viernes, 27 de junio de 2014

Capítulo 20



Quizás Charlotte tuviera razón y debiera volver a mantener el contacto con Michael por el bien del bebé. Estaba claro que no último que deseaba era que la criatura tuviera falta paternal por mi culpa. Pero por otro lado no quería que Michael me volviera a hacer daño de nuevo, era algo que tenía muy presente.
El final de aquel día fue bastante agotador, al menos para mí, pues tenía los pies bastantes hinchados al volver a casa con Charlotte.
Al día siguiente me dirigí hacia las oficinas del New York Post para comenzar mi primer día de trabajo. Susan, quien iba a ser mi secretaria, me enseñó casi todo el edificio para que me fuera familiarizando. Eran una mujer bajita y sonriente, con el pelo negro, liso y un corte recto, estaba casi todo el tiempo sonriendo y parecía bastante simpática, divertida y un tanto cotilla, puesto que recorriendo las oficinas me contó bastantes chismes de la gente que trabajaba allí.

-No te preocupes, todos tus secretos estarán a salvo conmigo. Que te cuente esto no significa que no puedas confiar en mi eh, te lo aseguro. – Dijo sonriente Susan mientras andábamos por un pasillo amplio y luminoso – aquí está tu despacho. Como verás no está decorado así que podrás traer lo que te apetezca.
-Vaya es muy grande, me gusta mucho. – dije mientras andaba mirando el despacho detenidamente.
-¿Sabes usar el interfono para hablar conmigo, verdad?
-Sí, sí, por supuesto. Por cierto, te quería comentar algo sobre mi embarazo…
-Mira, - me cortó Susan – no te preocupes por eso, por tu barriga puede que te quede un mes o menos para dar a luz, pero  el director de recursos humanos ha tenido en cuenta este tema y no quiero que empieces hasta que hayas tenido tu baja maternal. Cree que es más conveniente no cortar el trabajo dentro de dos semanas o así para volver después. – me explicó.
-Ah, pues…me parece muy bien.
-Ten, aquí tienes los papeles de la baja. Creo que pone que vuelvas a principio de Noviembre.
-De acuerdo. Pues muchas gracias por tu atención, Susan.
-De nada Laura, estoy aquí para ayudarte. Espero que todo salga bien con tu embarazo y vuelvas espléndida. – comentó Susan mientras me daba un abrazo bastante fuerte.

                                                   



                                                 *****************************




Unos días después, no sabía qué hacer. Era tan aburrido estar embarazada y no poder trabajar…estaba deseando que naciera ya el niño o niña que llevaba dentro para tener algo en lo que emplear mi tiempo. Todas las revistas sobre bebés me las había leído varias veces y, básicamente lo que hacía cada día era cocinar y mantener la casa limpia.
Se me pasó varias veces por la cabeza llamar a Michael, pero no tenía ninguna gana de verle. Mientras, Charlotte salió un par de veces más con Paul y cada vez le iba mejor. Ya apenas mencionaba a Peter y creo que se estaba enamorando un poco del congresista, quien por desgracia, aún no había tenido el placer de conocer, ya que siempre estaba ocupado.
Ya a mediados de Julio, a Charlotte le daba reparo dejarme sola en casa mientras ella trabajaba y salía con Paul, pero ella no era la culpable de mi situación, asíque le dije que no se tenía que preocupar de nada.

Así pues, un día apareció en casa Charlotte con Paul, quién a primera vista me pareció bastante guapo y encantador para tener la edad que tenía, pero no era el único invitado; inmediatamente apareció en último lugar Michael.
Estaba tan guapo como de costumbre, pero no iba trajeado sino con un pantalón bermuda caqui, un polo azul que le resaltaba el color de ojos, y unas deportivas blancas Adidas.
Mi cara se puso inmediatamente rígida, no podía creer que Charlotte me hubiera hecho esto.

-Laura, te presento a Paul. Paul esta es Laura. – dijo sonriente Charlotte.
-Encantada Paul. – Dije mientras miraba con fiereza el rostro de mi amiga - ¿Qué demonios te crees que estás haciendo, Charlotte? ¿Es que no hablamos con bastante claridad el otro día? ¡Qué demonios haces! – grité sin importarme quien estuviera delante.
-Cálmate Laura. Lo he hecho por tu bien, no me gusta verte aquí sola así de esa manera…
-¡Quien eres tú para decirme cómo llevar mi vida! ¿Quién eres tú, eh?
-Laura, cálmate por favor… - intentó mediar Paul.
-¡Lo siento Paul! ¡Pero resulta que mi mejor amiga me ha traicionado!
-Quería que estuvieras bien, eso era todo, Laura. – dijo Charlotte con lágrimas en los ojos.
-No quería tu ayuda, ¡estaba fenomenal! ¡Te dije que no le quería tener en mi vida! ¡Sabes el daño que me hizo! ¡No le quiero en….! ¡Ahhhh! – pero de pronto mientras gritaba me dio un fuerte dolor en la barriga y tuve que sentarme en el sofá para no caerme al suelo.
-¡Laura! ¿Qué te ocurre mi vida? – dijo Michael mientras corría hacia mi lado.
-Ahh…dios…qué dolor…y no me llames “mi vida” que ya no lo soy.
-¿Qué te ocurre? ¿Estás bien? – preguntó Charlotte.
-¿Tengo pinta de estar bien? – Pregunté retóricamente – me duele, me duele la barriga.
-Te llevaremos a la clínica, allí te examinarán y verán que ocurre. – dijo Michael levantándose mientras cogía las llaves del coche.
-Vamos Charlotte, acompañémosles. – dijo Paul cogiendo de la mano a Charlotte mientras nos íbamos todos juntos.

Michael condujo como un loco por las calles de Nueva York hasta el hospital Universitario Presbiteriano de Columbia y Cornell. Dejó el coche en marcha en la zona de urgencias mientras me ayudaban a salir Charlotte y Paul, y Michael entraba como una bala para avisar a los médicos y enfermeras sobre mi estado.
Me trajeron una silla de ruedas, me senté y me llevaron directamente a una habitación, la cual era individual y bastante confortable, parecía una suite con varios sofás, muebles, baño individual y televisión. Estaba segura que Michael había tenido algo que ver que me asignaran aquella habitación. Me tuve que poner un camisón y me tumbé en la cama hasta que el médico llegó.

