Mientras, en Los Ángeles, Ray y Miranda estaban recién levantados
cuando Kyle apareció en casa con una revista.
-¡Mamá! ¡Papá! Venid a ver esto… - gritó Kyle por el hueco de la
escalera.
-¿Qué ocurre? – dijo Ray mientras bajaba poniéndose un jersey.
-Tenéis que leer esto.
-¿Qué es? - dijo Miranda mientras se ataba una bata.
-Laura ha vuelto con Michael Stanford.
-Pero qué… - dijo Ray.
-Y no es sólo eso sino que van a tener un bebé juntos, ¡voy a ser tío!
– gritó Kyle.
-¿Un bebé? ¡Qué demonios! – chilló Miranda.
-¿Qué pasa? ¿No os alegráis? – dijo Kyle.
-No, tu hermana no puede estar con él. – dijo Ray.
-¿Por qué?
-Tenemos nuestras razones pero Laura no va a acabar con ese hombre
jamás. – concluyó Miranda.
Ya en casa, me senté en el sofá mirando el sobre que Melinda me había
dado. Por un lado tenía plena confianza en Mike y no quería abrirlo, pero por
otro lado la curiosidad podía conmigo, además de que ese par de hermanas no
traía nunca nada bueno.
Abrí el sobre y encontré varias fotos de Mike comiendo con una mujer
rubia y despampanante. Además, dentro del sobre había algo más, un certificado de
matrimonio de Las Vegas entre Michael Stanford y Rachel Cohen. No podía ser cierto.
No sé exactamente el tiempo que pasó desde que leí aquel papel de certificado
matrimonial y mi reacción al darme cuenta que el mundo seguía girando a mi
alrededor. ¿Cómo era posible que Mike estuviera casado y no me lo hubiera
dicho? Tanto amor que decía que sentía por mí y sólo me lo pagaba con más
mentiras. Estaba cansada, no quería seguir allí más tiempo, necesitaba irme y
respirar, empezar en otro lugar. Por lo que a mí respecta no pensaba decirle a
Mike dónde estaba puesto que él no me decía toda la verdad. Iba a tener a
nuestro bebé yo sola, decidido.
Cogí varias cosas que me pertenecían y me dirigí en taxi al periódico
para decirle a Nicholas que al haber acabado el contrato me hiciera el favor de
darme una carta de recomendación, el cual aceptó de muy buen grado. Después,
volví a coger el taxi que me había esperado a la entrada del edificio y fui
aeropuerto JFK para elegir un destino, el cual me aportara tranquilidad y
felicidad.
Michael recibió un mensaje de Walt y cogió su jet privado
inmediatamente hacia Nueva York. Una vez allí, llegó a su casa y habló con su
guardaespaldas sobre el mensaje que le había mandado.
-Walt, ¿qué es tan urgente? ¿Por qué me has dicho que hay un problema
con Laura? – dijo alarmado Mike.
-Señor, la señorita Stevens ha recogido alguna de sus pertenencias y se
ha ido de esta casa.
-Seguramente volverá, habrá cogido ropa para prestársela a Charlotte,
son muy de hacer esas cosas ellas dos. – dijo calmadamente.
-No, mire señor, he encontrado esto en la mesa del salón. – dijo Walt
mientras le entregaba a Mike el sobre con las fotos y el certificado
matrimonial.
-Maldición… - suspiró Mike – Walt, averigua dónde está Laura. Quiero
que vayas a estaciones de autobuses, trenes y aeropuertos e investigues si ha
cogido algún transporte público. Pregunta a familiares y amigos. Tengo que
encontrarla como sea.
Michael comenzó a ponerse muy nervioso andando de un lado a otro de la
casa y haciendo llamadas por su teléfono móvil. Por ahora no había habido
resultado alguno por lo que Michael empezó a frustrarse bastante. Pero tenía
algo claro, y es que iba a encontrarme tarde o temprano, fuera donde fuera y
costara lo que costase. No iba a permitir perderme por algo del pasado, que aún
no me había contado sí, pero que no iba a interferir en nuestra historia de
amor. Además, estaba su futura paternidad en juego, no quería estar fuera de
aquello de ninguna manera, quería ser parte de aquel bebé.
Charlotte estaba entrevistando a los dos candidatos a senador
de los Estados Unidos, el congresista Carl Mason y el también congresista Paul Abramson,
demócrata y republicano, respectivamente. Ella estaba feliz y radiante por
encontrarse en una situación tan importante, iba a ser una gran inyección para
su ascenso laboral, además de moral.
