.
-¿Qué? ¿A qué te refieres?
-A la boda, Mike, no sé si estoy preparada para casarme.
-¡Ah! Bueno, siempre que hacemos algo importante en la vida que nos lo puede cambiar todo, puede aparecer una especie de miedo escénico. Pero creo que debes dejarlo a un lado. Tú te comprometiste con Cole porque le querías, ¿verdad?
-Sí, así es – afirmó Allison.
-Pues sólo tienes que pensar en eso. Si le dijiste que te casarías con él sería por algo, deja todo lo demás a un lado.
-Mike, tú sabes que lo he pasado mal en el pasado, hice cosas malas. Me siento como si estuviera cogiendo algo que no es para mí, ¿sabes? Cole es algo bueno que me ha pasado, pero con todas las cosas que he hecho no creo que me lo merezca – confesó Allison tristemente.
-Hermana, créeme que ya es hora de que te pase algo bueno, hazme caso.
-En el trabajo igual, me va muy bien. Hillary ha aceptado ver mis bocetos de una línea de ropa que quiero fundar y hablar con gente que ella conoce, aparte de seguir hablando de moda en su revista.
-Pues eso es genial, por fin te ha llegado la felicidad, no la dejes escapar porque creas que no la merezcas – le dijo Mike.

En el hospital Roosvelt todo el mundo andaba de un lado para otro e intentaba por todos los medios que alguien me atendiera para preguntar en qué habitación se encontraría Charlotte. Pero sólo conseguí que una enfermera me dijera a lo lejos que la Unidad de Cuidados Críticos estaría en la cuarta planta.
Supe enseguida dónde se hallaba Charlotte porque había dos hombres trajeados protegiendo su puerta. Soldados de Paul, me dije a mí misma.
Conforme me acerqué pensé que me iban a impedir el paso, pero sorprendentemente se apartaron de la puerta y me dejaron entrar.
Cuando vi la imagen de Charlotte fue espantoso. Estaba intubada, muy magullada, tenía partes de la cara hinchada y de color morado y un brazo escayolado. Al menos, eso es lo que pude ver superficialmente, pero se me cayó el alma encima.
Entonces apareció un médico en la habitación, quien supuse iba a comprobar cómo seguía Charlotte.

-Soy el doctor Blake, ¿usted es?
-Laura, la mejor amiga de Charlotte. Acabo de enterarme de que está aquí. ¿Qué puede decirme sobre ella?
-Pues…lleva aquí cerca de una semana, vino en coma. Tenía un brazo y una pierna fracturados, varias fisuras en las costillas, clavícula y pelvis, una hemorragia interna y un traumatismo craneoencefálico, además de las magulladuras que puede ver.
-¡¿Qué!? ¿En coma? ¿Sigue en coma?
-No, ya no está. Despertó un día después de su llegada del coma. La tenemos sedada casi todo el día porque resulta doloroso para ella la recuperación.
-Y… ¿Y qué le ha ocurrido? – pregunté nerviosa.
-Pues creo que la atracaron, eso nos dijo su marido cuando la trajo.
-¿Su marido? ¿Paul Abramson fue quien la trajo aquí?
-Sí, así es. Él mismo nos dijo que la tuviéramos sedada y que en cuanto viéramos mejoría le diéramos el alta y que siguiera recuperándose en casa.
-¿Qué él os dijo que la tuviérais sedada?
-Exacto. Cuando despertó ella estaba muy nerviosa. Le dijimos a su marido que le dolerían aquellas heridas y que podríamos tenerla sedada para que no sufriera, asíque él dijo que sí – dijo el doctor Blake.
-Entiendo. ¿Y sabe cuándo se pondrá mejor?
-Pues por ahora le queda mucho. La hemorragia se la conseguimos neutralizar, pero queremos seguirla observando por lo del traumatismo. Por lo demás, las fracturas y golpes irán mejorando normalmente.
-De acuerdo, muchas gracias.

Conforme el médico se fue, Paul apareció por la puerta de la habitación y la cerró. Aquel simple gesto de cerrar la puerta hizo que se me recreara un miedo por dentro que intentaba controlar para no parecer débil ante él.