-Bien, Laura. Me han contado que estas teniendo dolores en la zona abdominal desde hace unos veinte minutos, ¿es así? – preguntó el médico.
-Sí, así es.
-¿Todo el embarazo ha ido normal?
-Por supuesto, todo bien.
-¿Has tenido estrés últimamente?
-Bueno…hace un rato he discutido y ha sido cuando me han empezado los dolores.
-De acuerdo. Voy a examinarte el cuello del útero y ver las constantes vitales del bebé. Pon las piernas aquí subidas y abiertas. – Me dijo mientras me colocaba correctamente – veamos… De acuerdo. Tengo que provocarte el parto, Laura, porque por lo visto el bebé ya está en condiciones de salir y, de hecho tiene ganas de estar fuera, jejeje. Sus constantes vitales puede que se reduzcan si no actuamos, aunque aún no ha llegado a ese extremo, pero no esperaremos. Te voy a romper la bolsa amniótica y a ponerte oxitocina para que dilates, ¿vale? Dentro de un rato volveré para ver cómo va evolucionando todo. – me dijo sonriente.
-Entonces… ¿mi bebé está bien? – pregunté asustada.
-Por supuesto. Por ahora todo va bien.
-¿Y por qué esos dolores?  - preguntó Michael.
-Ha sido una subida de tensión provocada por esa discusión anterior. Por ello el bebé, digamos que se ha despertado de su letargo, y ya es bastante grande como para poder salir, se encuentra a disgusto dentro porque ya no tiene apenas espacio. Pero es normal, el último mes es el más pesado porque no tienen hueco. – explicó el médico. – Bien, pues mando ahora a una enfermera para que te ponga la oxitocina y, antes de irme te romperé la bolsa amniótica. Notarás como si estuvieras orinando, no te preocupes.

Fue exactamente como dijo el médico, me sentí un poco avergonzada pero sabía que era normal. La enfermera vino cinco minutos después, me puso una vía en el brazo y un gotero con oxitocina. Todos se sentaron en los sillones mientras reinaba el silencio en aquella habitación, aunque poco después empezaron a aparecer las contracciones. Nunca en toda mi vida había experimentado tal dolor, era espantoso.

-¡Quiero que me pongan la epidural, por favor! – grité medio llorando.
-Mike, llama a la enfermera a ver si puede darle algo, corre. – dijo Charlotte mientras me cogía de la mano.
Michael salió corriendo al pasillo y escuché dar unas voces. Poco después apareció junto con una enfermera y el médico que me había atendido al principio, quien se puso de nuevo a examinarme.

-No puedo ponerte aún la epidural, Laura, sólo has dilatado un centímetro. Sólo la puedo poner cuando tengas dos o tres más porque sino puede ralentizar el proceso e incluso detenerlo. Por ahora debes aguantar, volveré dentro e un rato.

Aquello era un calvario y encima aún no podían sedarme, no sabía si podría aguantar mucho más. Paul se tuvo que despedir de Charlotte porque tenía que volver a trabajar, pero no sin antes desearme suerte en mi experiencia. Michael se sentó a mi lado y me cambiaba las gasas mojadas que me ponía en la frente así las necesitase. No me hacía mucha gracia pero era un buen detalle que me estuviera ayudando.

Mientras, Ray, Miranda y Kyle llegaron al aeropuerto JFK aquel día. No sabían que estaba de parto pero se dirigieron al apartamento donde Charlotte y yo vivimos durante nuestra etapa universitaria en Harlem. Una vez allí se dieron cuenta que no vivía nadie, asíque averiguaron dónde vivía Michael. Intentaron contactar conmigo pero mi teléfono se había quedado sin batería, por lo que decidieron quedarse allí y esperarme en la propia puerta de su casa.
Al cabo de un par de horas, el médico volvió a la habitación y me examinó de nuevo.

-Bueno, gracias a Dios ya has dilatado cuatro centímetros, mandaré a la enfermera para que te ponga la epidural. Sölo sentirás algo de presión, que corresponden a las contracciones para que así sea más fácil el parto y sepas cuándo debes empujar, ¿de acuerdo? – dijo el médico cogiéndome de la mano.
-Muchas gracias, lo necesitaba…

Poco después apareció la enfermera, me abrió el camisón por la espalda y me dio un pinchazo entre dos vertebras de la zona lumbar. Sentí bastante presión, pero todo fuera por terminar con aquellos dolores.
Después de que me hiciera efecto me di cuenta que estaba muy cansada por los esfuerzos de aguantar el dolor, y me adormilé bastante. Michael me agarró de la mano y me acarició el pelo mientras pasaban los minutos. En aquel momento no tenía ganas de discutir con él, no era momento y lo único que quería era tener a mi bebé ya en mis brazos.
Charlotte también se tuvo que ir a trabajar asíque nos quedamos los dos solo en la habitación.