Entrevistó a Carl Mason separadamente de Paul Abramson, en distintas
salas del hotel Four Seasons.
-Usted es la gran apuesta republicana para esta candidatura, así nos lo
ha hecho saber su partido. ¿Cree que está preparado para ser senador de
los Estados Unidos, consegresista Abramson? – preguntó Charlotte.
-Llámeme Paul, señorita Sullivan. Pues verá, creo sinceramente que
estoy absolutamente preparado para ese puesto. Llevo años trabajando para ello
y, sin duda, ésta tiene que ser mi ocasión. He podido experimentar en mi propia
piel las carencias de la sociedad americana puesto que estos tres últimos años
he vivido entre barrios y persona del grupo obrero trabajador, ya sabe, la
clase social baja-media. Sé qué es lo que necesitan, lo que buscan y estoy
dispuesto a trabajar para ello.
-Según su programa electoral, va a ayudar a esa gente de clase social
baja-media. Veo muchas cosas a cambiar, ¿cree que será posible realizarlo todo?
– vuelve a preguntar Charlotte.
-Siempre es posible. Después dependen de muchos factores. Si se da la
causa de que no llegáramos con tiempo a todo está claro que las primeras
medidas en cambiarse serían las más urgentes. Aquellas que mejoren la calidad
de vida de esas personas. – contestó el congresista Paul.
Tras una larga entrevista, Charlotte le dio la mano a Paul y éste la
invitó a tomar un café en el restaurante del hotel. Ella aceptó de buen grado
pero se notaba ruborizada ante tal proposición. Una vez en el restaurante se
sentaron en una mesa alejados de la multitud y ambos pidieron un café.
-¿Quiere que le ayude en algo, señor Abramson? – dijo Charlotte.
-No, claro que no. Sólo quería compartir un momento de descanso y relax
con alguien diferente. – dijo Paul mientras daba vueltas al café con una
cucharilla.
-¿Alguien diferente? ¿A qué se refiere? ¿No ha estado con más
periodistas en su vida?
-Si, por supuesto. Pero tú me pareces diferente, me inspiras
tranquilidad. – se explicó Paul.
-Pues créame que no soy nada tranquila.
-Con su edad no esperaba que lo fuera. – Sonrió Paul - ¿cuántos años
tienes?
-¿No sabe que preguntar la edad a una mujer es algo indiscreto?
-Sí, estoy al tanto, pero me pueden mis ganas de saber.
-Digamos que tengo la mitad de su edad menos tres. – dijo pícaramente
Charlotte.
-¿22? Vaya, muy jovencita.
-Lo suficiente para independizarme y explorar mundo.
-Y lo haces bien, chica lista. ¿Te gustaría ir a ver una exposición de
fotografía mañana por la noche? – preguntó Paul.
-¿Cómo?
-Es de un amigo de hace años, es fotógrafo, casi desconocido. Sólo
iremos unas pocas personas, pero he pensado que quizás te gustaría verlo, es
muy talentoso.
-¿Por qué me invita a mí? Sé que tiene mujer y dos hijos, ¿por qué no
va con ellos? – preguntó incrédula Charlotte.
-A veces las apariencias no son lo que parecen. – contestó
crípticamente Paul.
Al día siguiente, Michael seguía hablando por teléfono con mucha gente
sobre mi paradero. Encontró una pista en el eropuerto JFK, la cual me señalaba
en Londres. De ahí les condujo al hotel Langham, en el cual me hospedé una
noche, pero el rastro se borró allí, no había más información.
Melinda apareció en casa de Michael casi a la hora de comer. Parecía
tranquila y estaba sonriente.
-¿Qué haces aquí? – preguntó Mike.
-Pues… ¿no puedo ver a un amigo?
-Contigo siempre se trata de algo más que pasar un rato entre amigos.
¿No estabas en Los Ángeles?
-Sí, pero he venido por trabajo. – contestó Melinda.
-¿Qué clase de trabajo? No quiero involucrarme en nada sucio, ya lo
sabes.
-Lo sé. Vengo a decirte que puedo encontrar a Laura.
-¡¿Qué?! ¿Dónde está? ¿Le has hecho algo? – gritó Mike.
-Tranquilo. No, no le he hecho nada, no sé exactamente dónde está pero
puedo ayudarte. Tengo unos amigos que puedes averiguarlo.