-Sabía que aparecerías tarde o temprano por aquí – dijo tranquilamente Paul.
-¿Por qué le has dicho a tus guardas que me dejasen entrar?
-Porque quería que vieras a tu amiga, que vieras las consecuencias de vuestros actos.
-Sabía que esto se lo habías hecho tú en cuanto el médico me dijo que esto fue resultado de un atraco.
-¿Por qué?
-Porque tú no dejabas salir a Charlotte a solas para nada, la tenías vigilada constantemente, asíque, obviamente, era imposible que la atracasen – dije con una mirada dura.
-Muy aguda. Las dos habéis estado intentando trastocar mis planes, pero ahora ves que no podéis hacer nada contra mí y estas son las consecuencias.
-Te has enterado que abortó, ¿verdad? Seguramente fue eso la gota que colmó el vaso.
-Pues sí, me enteré. Sabía que Charlotte me había empezado a odiar y que no quería seguir conmigo, por eso tuve que percatarme de que de verdad estuviera embarazada. Pero cuando supe que había abortado, me hirvió la sangre, no pude dejar que se fuera de rositas – confesó Paul.
-La dejaste en coma, eres un cobarde pegando a una mujer que no tenía ninguna ayuda.
-¡La culpa era de ella! Mató a mi hijo y se lo tuve que hacer pagar.
-Tú no eras el hombre que ella pensaba que conoció al principio. Se ha arrepentido de haberse casado contigo. Aunque de vez en cuando decía que aún te seguía queriendo porque veía en ti al hombre del que se enamoró, pero definitivamente has matado esa esperanza. La has estado utilizando para tu campaña presidencial – le dije furiosa.
-¡Yo la amaba! ¡Pero ella no se daba cuenta de que esto era importante para mí!
-Ella sabía que era importante, pero cambiaste mucho, o al menos eso pareció. No tengo claro que fueras un buen hombre desde el principio a mi parecer.
-Tú…tú has tenido mucha culpa en esto.
-No intentes parecer un santo en esto, Paul. Sé que no eres trigo limpio, asíque deja de echar la culpa a los demás.
-Mira, te lo voy a poner muy fácil. Quiero que desaparezcas – sentenció Paul.
-¿De qué estás hablando?
-Quiero decir que quiero que desaparezcas de mi vida, de la de Charlotte, de la de Mike y te vayas de Estados Unidos.
-¿Es una broma? – dije sonriendo sarcásticamente.
-En absoluto. O haces lo que te digo, o la próxima persona que esté en esta cama va a ser Mike, Eric, Allison, Kyle, tus padres, Aubree…o quizás en un ataúd en vez de una camilla.
-¿Quién demonios te crees que eres para amenazar a mis seres queridos, cerdo? – dije ya encendida.
-¿Qué quien me creo que soy? Soy el que puede arruinarte la vida. Seré el próximo Presidente de los Estados Unidos y no puedes hacer nada para evitarlo. Vete del país, y deja a Mike, él tiene asuntos pendientes conmigo.
-¿En serio crees que dejaría a Mike?
-Te conviene, de hecho – se rió Paul.
-¿Qué quieres decir?
-Tu Mike no es quien dice ser. Aquí te he traido un vídeo de él con otra chica esta tarde, saca tus propias conclusiones.

Paul me dio un móvil, donde se podía ver un vídeo de una cámara de una habitación. En él salía una chica rubia, parecía una stripper por el cuerpazo que tenía, pero desgraciadamente sí que aparecía Mike también. Se desnudaban, acariciaban y se besaban sin parar, mis ojos empezaban a empañarse de las lágrimas. Poco después se vía cómo Mike se ponía encima de ella y le hacía el amor como me lo había hecho a mí en numerosas ocasiones.
Mi corazón empezó a palpitar extremadamente rápido, mi respiración se aceleró y las lágrimas caían por mi cara. Michael me había engañado con otra mujer y a saber desde cuándo sucedía eso. Paul sonreía ampliamente disfrutando de mi sufrimiento, sabía que había conseguido lo que quería.