-¿Cómo te encuentras? ¿Qué necesitas? – me preguntó Michael.
-Me apetecería dormir, pero no sé si debo. Ahora estoy mucho mejor después de que me pusieran la epidural.
-Me alegro. No tenías muy buena cara antes, me dolía verte así.
-Todas las mujeres que son madres pasan por esto y el premio es lo mejor, asíque no nos tengas pena.
-Ya, pero no me gusta verte sufrir.
-Prefiero este sufrimiento a otros.
-Laura…no es lo que piensas. No te engañé con otra mujer, de verdad.
-¡No quiero hablar de eso! Quiero estar tranquila. – elevé la voz.
-Necesito que me comprendas, por favor, ¡mi encuentro con Rachel fue casual!
-Rachel Cohen…sí, sí que era verdad la información que Melinda me había dado.
-¡Estuve casado con ella dos días cuando era joven! ¡Nada más! ¡Nos divorciamos hace años! Bueno, ni siquiera hubo que tramitar un divorcio, fue una nulidad del matrimonio.
-¿Qué? ¿Qué demonios significa eso?
-Verás…yo salí con Rachel cuando éramos adolescentes. Tendríamos 16 o 17 años cuando ocurrió. Pero me cansé de estar con ella y le hice saber poco a poco que iba a terminar la relación. Ella, quien decía que estaba muy enamorada de mí, hizo lo posible para que no cortásemos. Y digo todo porque hizo absolutamente todo, hasta decirme que se había quedado embarazada. Yo me quedé totalmente desubicado. Pero no se quedó ahí la cosa. Rachel les comentó a sus padres que estaba esperando un hijo mío, y sus padres se lo dijeron a los míos, los cuales me dijeron que mi responsabilidad era casarme con Rachel y formar una familia.
-¿En serio?  - dije con cara de incredulidad.
-Pues sí, pero ahí no acaba la cosa. Una vez nos casamos, me dijo al día siguiente que su embarazo fue una invención para que la dejase.
-¿Qué?
-Sí, así fue. Por ello, fui a un abogado y me dijo que no había problema, que no era necesario un divorcio sino una simple nulidad matrimonial por “Vicio de consentimiento por grave defecto de discreción de juicio” lo llamó. Recabamos pruebas y las llevamos ante el juez, el cual dictaminó que volvía a estar de nuevo soltero y sin esposa.
-Dios mío…
-Ya ves. No tengo nada con ella, me la encontré por casualidad en Philadelphia porque ella quería abrir una peluquería allí en esa ciudad. Después me pidió ayuda para su apertura pero no la busqué ni he estado con ella, créeme.
-No lo sé…Melinda me dio esos papeles y fotos y a mí se me vino el mundo encima. Necesito tiempo para asimilar esto y ahora no es un buen momento para pensar. – me excusé.
-Lo sé. Estoy ansioso por ver a nuestro bebé. – dijo sonriendo.
-¿Por qué no me has buscado estos dos o tres últimos meses? Pensé ya que te habrías olvidado.
-¿Cómo te iba a poder olvidar, Laura? ¿Cuántas veces he de decirte que eres la razón de mi vida? Sé dónde has estado, la verdad que no fue nada fácil ubicarte en Barcelona, pero Walt es el mejor asíque lo consiguió. Decidí no decirte nada para no agobiarte, no quería que salieras huyendo de nuevo si sabías que andaba tras de ti.
-Muy perspicaz, Mike…menudo truco. – comenté sonriendo.

Durante las siguientes cuatro horas Michael me trató como una auténtica reina, estaba muy cariñoso y se le veía entusiasmado con este acontecimiento. No podía odiarle, y mucho menos en estas circunstancias.

-Dios mío…mis padres están de camino al hospital. – comentó Michael mirando el teléfono.
-¿Qué? ¡Pero si no los conozco aún! Es verdad… ¿por qué no me los has presentado?
-No tenemos una relación muy cercana que digamos. Me llevo mejor con mi hermano Eric y mi hermana Allison.
-Pero aún así…no presentarme a tus padres sabiendo que van a ser abuelos…
-Tú tampoco me has presentado a los tuyos.
-Lo sé, pero es que los míos te odiaban por estar conmigo con lo joven que era, no era muy recomendable que los conocieras.
-Bueno, pues los vas a conocer.

Poco después llegó el médico, me examinó de nuevo y me dijo que ya estaba lista para ir al paritorio y tener al bebé. Mi corazón empezó a latir con más fuerza y mis nervios volvieron a aflorar: iba a tener a mi primer hijo o hija, y pensábdolo bien, iba a tenerlo con el hombre que amaba. Daba igual que le hubiera odiado pero le quería mucho más.
En el quirófano, Michael entró vestido de enfermero, por un momento pensé que estaba ridículo y me reí. Él me miró, se puso a mi lado y sonrió porque sabía perfectamente lo que estaba pensando.
El médico me colocó bien y me dijo que cada vez que sintiera contracciones empezase a empujar, que él también me guiaría.
Así pues, cada vez que sentía alguna presión empujaba. Gracias a la epidural aquello fue mucho más llevadero, no sé qué habría sido de mí sin ella porque había sido realmente doloroso.
Poco después, una media hora, el médico sacó a un precioso bebé de mi vientre.

-¡Es una niña! – Gritó el médico - ¡Y está perfecta!
-¿Una niña? Oh dios mío…mi preciosa hija… - dije mientras se me caían las lágrimas por las mejillas. Miré a Michael y estaba en silencio también llorando de la alegría y la emoción de que por fin tendría a su hija entre sus brazos.
-Es…es preciosa como tú, Laura… - dijo Michael entre sollozos mientras le daban a su hija en brazos – mírala – y me la dio para que la pudiera coger.

Michael me la acercó para que la viera y la cogí. Había dejado de llorar después de que los médicos le hubieran despejado las vías respiratorias y se la veía muy cómoda.

-No me puedo creer que ya esté con nosotros… - dije emocionada.
-¿Cuál será su nombre? – nos preguntó el médico.
-Pues, no lo sé. No sabíamos que sería niña, asíque no buscamos un nombre. Aunque si Laura tiene alguna idea… - comenzó a decir Michael.
-Quizás…bueno como he tenido estas dos últimas semanas tanto tiempo libre pues había quensado que si era niño sería Dylan o Ryan, y si era niña Aubree Lynn. – dije acompasamente.
-Sí, es perfecto, me gusta mucho. – dijo sonriente Michael aceptándolo.
-Perfecto, ¿y el apellido? – preguntó de nuevo el médico.
-Stanford. Tendrá Stanford de apellido. – comenté con una sonrisa mientras miraba a Michael, quien no se esperaba que le fuera a dar tal regalo.
-Muy bien. Pues ya tenéis a vuestra Aubree Lynn Stanford, día 17 de Julio. Ahora les llevaremos de vuelta a la habitación.

De vuelta a la habitación con Aubree en mis brazos, me sentí totalmente completa y feliz, era increíble lo que una persona tan pequeñita podía dejarse querer. Michael se sentó a mi lado mirando a su hija y acariciándola como si fuera muy frágil.

-¿Por qué le has dado mi apellido? Pensé…pensé que le podrías el tuvo después de lo que pasó. – preguntó Michael.
-Lo sé. Y hubo un momento hace unos días en que estaba segura de haberle puesto el mío. Pero después de tenerla, lo vi claro. Aunque nos hayamos peleado, aunque haya gente que quiero separarnos…sé que te amo y que estoy enamorada de ti. No podía quitarle tu apellido porque es fruto del amor de los dos y no habría estado bien hacer eso.
-Laura…yo también te amo más que a nada, de verdad. Y ahora, también amo a esta niña, la niña de mis ojos. Siempre os amaré pase lo que pase… - dijo mientras se acercaba para besarme.