-¿Quiénes? ¿En qué andas metida?
-¿Quieres saber dónde está tu novia o no? – desvió Melinda el
interrogatorio de Mike.
-Claro que sí. ¿Qué puedo hacer para ayudar?
-Averiguar dónde está tu novia va a costar caro puesto que podría andar
por cualquier punto del mundo, asíque necesito subvención además de una
recompensa final. – aclaró Melinda.
-Vaya, está claro que cada vez que nos vemos tengo que soltar un buen
fajo de billetes, no cambiarás nunca. – contestó Mike.
-Sólo hay una diferencia. Esta vez es para ayudarte a ti, no para mí.
En el fondo lo único que le preocupaba a Michael era encontrarme, fuera
al pecio que fuera. Si necesitaba rogar a Melinda lo haría, si debía cederle
todas sus empresas lo haría porque sólo le importaba yo y el bebé. Melinda se
comenzó a relamer los labios al saber que iba a recibir una gran suma de
dinero.
*************************
Las olas chocaban contras las rocas, se veía el mar infinito. El aire
se movía entre mi cabello suelto, ondeándolo y el sol brillaba con toda su
fuerza en lo alto del cielo. Me encontraba sentada en la playa, sobre una
hamaca y bajo una sobrilla amarilla que me protegía de los rayos del sol. Leía
un libro tranquilamente en bikini, escuchando únicamente el mar y el viento.
Mi barriga ya era grande, no exageradamente, pero sí la típica de una
embarazada de seis meses y medio.
-Señorita, ¿qué desea tomar? – me pregunta un chico moreno en bañador
que llevaba una bandeja.
-Pues… ¿qué es típico de aquí?
-Quizás quiera calimocho o sangría, no es exactamente de esta ciudad
pero sí de este país. – me explica el chico – a menos que sea usted una menor…
-¿Una menor? ¿A qué edad se es menor aquí? – pregunto.
-Menos de 18, antes de eso está prohibido servir alcohol.
-Tengo suerte, ya tengo 22, jajaja.
-Bien, ¿entonces sangría o calimocho?
-¿Lleva alcohol? Porque no puedo tomarlo estando embarazada, jaja. – le
sonrió.
-Puedo traerle sangría sin alcohol, está muy fresca.
-Está bien, traigame de eso. – concluyo.
****************************
Mientras, Charlotte se debatía entre dos vestidos, los dos no muy
elegantes ya que iría a una exposición de fotografía. Pero por otro lado, no
dejaba de pensar que iría con el congresista Paul Abramson y qué, quizás,
necesitaría algo elegante. No quería parecer una mujer mayor puesto que, aunque
tuviera 22 años recién cumplidos, a veces se maquillaba y vestía como una de
30. Viendo lo apropiado para su edad, estando en Junio con un poco de calor, al
final escogió un vestido corto por las rodillas anaranjado, con un poquito de
vuelo y estampado de flores silvestres. El nivel de nervios fue aumentando y no
sabía exactamente por qué, sólo sabía que a Peter no le sentaría nada bien que
saliera con otro hombre y, también, que estaba mal salir con un hombre casado.
Pero aquello le resultaba emocionante, asíque fue a ello. Peter no se enteró de
que Charlotte salió ya que se encontraba trabajando en horario nocturno
haciendo guardia con una noticia como reportero.
Paul Abramson se presentó en el edificio de Charlotte en coche para
recogerla y llevarla a la esposición.
-Buenas noches, Charlotte. Estás preciosa. – dijo Paul.
-Gracias, buenas noches. – respondió Charlotte ruborizándose.
-Me gusta la forma en que te sonrojas, a pesar de todo aún sigo
impactándote.
-Como tú dijiste, las apariencias no son lo que parecen. – dijo
riéndose, intentando no parecer cohibida y que su ruborización no tenía que ver
con él.
Los dos montaron en el coche, el cual los llevó a Brooklyn, a un
pequeño estudio. Paul ayudó a Charlotte a bajar del coche y se presentaron
frente a una fachada un tanto descolorida y con graffitis, pero que no tenía
nada que ver con el interior del estudio, el cual era totalmente armonioso y
elegante. Varias personas ya estaban allí observando cada fotografía que
colgaba de las paredes. Paul cogió de la cintura a Charlotte para darle a
entender que debían andar. Poco después se encontraron con un hombre peculiar
que llevaba una chaqueta verde manzana y unas gafas redondas de leopardo rojo.