-Si me voy, ¿qué va a suceder con Charlotte? – pregunté sollozando.
-Ella se pondrá bien, la cuidaré. Hará vida normal, como ella quiera, pero tendrá que acudir conmigo a actos políticos hasta que gane las elecciones. Después nos divorciaremos y no volveremos a vernos nunca más.
-¿Y los demás? Mis padres, mi hermano, Eric, Allison, Mike… - me atraganté en el último nombre.
-No les ocurrirá nada, todo seguirá igual. Puedes llevarte a Aubree si lo deseas.
-Está bien. Tú ganas – dije vencida.
-Muy bien. Podrás recoger tus cosas e irte sin ver a Mike, ya me ocuparé yo de decirle alguna historia.
-De acuerdo. Pero cumple tu palabra con Charlotte y los demás.
-Hecho. Aquí tienes dinero para irte y empezar una nueva vida porque tu cuenta será bloqueada, ¿entendido?
-Entendido.
-Y aquí tienes papeles y carnets con una identidad nueva, para que nadie sepa adónde te vas.
-Está bien.

Me fui de la habitación con la sensación de que mi vida se había roto en dos. Después de saber que no tenía escapatoria, me sentía muy frustrada. Si me negaba a irme lo pagaría con mi familia, si me iba dejaba todo lo que tenía. Pero además, estaba el engaño de Michael, no podía creer lo que habían mis ojos. Pensaba que por fin éramos sinceros y que todo nos iba bien, pero me había dado cuenta que no era así.

No había nadie al llegar a casa, por suerte. Y con nadie me refería a parte de la familia, porque quien sí estaba era Marie con Aubree. Fui a mi habitación y saqué mi armario la ropa que me había identificado siempre, pantalones vaqueros, blusas y camisetas normales y varias zapatillas. Después fui al cuarto de Aubree y también recogí las cosas más importantes y las metí en una gran bolsa de deporte, al igual que mis cosas.

-Maríe, ¿me das a Aubree? Tengo que ir a un sitio, luego vuelvo – dije mintiendo.
-Sí, por supuesto. Ya ha cenado, la iba a acostar ahora.
-Vale, no te preocupes, ya la dormiré yo.

Llevarme a Aubree de la vida de Michael me parecía mal, al menos en aquel momento. Pero después pensaba en lo que me había hecho y quería que sufriera.
En el JFK me quedé mirando a la pantalla de los próximos vuelos, me quedé absorta pensando qué iba a hacer ahora. Tenía dinero para ir a donde quisiera pero, ¿cuál sería un buen lugar? No podía volver a Barcelona como la última vez porque seguramente Michael buscaría allí.
Entonces, vi aparecer en la pantalla el próximo vuelo inmediato a Londres, asíque cogí a Aubree y todas las cosas y me embarqué en aquel avión comprando antes un billete con mi nuevo nombre: Claire Rhodes.



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Llegar a Londres de noche no era un buen plan, necesitaba algún lugar donde establacerme, pero a aquellas horas no era un momento adecuado, asíque cogí un taxi y pedí que me llevasen a un hotel decente.
Estar en la habitación con Aubree dormida y comenzar a pensar en todo lo que me había ocurrido, hacía que pensara que mi vida no iba a poder encarrilarse nunca más.  Pero respiré hondo, miré a Aubree y supe que tenía que seguir adelante fuera como fuese por ella.
Cogí el periódico que el botones me había dado al ayudarme con el equipaje y me puse a buscar un lugar para vivir.
Tenía dinero suficiente, pero no quería vivir en un lugar lujoso, sino en uno que pasara desapercibida. Tras preguntar a la recepción del hotel por teléfono dónde se encontraba Fulham, decidí que iría a ver un apartamento a aquel distrito.
Viajar y caminar por Londres parecía otro mundo, los coches iban por carriles distintos y el humor de la gente de allí era un poco irreconocible para mí.
Cogí el metro y bajé en la estacion de Parsons Green y caminé en dirección este hasta Sandilands Road con Wandsworth Bridge Road. Allí justo de esquina, me paré a desayunar en un Starbucks que parecía relativamente tranquilo. Al sentarme en la mesa, coloqué a Aubree con el carrito a mi lado y una camarera vino hacia mí.

-¿Qué desea tomar? – dijo la camarera percatándome de que en un lado de su camiseta tenía el nombre de Alice.
-Buenos días, tomaré un café con leche, una napolitana y un zumo de melocotón, leche sola del tiempo con unos cereales  para mi hija.
-Volveré en un momento.