De nuevo, volví a sentir ese cosquilleo en mi estómago gracias a él, gracias a Michael. Por ahora había sido el único que me había despertado ese sentimiento en mi irterior.
Tras una media hora a solas, aparecieron los padres de Michael por la puerta de la habitación. Su padre, alto y apuesto, y su madre, rubia, ojos azules y bien vestida.

-Hola papá, hola mamá. – dijo Michael fingiendo alegría. – Os presentó a  mi novia, Laura Stevens, y a mi hija, Aubree Lynn. Laura, éstos son mis padres, William y Tess.

Los dos padres vinieron hacia mí sonriendo y me dieron un par de besos, al igual que a Aubree.

-No me puedo creer que seamos abuelos ¡Estoy encantada! – gritó Tess mirando a Aubree con grandes ojos entusiasmada.
-Pues sí, apenas hace casi una hora que nació, ha sido un día duro. – comentó Michael.
-Hijo, ¿cómo no nos dijiste nada? Nos hemos tenido que enterar por la prensa. Imagínate, una llamada que decía que habías sido visto entrando en el hospital con tu novia súper embarazada. Lo tuvimos claro, sabíamos que iba a dar a luz asíque vinimos inmediatamente. – argumentó William mientras se quitaba la chaqueta de su traje con corbata.
-He estado muy ocupado, papá. Apenas he tenido tiempo… - inventó una excusa Michael para salir del apuro.
-¿Me dejas cogerla, Laura? – preguntó Tess.
-Oh, sí, por supuesto. – dije mientras le daba en brazos a Aubree, aunque al segundo empecé a echarla de menos.
-Es preciosa, chicos. Tiene los ojos de Mike, ¡en serio! Los ha abierto y son exactamente del mismo color de azul. Y el cabello es bastante clarito asíque también es de mi Mike, que era rubio de pqueño. – dijo mientras miraba a su hijo. – pero la cara es de Laura, eso sin duda, ¡Qué alegría!
-Gracias, señora Stanford. – dije sintiéndome incómoda por tantos halagos.
-Oh, no me llames señora, llámame Tess, ahora eres de la familia.
-¡Deberíamos hacer una fiesta de bienvenida para la pequeña! ¿Qué os parece? La haremos la fiesta en nuestra casa de Long Branch. Llamaré a mi asistente para que lo organice todo. – dijo William.
-¡Papá! No sé si es buena idea, acaba de nacer y Laura está convaleciente, deberíamos hablarlo con tranquilidad.
-Oh vamos, no tiene por qué ser mañana, además ¿habéis celebrado un babyshower? – volvió a preguntar William mirándome.
-La verdad es que no… - dije asustada.
-Pues decidido, haremos una fiesta, a Laura le gustará ya verás.

Tess volvió a darme a Aubree y me sentí mucho mejor, aunque Michael no se separaba de mí un instante. Estaba claro que la visita de sus padres era non grata y empezaba a estar irascible.
Poco después aparecieron mis padres con mi hermano Kyle, quienes se sorprendieron al ver allí a los padres de Mike, pero aún así tenían cara de enfado.

-Hola, mamá, papá, Kyle. Éste es Mike, ellos William y Tess, sus padres…y ésta es Aubree, vuestra nieta. – dije sonriendo, aunque sabía que me caería una buena reprimenda por no haberles dicho nada.
-¡Soy tío! Déjamela coger Laura. – dijo emocionado Kyle cogiendo a Aubree.

William y Tess fueron a darles la mano a mis padres, al igual que Michael, pero ellos le negaron el saludo y todo comenzó a ser más que incómodo.

-¿Se puede saber por qué no nos dijiste que estabas embarazada? ¿Crees que está bien enterarnos por la prensa? ¡Por dios somos tus padres! – dijo mi madre gritando histérica.
-Y peor aún, ¿cómo se te ocurre quedarte embarazada de éste tipo? ¿Es que no te dijimos que no queríamos volverte a ver con él? ¡No quiero volver a veros juntos! – alzó la voz mi padre también.
-¿Pero de qué están hablando? – Preguntó William - ¿Qué ocurre?
-No podéis obligarme a hacer lo que queréis, ya no soy una niña, ¿queda claro? Le amo y voy a seguir amándolo hasta el fin de mis días, asíque olvidaros de hacer nada al respecto. – espeté cruzándome de brazos.
-¡De eso nada! Ahora mismo te vienes con nosotros… - dijo mi padre.
-Por favor, no creo que sea buena idea que estemos discutiendo ahora. Acaba de nacer nuestra hija y Laura está bastante cansada, deberíamos dejarles descansar. – dijo Michael intentando poner calma.
-Por mi hija nos iremos, pero volveremos, y no creas que os saldréis con la vuestra, familia Stanford. – contestó mi padre mientras cogía la mano de mi madre y se iban de allí.

Kyle me dio a la niña, me hizo un gesto de no saber qué estaba pasando y se fue con ellos. William y Michael no se creían lo que acababa de pasar, pero Tess empezó a llorar.

-¿Qué ocurre querída? – preguntó William a su esposa.
-Necesito irme de aquí, tengo que relajarme… - y salió corriendo de la habitación con William detrás de ella diciéndole que le esperase.

Michael y yo nos quedamos estupefactos con aquella escena que acabábamos de presenciar. Era totalmente descabellado lo que mis padres intentaban conseguir. ¿Cómo iban a separarme ahora del padre de mi hija? Estaban locos si pensaban que iba a hacer lo que ellos quisieran sin pelear.

-¿Sabes qué les puede estar pasando a tus padres? No entiendo el odio que tienen hacia mí.
-No tengo ni idea, pero por lo visto no es sólo a ti. Odian a todos los Stanford. – aclaré.
-Ahora que parecía que se había solucionado todo ocurre esto…
-Lucharemos, amor, no permitiremos que nos separen. Tenemos una hija y debemos estar junto a ella, los dos, siempre.
-Sí, eso por descontado. No permitiré que os alejen de mí. – prometió Michael.

viernes, 20 de junio de 2014

Capítulo 19



Un par de días después, Melinda fue a ver de nuevo a Michael para pedirle más dinero a cambio de información. Allí en su casa, vio a un chico con el pelo castaño claro, alto y ojos azules riéndose con Michael, el cual no conocía.