-Charlotte, te quiero presentar a mi amigo, Trevor, el fotógrafo del
que te hablé. – dijo Paul presentádolos.
-Encantado de conocerle, Trevor, me han dicho que es un gran fotógrafo.
– dijo Charlotte tendiéndole la mano a Trevor.
-Muchas gracias, Charlotte. Estoy encantado de que hayáis podido venir,
sabía que Paul no me fallaría. – Comentó Trevor entre risas – disculpadme si no
hablo mucho con vosotros pero he de estar pendiente de todo esta noche, es mi
presentación, sólo expongo esta noche, que lo paséis bien. – dijo mientras se
iba con otras personas.
-Es un tipo ocupado, perdónale. – se disculpó Paul.
-No importa, entiendo que tienda que atender a los demás. Sus fotos son
bastante buenas. – comentó Charlotte.
-Si Trevor te escuchara decir “son bastante buenas” te caería un
rapapolvo, además de un buen sermón sobre fotografía. Créeme que a mí me lo ha
hecho más de una vez, por eso ya digo que es exquisito, jajaja.
-¿En serio? Jajaja, qué hombre.
-Ven, tomamos una copa de vino, ¿o prefieres champán? – preguntó Paul.
-Vino, gracias.
La noche para Charlotte fue fantástica, realmente no creía que pudiera
estar pasándolo tan bien con alguien como Paul Abramson, con el doble de edad
que ella. Llegaba a pensar incluso que le podía atraer como hombre aunque no
quiso pensar en ello por Peter y por la familia de Paul.
-Ha sido una noche espléndida, Charlotte, me gustaría repetirla de
nuevo. – comentó Paul.
-¿De verdad? Para mí también. Lo que no sé es si deberíamos
repetirla…yo tengo novio sabes y usted esposa, no creo que sea buena idea que
salgamos juntos. Además usted es congresista, se arriesga a que le saquen
mierda por esto. – dijo Charlotte.
-Verás, entre mi mujer y yo ya casi no hay nada. No debería decirte
esto porque eres periodista y podría perder las elecciones, pero es que ya no
nos amamos y sólo mantenemos la imagen frente al público. Una vez acaben las
elecciones pensábamos divorciarnos.
-Dios mío, lo siento…a lo mejor podrían volver a intentarlo, ir a un
consejero matrimonial o algo así para reavivar la llama… - comentó Charlotte
mientras daba un trago de vino.
-Hemos intentado todo y seguimos así, no hay nada qué hacer. Cuando te
vi despertaste en mí algo que había sentido hacia mi mujer hace muchísimo
tiempo, por eso te invité a venir aquí, y por eso quiero volver a repetirlo. –
se explicó Paul.
-Paul, no sé, yo quiero a mi novio y ni siquiera sé por qué no le dije
que iba a venir. Pero no tengo claro que sea buena idea, necesito pensarlo.
-Lo entiendo, te llevaré de vuelta a casa. – dijo Paul.
-No, iré en taxi, necesito pensar, muchas gracias. Hasta otra.
Charlotte cogió un taxi y regresó a casa mirando por la ventanilla del
coche. Una parte de ella quería embarcarse en esa aventura con Paul, pero por
otro lado estaba prometida con Peter, le quería y no podía dejar de lado ese
compromiso. Si alguien se enterase de lo que había pasado esta noche iba a
causar un gran revuelo.
Dos semanas después, Michael llamó a Melinda para que fuera a hablar
con él en su casa. Melinda le vió totalmente abandonado, no se afeitaba ni
duchaba y tenía toda la casa patas arriba.
-¿Te encuentras bien, Mike? – preguntó Melinda.
-Sí, he estado ocupado buscando a Laura aunque ya ves que no he tenido
suerte. ¿Tú cómo vas? Me dijiste que habíais seguido el rastro de Londres a
Roma y de ahí a París. – dijo Mike.
-Sí, fue en barco de Londres hasta Francia, de ahí cogió un autobús e
hizo una ruta bastante larga hasta Roma. De Roma también cogió otro autobús
hasta París y aún no sabemos mucho más, la verdad. Creemos que cogió algún tipo
de trasporte en auto-stop porque si fuera alquilado lo sabríamos. – comentó
Melinda.
-Te he dado mucho dinero, Melinda, mucho más que el que puedas gastar,
deberías tenerme algo nuevo, ya ha pasado bastante tiempo, ¿entiendes? – dijo
Mike empezando a ponerse furioso.