Alice no parecía muy habladora, tenía pinta de darle un poco igual el trabajar allí, como si estuviera de paso. Poco después trajo en su bandeja todo lo que le pedí, hasta el azúcar para el café que se me había olvidado pedirle.
En cuanto terminé de desayunar, fui hacia Alice para que me cobrase todo.

-Son 9 libras – dijo Alice.
-Eh…aquí tienes. Por casualidad, ¿sabes si voy bien para el 120 de Wandsworth Bridge Road?
-¿Por qué quieres ir alli?
-Vi en el periódico que se alquila un piso y quería ir a verlo.
-¿Un piso? Querrás decir una habitación.
-Bueno, aquí pone “alquilo piso” – dije enseñándole el periódico.
-¿En serio? Ese casero me va a oír.
-¿Qué ocurre?
-¡Que yo vivo ahí también! Hace dos semanas mi compañera de piso se fue y pensaba que alquilaría sólo la habitación, no el piso entero, voy a ir ahora mismo a hablar con ese hombre – dijo Alice enfadada.
-Quizás haya algún error, tranquilízate.
-Salgo en quince minutos de mi turno, espérame fuera e iremos las dos.
-De acuerdo.

Esperándo a Alice fuera, no sabía si querría compartir piso con ella viendo cómo se había tomado la noticia, pero era comprensible teniendo en cuenta que se podía quedar sin casa. Al salir de trabajar, me fijé que Alice tenía un estilo peculiar. Llevaba sus Converse, como yo hacía años, y pantalones vaqueros con una camiseta básica negra.  Una mochila de rayas multicolor asomaba por un lado de su espalda y se encendió un cigarro nada más salir del Sturbacks. También parecía que no era allí, ya que su tez era bastante morena, además de su pelo negro.

-Por cierto, tía, ¿cómo te llamas? – me dijo de repente Alice mientras caminábamos.
- Pues Lau…Claire Rhodes.
-Alice Lewis, encantada – dijo dándome la mano.
-Igualmente.
-¿De dónde eres?
-¿Cómo sabes que no soy de aquí?
-Tu acento y…que no sabías qué billete coger al pagarme el desayuno, jajaja.
-Vaya, eso me ha delatado, jajaja. Pues soy de Estados Unidos, Los Ángeles – dije sonriente.
-¿En serio? ¡Siempre he querido ir allí! Playa, sol…eres muy afortunada.
-No sabes cuánto… - dije irónicamente.
-¿Qué quieres decir?
-Es una larga historia…
-Vale. ¿Es tu hija?
-Sí, se llama Aubree.
-Es muy guapa.
-Gracias.
-Mira, ya hemos llegado, es este de la esquina, tenemos que subir por esas escaleras. El casero es propietario de la tienda de debajo del piso, asíque iremos a hablar con él – dijo Alice.
-Está bien.

La tienda del propietario del piso era de una tienda de informática bastante normal, aunque por dentro era muy vanguardista.

-Stephen, ¿qué es eso de que el apartamento está en alquiler? – dijo Alice un poco enfadada.
-Hombre, te has dignado a aparecer, ¿aún me preguntas por qué puse en alquiler el apartamento?
-Sabes que te pagaré esta semana, es cuando me pagan.
-Siempre dices eso y nunca es verdad. Además, muchas veces te veo venir cargada con bolsas de compras y demás.
-Por favor, te juro que te pagaré el alquier mañana, ¿vale? Pero déjame quedarme está noche.
-Ay…está bien, pero será tu última oportunidad. ¿Y quién es ella? – preguntó Stephen.
-Soy Claire, venía por el anuncio de alquiler del piso.
-Oh, pues…ya ves que hasta mañana quizás no esté libre.
-Pero hay dos habitaciones, ¿por qué no le alquilas una? – dijo Alice.
-¿No te importaría vivir con una niña pequeña? – dijo riéndose Stephen.
-Claro que no. Es decir, nunca he tenido que vivir con ninguna pero, ya que estoy yo y ella necesita un lugar pues…
-Está bien, está bien. Vivid juntas, pero Alice, mañana quiero mi dinero, ¿entendiste?
-Sí, prometo que mañana te lo doy – dijo Alice seriamente.

Así pues, Alice y yo subimos al apartamento, el cual parecía muy acogedor a pesar de tener un poco de desorden gracias a Alice.