-Hola Mike, ¿cómo estás? – preguntó Melinda.
-Pues bien. Melinda, te presento a mi hermano Eric, ha venido a visitarme.
-Encantado Melinda. – dijo Eric mientras le tendía la mano a Melinda.
-Igualmente…eh, Mike, ¿podríamos hablar en privado? Tengo noticias…
-No. Mi hermano sabe todo, asíque dime lo que sepas aquí. – dijo Mike.
-Bueno. He descubierto que ha utilizado su tarjeta de crédito en Múnich para alojarse en un hotel y después ha comprado un billete de avión para irse a Viena.
-Muy bien, ¿algo más?
-No. Creo que es bastante información, ¿crees que podrías extenderme otro cheque? Me viene mejor que en efectivo. – dijo Melinda sonriendo.
-Melinda, basta de mentiras. Sé lo que estás haciendo. – inquirió Mike.
-¿De qué hablas?
-Mi hermano ha confiado en ti y te ha dado lo que has pedido. En cambio, tú sólo te has aprovechado de él. Te has inventado información para sacarle dinero, vas a acabar muy mal, Melinda. – dijo Eric.
-Eso no es cierto, yo sé muy bien… - empezó a decir Melinda pero Mike le cortó.
-¡Se acabó! ¿En qué andas? Prostitución, mercado negro, armas… ¿En qué? – gritó Mike.
-Son drogas Mike, lo siento. Debía dinero a un tipo, mucho dinero. Él único que podía ayudarme eras tú, el único que conozco con pasta. Sabía que no me darías el dinero por las buenas así contándote lo que me había pasado, por eso, cuando te vi en Philadelphia con esa chica, supe que podía conseguir una mina de oro. Te hice fotos, averigüé un poco y le entregué las pruebas a Laura. Ella se fue y así pude chantajearte. – confesó Melinda.
-Tarde o temprano la verdad prevalece. – dijo Eric.
-Te habría ayudado de alguna manera, Melinda. Pero ahora queda claro que no se puede confiar en ti. No quiero volverte a ver, no te acerques a nadie de mi familia, ni amigos, ni a Laura o te arrepentirás. Vete de aquí. – dijo Mike mirándola con odio.

Melinda no tuvo más remedio que coger su bolso e irse, se le había acabado su suerte. Eric se sentó con Michael para seguir charlando sobre el asunto.

-No puedo creer que te haya chantajeado.
-Ni yo, era una amiga pero veo que el dinero puede con todo. – dijo Mike.
-¿Sabes ya algo de Laura?
-Sí. Walt ha averiguado dónde está. Se fue a Barcelona.
-¿Barcelona? ¿Por qué a España? – preguntó Eric.
-No lo sé…
-¿No vas a ir a por ella?
-Tengo miedo. Se fue sin decir nada para que no la encontrásemos, quizás si voy vuelva a desparecer y tenga que volver a buscarla. Si me rechaza yo…no sabría qué hacer. – dijo Mike tumbándose en el sofá resoplando.
-Eso es cierto, no sabemos si se volverá a ir. Entiendo que hayas querido saber si sigue bien y dónde está pero ¿y tu bebé? ¿No quieres verlo nacer?
-Qué pregunta es esa Eric…claro que sí. Pero tengo miedo por eso, quizás deba dejarle algo de espacio. Ahora estára embarazada de siete meses, aún tiene tiempo para pensar. – dijo Mike levantándose del sofá y echándose una copa de whiskey.



                                                     ***************************


Una semana después en Barcelona, me encontraba visitando la Sagrada Familia cuando sonó mi teléfono móvil, un número de Estados Unidos.

-¿Díga? – contesté.
-¿Laura Stevens?
-Sí, soy yo.
-Trabajo en el New York Post, soy de recursos humanos y quería comunicarle que estamos interesados en su currículum, nos gustaría concertar una entrevista con usted.
-¿Una entrevista para el New York Post? ¿En serio? ¡Claro que sí! – dije emocionada.
-Bien, espero que le venga bien el lunes que viene a las diez de mañana. En el 1211 de la Avenida de las Américas.
-Por supuesto, allí estaré, ¡y gracias! – pude decir antes de que me colgase.

Estaba tan feliz y emocionada que ni me dí cuenta de lo tonta que había parecido por teléfono con aquel hombre, pero me daba igual, iba a poder hacer una entrevista en uno de los mejores periódicos de Nueva York. Lo malo era que una vez pisara esa ciudad seguramente tendría que ver a Michael, cosa que en estos momentos no me apetecía lo más mínimo puesto que aquí estaba tremendamente tranquila.

Ese fin de semana viajé de nuevo a Nueva York y llamé directamente a Charlotte porque no quería volver a casa con Michael. Ella me dijo que me acogía y que no pasaba nada por tener que quedarme allí el tiempo que quisiera, puesto que ya no estaba con Peter. Al llegar a su apartamento me explicó absolutamente todo lo que había pasado, la encontraba bastante abatida.

-No sé qué hacer ahora, Laura. Se ha ido como una parte de mí sabes, es extraño.
-Lo sé, a mí también me pasa con Mike, pero debemos seguir adelante, el mundo sigue girando a nuestro alrededor y no debemos perder tiempo en lamentarnos, ¿entiendes? – la animé.
-Sí, eso haré. He de acostumbrarme a que no volveré a tener a Peter conmigo.
-¿Y qué vas a hacer con el congresista?
-No sé lo que siento por él. Me parecía mal salir con él por estar con Peter y porque él está casado y tiene hijos…. – dijo Charlotte.
-Sí, pero ahora ya no estás con Peter, eres libre, puedes salir si quieres con él. Además, ¿no dijiste que iba a divorciarse de su mujer? Él también empezará de nuevo su vida, quizás tú puedas ser parte de ella, ¿no crees? – dije sonriendo.
-Si lo hiciera aún me sentiría culpable porque me he acostumbrado a estar con Peter y es como si le engañase.
-No seas boba. Ahora puedes hacer lo que te plazca. ¿Dónde está mi Charlotte del instituto que siempre se iba de fiesta, ligaba con chicos y le gustaban todos? ¡Ánimo nena! – dije abrazándola.
-Voy a salir con Paul, sí, quedaré con él. ¡Gracias mi Laura! – Dijo feliz Charlotte dándome un beso en la mejilla - ¿y tú qué harás con Mike?
-Nada. Voy a hacer la entrevista a ver si me contratan. Si no buscaré otro periódico, pero no voy a buscar a Mike para nada.

