Quizás Charlotte tuviera razón y debiera volver a mantener el contacto con
Michael por el bien del bebé. Estaba claro que no último que deseaba era que la
criatura tuviera falta paternal por mi culpa. Pero por otro lado no quería que
Michael me volviera a hacer daño de nuevo, era algo que tenía muy presente.
El final de aquel día fue bastante agotador, al menos para mí, pues
tenía los pies bastantes hinchados al volver a casa con Charlotte.
Al día siguiente me dirigí hacia las oficinas del New York Post para
comenzar mi primer día de trabajo. Susan, quien iba a ser mi secretaria, me
enseñó casi todo el edificio para que me fuera familiarizando. Eran una mujer
bajita y sonriente, con el pelo negro, liso y un corte recto, estaba casi todo
el tiempo sonriendo y parecía bastante simpática, divertida y un tanto cotilla,
puesto que recorriendo las oficinas me contó bastantes chismes de la gente que
trabajaba allí.
-No te preocupes, todos tus secretos estarán a salvo conmigo. Que te
cuente esto no significa que no puedas confiar en mi eh, te lo aseguro. – Dijo
sonriente Susan mientras andábamos por un pasillo amplio y luminoso – aquí está
tu despacho. Como verás no está decorado así que podrás traer lo que te
apetezca.
-Vaya es muy grande, me gusta mucho. – dije mientras andaba mirando el
despacho detenidamente.
-¿Sabes usar el interfono para hablar conmigo, verdad?
-Sí, sí, por supuesto. Por cierto, te quería comentar algo sobre mi
embarazo…
-Mira, - me cortó Susan – no te preocupes por eso, por tu barriga puede
que te quede un mes o menos para dar a luz, pero el director de recursos humanos ha tenido en
cuenta este tema y no quiero que empieces hasta que hayas tenido tu baja
maternal. Cree que es más conveniente no cortar el trabajo dentro de dos
semanas o así para volver después. – me explicó.
-Ah, pues…me parece muy bien.
-Ten, aquí tienes los papeles de la baja. Creo que pone que vuelvas a
principio de Noviembre.
-De acuerdo. Pues muchas gracias por tu atención, Susan.
-De nada Laura, estoy aquí para ayudarte. Espero que todo salga bien
con tu embarazo y vuelvas espléndida. – comentó Susan mientras me daba un
abrazo bastante fuerte.
*****************************
Unos días después, no sabía qué hacer. Era tan aburrido estar embarazada
y no poder trabajar…estaba deseando que naciera ya el niño o niña que llevaba
dentro para tener algo en lo que emplear mi tiempo. Todas las revistas sobre
bebés me las había leído varias veces y, básicamente lo que hacía cada día era
cocinar y mantener la casa limpia.
Se me pasó varias veces por la cabeza llamar a Michael, pero no tenía
ninguna gana de verle. Mientras, Charlotte salió un par de veces más con Paul y
cada vez le iba mejor. Ya apenas mencionaba a Peter y creo que se estaba
enamorando un poco del congresista, quien por desgracia, aún no había tenido el
placer de conocer, ya que siempre estaba ocupado.
Ya a mediados de Julio, a Charlotte le daba reparo dejarme sola en casa
mientras ella trabajaba y salía con Paul, pero ella no era la culpable de mi
situación, asíque le dije que no se tenía que preocupar de nada.
Así pues, un día apareció en casa Charlotte con Paul, quién a primera
vista me pareció bastante guapo y encantador para tener la edad que tenía, pero
no era el único invitado; inmediatamente apareció en último lugar Michael.
Estaba tan guapo como de costumbre, pero no iba trajeado sino con un
pantalón bermuda caqui, un polo azul que le resaltaba el color de ojos, y unas
deportivas blancas Adidas.
Mi cara se puso inmediatamente rígida, no podía creer que Charlotte me
hubiera hecho esto.
-Laura, te presento a Paul. Paul esta es Laura. – dijo sonriente
Charlotte.
-Encantada Paul. – Dije mientras miraba con fiereza el rostro de mi
amiga - ¿Qué demonios te crees que estás haciendo, Charlotte? ¿Es que no
hablamos con bastante claridad el otro día? ¡Qué demonios haces! – grité sin
importarme quien estuviera delante.
-Cálmate Laura. Lo he hecho por tu bien, no me gusta verte aquí sola
así de esa manera…
-¡Quien eres tú para decirme cómo llevar mi vida! ¿Quién eres tú, eh?
-Laura, cálmate por favor… - intentó mediar Paul.
-¡Lo siento Paul! ¡Pero resulta que mi mejor amiga me ha traicionado!
-Quería que estuvieras bien, eso era todo, Laura. – dijo Charlotte con
lágrimas en los ojos.
-No quería tu ayuda, ¡estaba fenomenal! ¡Te dije que no le quería tener
en mi vida! ¡Sabes el daño que me hizo! ¡No le quiero en….! ¡Ahhhh! – pero de
pronto mientras gritaba me dio un fuerte dolor en la barriga y tuve que
sentarme en el sofá para no caerme al suelo.
-¡Laura! ¿Qué te ocurre mi vida? – dijo Michael mientras corría hacia
mi lado.
-Ahh…dios…qué dolor…y no me llames “mi vida” que ya no lo soy.
-¿Qué te ocurre? ¿Estás bien? – preguntó Charlotte.
-¿Tengo pinta de estar bien? – Pregunté retóricamente – me duele, me
duele la barriga.
-Te llevaremos a la clínica, allí te examinarán y verán que ocurre. –
dijo Michael levantándose mientras cogía las llaves del coche.