-La investigación es cara Mike, mi equipo viaja de país en país y hay
que sobornar a gente para que hable, no tenemos gente infiltrada en
aeropuertos, estaciones de tres y demás, por ello hay que sobornarles y no es
nada barato, entiéndelo. – dijo Melinda.
-Bien, sigue con lo tuyo, es todo. – conluyó Mike.
Una vez se fue Melinda, Michael cogió el teléfono móvil y llamó a Walt,
quien seguía investigando por su parte mi situación.
-Walt, qué me tienes. – dijo rápidamente Mike.
-Señor, creo estar muy cerca, por no decir a horas de encontrarla.
-¿En serio? Bien Walt, bien. Oye, ha venido Melinda y me ha dicho que
de Londres se fue en barco a Francia, de ahí en bus a Roma y de ahí de nuevo en
bus a París, pero ya desapareció el rastro en la capital francesa, ¿es lo mismo
que sabes tú?
-Verá señor, mis investigaciones no pasan por Roma ni París, creo que
la señorita Melinda le está engañando. – terminó de decir Walt.
En casa de Peter y Charlotte estaban los dos comiendo tranquilamente.
Charlotte se sentía culpable por haber salido con el congresista Paul y mucho
más por no habérselo contado a Peter, pero también por seguir pensando en la
noche que estuvieron juntos en la galería de arte y los posteriores
pensamientos en él. A veces se imaginaba con Paul como con Peter y, tras unos
minutos de aquellos sueños volvía a realidad. Ya no sabía si quería con todo su
corazón a Peter y esto la llenaba de estrés, ya que ella siempre había sido una
chica liberal, salía con muchos y le gustaban bastantes a la vez, pero ahora se
había comprometido por primera vez con alguien, no sabía por dónde seguir.
-Me ha dicho mi superior que si consiguiera alguna noticia importante
podría ser candidato a presentar el informativo, pero estoy muy cansado de
buscar, me paso la mayoría del día en las calles. – comentó Peter.
-Es fantástico que te dé esa oportunidad, muy bien. – dijo Charlotte.
-Has estado toda la cena callada, ¿te encuentras bien?
-No sé, creo que me duele la cabeza. – contestó Charlotte mientras
tomaba un trozo de pan.
-Bueno. Mi madre ha llamado, ¿sabes? Dice que quiere venir a Nueva York
de visita turística. Creo que deberíamos decirle que se puede quedar aquí a
dormir, ¿No crees?
-Sí eh…Peter, necesito decirte algo.
-¿Qué ocurre? – preguntó Peter dejando el cuchillo y tenedor sobre el
plato.
-Hice algo de lo que no estoy orgullosa y me reconcome por dentro,
necesito decírtelo y quedarme tranquila conmigo misma.
-Dime.
-Cuando hice la entrevista a los congresistas, bueno, conocí a Paul
Abramson. – dijo detenidamente Charlotte.
-Lo sé, sino no podrías haberle entrevistado, jajaja.
-Me refiero a más intimamente. Me invitó a ir a una exposición de
fotografía de un amigo suyo y acepté. – confesó Charlotte con lágrimas en los
ojos.
-¿Qué? ¿Y por qué no me lo dijiste?
-Porque se que no te gusta que esté con otros hombres de esa manera
pero quería saber qué iba a sentir yendo con él, quería saber si…si me atraía.
-¿Y te atrae? ¡Por dios Charlotte! ¡Vamos a casarnos! – gritó Peter
levantándose de la mesa.
-Lo sé, lo siento…
-Encima con un candidato a senador del país, no puedo
creerlo.
-Perdóname…
-¡No! ¡No puedo! ¡Has estado con otro hombre a mis espaldas! No puedo
confiar en ti.
-No ocurrió nada, de verdad… -
se excusó Charlotte.
-Me da igual. El simple hecho de habérme ocultado que hayas salido como
una cita con otro tío es suficiente para romper el compromiso. No quiero volver
a verte, se acabó. – dijo Peter mientras se iba de casa.
Charlotte se quedó llorando sentada en una silla de la mesa. Sus
lágrimas caían en la cena que Peter le había preparado aquella noche. Se
encontraba liberada por haberle contado la verdad pero empezó a tener un vacío
dentro de ella, sabía que estaba enamorada de él por poco que fuera. Así
supo lo que sentía realmente por Peter.