El día de la entrevista me preparé con la ayuda de Charlotte, ya que ella era la experta en eso de la moda porque siempre estaba divina. Desayuné bastante ligero porque estaba con los nervios a flor de piel. No todos los días llamaban a la gente para poder hacer una entrevista en el New York Post y aquella era la mejor oportunidad que había tenido hasta ahora.
El camino hacia la Avenida de las Américas se me hizo muy largo, tenía ganas de acabar ya aquella entrevista y aún no había comenzado.
Al entrar en el edificio me sentí una persona muy pequeñita. Todos los que estaban allí tenían un currículum muy extenso y extraordinario. Y aquí estaba yo, una principiante.
El despacho del señor de recursos humanos se me hacía cada vez más pequeño, quería terminar cuanto antes. No parecía un hombre muy atento a lo que dijera, tenía ya cierta edad y sólo miraba a sus folios. Salí de allí bastante decaída porque tenía la certeza de que no le había impresionado nada.
Al regresar al apartamento le conté todo a Charlotte quien no se creía que no hubiera impresionado a nadie.

-Vamos Laura, sabes que tienes un gran currículum, seguramente estaría leyéndolo mientras te hacía preguntas. – opinó Charlotte.
-Nunca he visto a nadie entrevistar así, seguramente no le interesaría.
-Deja de quejarte Laura, siempre has sido muy buena en todo, seguro que esta vez te sale todo bien, espérate un poco a que te digan algo anda.
-¿Qué te ocurre? Y no me digas que nada porque te conozco bien. – dije poniendo mis brazos sobre mi cintura en forma de jarra.
-Llamé a Paul esta mañana para quedar con él. No sin antes estar esperando como media hora porque tenía que dar todos mis datos a su asistente personal, decía que era obligatorio por si desvelaba información sobre Paul. En fin, después de esperar pude hablar con él y quedamos para cenar esta noche. – se explicó Charlotte.
-¿Y cuál es el problema?
-No sé qué hacer, no sé si debería ir. Me da miedo equivocarme.
-Charlotte, ¿por qué te ibas a equivocar? Ya no tienes compromiso con nadie, eres libre de hacer lo que quieras. Paul se va a divorciar dentro de poco, mientras guardéis la relación en secreto hasta que eso suceda todo irá bien. – le dije a Charlotte intentando tranquilizarla.
-¿Por qué me siento como si siguiera engañando a Peter? – dijo Charlotte llorando.
-Amiga, no estás engañando a nadie, simplemente te has acostumbrado a estar con Peter. Salir con otro hombre ahora que ya no estás con él te resulta extraño, sólo es eso. Mira, tarde o temprano olvidarás eso y te sentirás mejor, pero ahora quizás por un tiempo te sea más difícil. Mientras intentaremos sobrellevarlo, yo te ayudaré. – comenté mientras abrazaba a mi mejor amiga.
-Gracias Laura, no sé qué haría si no estuvieras aquí conmigo.
-Tranquila, siempre estaré. Y deja de llorar anda, no querrás que el congresista te vea con los ojos hinchados esta noche, ¿verdad? Vamos a prepararte para tu gran cena.

Nunca hbía visto a Charlotte tan deprimida. Estaba claro que seguía estando enamorada de Peter pese a tener a otro chico tras ella. Jamás habría pensado que le pudiera pasar esto a ella, la chica más liberal que había conocido sufriendo por amor. Y no era la única. Pese a haberme distanciado y desaparecido del lado de Michael, en el fondo sabía que seguía queriéndole, mucho más ahora que iba a tener un hijo suyo.
Mientras Charlotte se daba un baño, estuve preparándole la ropa y accesorios que iba a ponerse para salir. No me podía poner nada de lo que ella tenía en su armario como antes puesto que mi barriga estaba enorme, de siete meses y medio. Echaba de menos probarme la ropa de mi amiga y el hecho de que me la prestase.

Un par de horas después, Charlotte estaba preparada para salir con el congresista, quien estaba esperándola en un lujoso Mercedes blanco aparcado en la calle. Antes de irse me dio un abrazo y me dedicó una tímida sonrisa.

-¡Espera! – grité en el rellano.
-¿Qué ocurre?
-¡Voy contigo para abajo! – dije mientras cogía el bolso.
-¿A dónde vas a ir? – decía Charlotte mientras bajábamos en el ascensor.
-Voy a dar una vuelta. Hace buen tiempo, ya casi estamos en Julio y quiero disfrutar de la brisa neoyorquina.
-Ten cuidado, ya sabes que Nueva York no es muy segura por la noche y menos yendo sola.
-No te preocupes, llevo mi spray de pimienta, jajaja. Quizás vaya al cine o a tomar un helado. – comenté cuando ya estábamos en la calle.
-Que lo pases bien.
-Y tú más, disfruta, ya me contarás. – dije alejándome mientras andaba.

Charlotte subió al coche con ayuda de Paul, quien le abrió la puerta y le tendió la mano. Ella se encontraba muy nerviosa y se le notaba bastante, cosa que a Paul no se le escapó.

-Charlotte, no tienes por qué estar a disgusto, no quiero presionarte ni nada por el estilo. Si quieres puedo llevarte de vuelta a tu casa. – dijo comprensivamente Paul.
-No, no, lo siento. Es que hace poco terminé con mi novio y, me resulta extraño salir con otro hombre.
-¿En serio has terminado con él? Caray Charlotte, me haces muy feliz, aún pensaba que seguirías con él.
-Bueno, él terminó conmigo porque le conté que salí contigo sin decirle nada. Le dije que lo había hecho porque…quizás podrías atraerme. A partir de ahí ya no pude decir nada más y me dejó.
-Lo siento por ti, no porque no estéis juntos sino por tener que estar ahora así de mal. Pero por otro lado estoy muy contento de que por fin estés sólo conmigo. – dijo Paul sonriente mientras le cogía a Charlotte la cara levantándosela para que le mirase a los ojos.
-No estoy sólo contigo Paul, tú estás aún con tu esposa. Estoy triste por lo de Peter pero no ayuda que tú aún estés casado.
-Charlotte entiéndeme. Si me divorcio ahora mi popularidad caerá en picado y perderé las elecciones. He luchado años por estar donde estoy ahora, por favor, debes comprenderme.
-No me gusta ser ahora “la otra” en una relación de pareja, ¿sabes? Lo he sido muchas veces pero sin importarme absolutamente nada. Algunas veces he estado liándome con chicos que tenían novia en mi adolescencia, pero ya no me hace gracia. No al menos al saber lo que se siente cuando empiezas a darte cuenta que te importa esa persona. – confesó Charlotte acaloradamente.
-¿Te importo? Creía que no te importaba y estabas más pendiente de estar triste por tu ruptura.
-Sí, estoy triste. Pero eso no quita el hecho de que me atraigas, ¿o eso no ha quedado claro? Quiero decir, he fastidiado mi relación porque apareciste y me alteraste todo. Yo he perdido bastante, creo que tú debes perder algo también si piensas estar conmigo. Yo no quiero estar escondiéndome, Paul, quiero que estemos en igualdad de condiciones. – dijo tajante Charlotte.
-Y así sucedera. Créeme que me divorciaré de mi esposa y podremos estar juntos todo lo que quieras.

Fue entonces cuando Paul acarició la cara de Charlotte y le dio un bonito beso en la boca, al que ella respondió también. Le resultó raro pero a la vez placentero y pensó que definitivamente Paul la atraída bastante.

En Nueva York no podías pretender estar sola en algún lado, ya que siempre había gente en cualquier sitio. Así que fui al cine a ver una película de miedo, de esas que me gustaban a mí aunque después no pudiera dormir. Eso sí, junto a un gran vaso de refresco y una gran ración de palomitas con mantequilla, mis favoritas.
Al salir del cine, me encontré en la salida con Bruce Nolan, quien entablaba una conversación con un hombre que no conocía. Él se percató de mi presencia y despachó a aquel hombre lo más rápido que pudo puesto que yo comencé a andar yéndome de allí.

-¡Laura! Laura espera, sé que me has visto. – dijo Bruce mientras corría detrás de mí para alcanzarme.
-¿Qué quieres Bruce? – dije con desgana.
-Quería saludarte, no sabía nada de ti desde hace un tiempo.
-Pues ya me has saludado, ahora si me permites…
-¿Qué te ocurre? – preguntó Bruce cogiéndome del brazo.
-¿Que qué me ocurre? Oh veamos… ¡te has comportado como un energúmeno conmigo desde que volví con Michael y fuiste un maleducado cuando te dije que estaba embarazada!, ¿te parece suficiente motivo? – grité enfadada.
-Vaya…bueno, creo que sí me pasé un poco con mi mal comportamiento pero es que…me sentó muy mal que volvieras con Michael cuando ya habíamos planeado una cita.
-Pues lo siento Bruce, pero las cosas sucedieron así. Sé que yo te gustaba un poco pero no puedes pretender controlar a la gente.
-Lo sé, pero yo siempre controlo todo a mi alrededor y cuando quiero algo hago lo que sea por conseguirlo. Te quería a ti y ese Michael se me adelantó. – dijo Bruce apretando el puño.
-No soy ningún trofeo. Aprende a perder de vez en cuando.
-¿Es que no lo entiendes? No podía perderte. No podía pensar en otra cosa que no fuera verte cada día en The Eagle. Iba allí sólo por estar contigo. Y luego, me viniste diciendo que estabas embarazada y eso fue demasiado, no podía alegrarme porque la única chica de la que estoy enamorado estaba con otro hombre y encima iba a tener un hijo suyo. No podía aguantarlo. – confesó.
-¿Enamorado? ¿Cómo ibas a estar enamorado si apenas pasamos tiempo juntos?
-No lo sé, fue un flechazo, algo inexplicable. Me ponía furioso que estuvieras con otro hombre y, después, el saber que ibas a tener un hijo de él…me entraban ganas de ir a darle una paliza a Michael.
-Por dios Bruce, no puedes pensar eso. Además, destruiste un negocio de Michael y te regocijaste, ¿en serio pretendías que me llevara bien contigo después de todo lo que hiciste?
-Eso era mi trabajo Laura, no voy a cambiar mi método. Supongo que también sabrás quién te contrató realmente para The Eagle ¿no? Hay más gente que conoces que hacen lo que sea como yo para conseguir algo.
-¿De qué hablas? – pregunté incrédula.
-James Martin obligó a su padre Nick a contratarte para tenerte cerca de él e hizo que creyeras que fue por tu talento, que obviamente tienes pero en este caso le dio igual. Le gustaste y quiso tenerte cerca. – confesó sonriendo Bruce.
-¿Qué? ¿Le gustaba a James? ¿Me contrató por eso? ¡No puedo creerlo! ¡Todos sois iguales! ¡Dejad de decidir sobre mi vida! – grité de nuevo muy enfadada.
-Siento que te enteres así pero tenías que saberlo. Espero que te des cuenta que hay más gente de la que piensas que haría cualquier cosa para conseguir lo que se propone. Quizás algún día tú también tengas que hacerlo.
-Pues para mí ahora mismo eso es impensable, nunca he hecho daño o engañado a nadie para conseguir algo que quería. Al final sí que es verdad que abogados como tú o James no tienen conciencia del bien o del mal. Y mientras seáis así no quiero teneros en mi vida ni siquiera como amigos. Que te vaya bien Bruce. – dije mientras me daba la vuelta para irme de allí.

Tenía pensado pasar una noche tranquila pero fue de todo menos eso. El enterarme de estas cosas hacía de nuevo que mi cabeza funcionase a toda revolución. ¿Bruce enamorado de mí? ¿Yo le gustaba a James? No podía creer todo aquello, parecía absurdo. ¿Cómo podía estar alguien enamorado tan deprisa? ¿Cómo podía gustarle a alguien tras haber intercambiado apenas unas de palabras? La respuesta me vino a la mente dos segundos después. Lo mismo que me pasó a mí con Michael.
Me di cuenta que no podía decirles que era imposible querer a alguien tras haberse visto apenas una vez, pero yo sabía con certeza que aquello era posible porque lo había vivido en mí misma. La necesidad de querer estar con alguien que te gusta, que amas; la necesidad de querer saber de esa persona todo el tiempo, de cuidarla, de quererla, de echarla de menos…yo sabía lo que era todo aquello.
Pero por otro lado, no podía creer que James me hubiera hecho todo aquello. Sabía de lo que Bruce era capaz pero ¿de James? No habría pensado eso. Estaba claro que no había que confiar en la gente tanto como lo hacía yo.
Dos horas después me encontraba en casa de Charlotte tumbada en el sofá, viendo una película romántica y llorando a moco tendido.
Charlotte llegó justo cuando acabó la película, muy sonriente, se la veía como nueva, como si no hubiera pasado nunca su ruptura con Peter.

-Hola Laura. ¡Ha sido…! ¿Qué te ocurre? ¿Por qué loras? – dijo sentándose en el sofá cerca de mí.
-Oh nada, es que acabo de ver una película romántica y…soy una blandengue, jajaja. Venga, ¡cuéntame tu cita con el congresista! – dije emocionada poniendome de rodillas encima del sofá.
-¡Pues ha sido fenomenal! Me ha llevado a cenar al River Café, no sé si te suena pero está justo en la costa de Brooklyn mirando hacia Manhattan, al lado del puente Brooklyn. Es precioso, podías disfrutar de la marea del mar y también se veía Manhattan por los enormes ventanales – comentó emocionada Charlotte – la verdad que no sé qué pedí para cenar pero no me importó. Hablamos de muchísimas cosas y estuve muy a gusto con él.
-¿De verdad? ¡Cómo me alegro!
-Sí. Nos pusieron en la mesa más apartada que había, porque como ya sabes aún no podemos salir en público. Cada vez que me cogía la mano me entraba un escalofrío, era como volver a estar con…
-No pasa nada si te acuerdas de Peter, es normal. Lo importante es que te gustó salir con Paul.
-Si que me gustó. ¿Es normal que me pueda gustar otro hombre y estar aún enamorada de Peter?
-Claro que sí. Sólo debes asimilarlo y lo irás superando.
-Bueno, pues después del postre fuimos a dar un paseo por la costa, eso sí con sus guardaespaldas acompañándonos. No te imaginas lo incómodo que es que estén todo el rato tras de ti.
-Pues para querer mantener en secreto la relación no ayuda mucho que se vea a un puñado de guardaespaldas custodiando a alguien en mitad de la calle. Eso incita a la gente para excusear, al menos a mi me lo parecería. – aporté mi opinión riéndome.
-Tienes mucha razón, se lo diré a Paul. Pues bien, estuvimos caminando agarrados de la mano, nos besamos y me dijo que yo le gustaba mucho. - dijo Charlotte entre suspiros.
-Me alegro de verdad, parece que va en serio todo esto.
-Pues claro que va en serio, tan en serio como que le dije que se divorciase cuanto antes de su esposa para poder estar juntos como es debido.
-Me parece bien que le hayas dicho eso, más vale que lo tenga bien en cuenta. Entonces, ¿crees que podrías llegar a enamorarte de Paul? – pregunté levantando una ceja.
-Podría. Sí, creo que podría.
-¡Cómo me gustan estas conversaciones! Jajaja.
-Oye, ¿cómo ha ido tu noche? – preguntó Charlotte mientras se quitaba los zapatos de tacón.
-La película bien. Pero al salir del cine me encontré con Bruce Nolan y fue horrible. Decía que no sabía por qué no le hablaba y ya tuve que explotar.
-¿En serio? Se habrá quedado blanco.
-Algo así. Pero, ¿sabes qué me dijo? Que su reacción le parecía normal porque estaba enamorado de mí. – dije elevando la voz.
-¿Qué? ¿Estaba enamorado? Dios, eso es nuevo, pero quizás encuentre normal sus desaires hacia ti.
-Ya. Después lo pensé. Me puse en su lugar con Michael. Yo habría hecho cualquier cosa por estar con él, aunque no se dio el caso de que tuviera que dañar a alguien por eso. Además, ¿sabes qué? Me dijo que James Martin fue quien realmente me contrató porque yo le gustaba, ¡esto es de locos! – dije alzando los brazos.
-¿De verdad? Caray, Laura, ¿qué haces para enamorarlos a todos? – preguntó Charlotte riéndose.
-No hago nada para enamorarles, jamás fue esa mi intención. ¡Y no tiene gracia!
-Un poquito sí, querida amiga. Vayámonos a dormir anda, estoy bastante cansada.

Unos días despues recibí una llamanda del New York Post, quienes me confirmaron que me habían contratado para el puesto d el cual había hecho la entrevista. Me llené totalmente de emoción, ya que pensaba que lo había hecho fatal y no había impresionado al hombre de recursos humanos.
Para celebrarlo, Charlotte y yo fuimos de compras a la Quinta Avenida, ya que yo necesitaba una renovación de vestuario para esta nueva etapa en un periódico tan importante.
Estaba tan contenta que me daba igual que la ropa bonita no me cupiera por mi gran barriga, pero aún así me di bastantes caprichos nada típicos de alguien embarazada, como un par de zapatos de tacón altísimos de Manolo Blahnik y otros de Gucci. Además, Charlotte me hizo comprar dos vestidos de noche de Dolce & Gabbana, su firma de ropa preferida, pero no eran mi talla actual, sino la que tenía antes de quedarme embarazada. Charlotte decía que en cuanto tuviese al bebé volvería a tener mi cuerpo anterior, aunque yo no estaba tan segura, pero así me tomé ese capricho, al igual que ella con otras cosas.
Después de las compras nos apeteció comer un poco de comida japonesa, asíque nos fuimos a Sushi Yasuda.

-Oye, vas a dar a luz en un mes o quizás menos, ¿qué dicen los del New York Post sobre eso? Es bastante raro que nada más empezar a trabajar tengas que darte de baja para cuidar del bebé. – comentó Charlotte mientras bebía de su copa de vino.
-Supongo que sabrán que estoy embarazada, mi barriga no es invisible. De todas formas se lo dije al hombre de recursos humanos, asíque si me han contratado no creo que les suponga un problema.
-¿Vas a avisar a Michael cuando vayas a dar a luz?
-Realmente no lo he pensado. Lo único que sé es que no quiero verle ni estar con él.
-Pero es también su bebé el que va a nacer, quizás esa criatura deba tener la figura de un padre, no tiene la culpa de venir al mundo en las condiciones en las que sus padres están.
-Lo sé Charlotte, no me hagas sentir peor. No quiero que mi bebé nazca sin un padre, pero tampoco quiero ser una infeliz. Como mucho tendríamos en común al bebé, nada más. – aclaré mientras comía un trozo de sushi y bebía un sorbo de agua.