-Vamos Charlotte, acompañémosles. – dijo Paul cogiendo de la mano a
Charlotte mientras nos íbamos todos juntos.
Michael condujo como un loco por las calles de Nueva York hasta el
hospital Universitario Presbiteriano de Columbia y Cornell. Dejó el coche en
marcha en la zona de urgencias mientras me ayudaban a salir Charlotte y Paul, y
Michael entraba como una bala para avisar a los médicos y enfermeras sobre mi
estado.
Me trajeron una silla de ruedas, me senté y me llevaron directamente a
una habitación, la cual era individual y bastante confortable, parecía una
suite con varios sofás, muebles, baño individual y televisión. Estaba segura
que Michael había tenido algo que ver que me asignaran aquella habitación. Me
tuve que poner un camisón y me tumbé en la cama hasta que el médico llegó.
-Bien, Laura. Me han contado que estas teniendo dolores en la zona
abdominal desde hace unos veinte minutos, ¿es así? – preguntó el médico.
-Sí, así es.
-¿Todo el embarazo ha ido normal?
-Por supuesto, todo bien.
-¿Has tenido estrés últimamente?
-Bueno…hace un rato he discutido y ha sido cuando me han empezado los
dolores.
-De acuerdo. Voy a examinarte el cuello del útero y ver las constantes
vitales del bebé. Pon las piernas aquí subidas y abiertas. – Me dijo mientras
me colocaba correctamente – veamos… De acuerdo. Tengo que provocarte el parto,
Laura, porque por lo visto el bebé ya está en condiciones de salir y, de hecho
tiene ganas de estar fuera, jejeje. Sus constantes vitales puede que se
reduzcan si no actuamos, aunque aún no ha llegado a ese extremo, pero no
esperaremos. Te voy a romper la bolsa amniótica y a ponerte oxitocina para que
dilates, ¿vale? Dentro de un rato volveré para ver cómo va evolucionando todo.
– me dijo sonriente.
-Entonces… ¿mi bebé está bien? – pregunté asustada.
-Por supuesto. Por ahora todo va bien.
-¿Y por qué esos dolores? -
preguntó Michael.
-Ha sido una subida de tensión provocada por esa discusión anterior.
Por ello el bebé, digamos que se ha despertado de su letargo, y ya es bastante
grande como para poder salir, se encuentra a disgusto dentro porque ya no tiene
apenas espacio. Pero es normal, el último mes es el más pesado porque no tienen
hueco. – explicó el médico. – Bien, pues mando ahora a una enfermera para que
te ponga la oxitocina y, antes de irme te romperé la bolsa amniótica. Notarás
como si estuvieras orinando, no te preocupes.
Fue exactamente como dijo el médico, me sentí un poco avergonzada pero
sabía que era normal. La enfermera vino cinco minutos después, me puso una vía
en el brazo y un gotero con oxitocina. Todos se sentaron en los sillones
mientras reinaba el silencio en aquella habitación, aunque poco después
empezaron a aparecer las contracciones. Nunca en toda mi vida había
experimentado tal dolor, era espantoso.
-¡Quiero que me pongan la epidural, por favor! – grité medio llorando.
-Mike, llama a la enfermera a ver si puede darle algo, corre. – dijo
Charlotte mientras me cogía de la mano.
Michael salió corriendo al pasillo y escuché dar unas voces. Poco
después apareció junto con una enfermera y el médico que me había atendido al
principio, quien se puso de nuevo a examinarme.
-No puedo ponerte aún la epidural, Laura, sólo has dilatado un
centímetro. Sólo la puedo poner cuando tengas dos o tres más porque sino puede
ralentizar el proceso e incluso detenerlo. Por ahora debes aguantar, volveré
dentro e un rato.
Aquello era un calvario y encima aún no podían sedarme, no sabía si
podría aguantar mucho más. Paul se tuvo que despedir de Charlotte porque tenía
que volver a trabajar, pero no sin antes desearme suerte en mi experiencia.
Michael se sentó a mi lado y me cambiaba las gasas mojadas que me ponía en la
frente así las necesitase. No me hacía mucha gracia pero era un buen detalle
que me estuviera ayudando.
Mientras, Ray, Miranda y Kyle llegaron al aeropuerto JFK aquel día. No
sabían que estaba de parto pero se dirigieron al apartamento donde Charlotte y
yo vivimos durante nuestra etapa universitaria en Harlem. Una vez allí se
dieron cuenta que no vivía nadie, asíque averiguaron dónde vivía Michael.
Intentaron contactar conmigo pero mi teléfono se había quedado sin batería, por
lo que decidieron quedarse allí y esperarme en la propia puerta de su casa.
Al cabo de un par de horas, el médico volvió a la habitación y me
examinó de nuevo.
-Bueno, gracias a Dios ya has dilatado cuatro centímetros, mandaré a la
enfermera para que te ponga la epidural. Sölo sentirás algo de presión, que
corresponden a las contracciones para que así sea más fácil el parto y sepas
cuándo debes empujar, ¿de acuerdo? – dijo el médico cogiéndome de la mano.
-Muchas gracias, lo necesitaba…
Poco después apareció la enfermera, me abrió el camisón por la espalda
y me dio un pinchazo entre dos vertebras de la zona lumbar. Sentí bastante
presión, pero todo fuera por terminar con aquellos dolores.
Después de que me hiciera efecto me di cuenta que estaba muy cansada
por los esfuerzos de aguantar el dolor, y me adormilé bastante. Michael me
agarró de la mano y me acarició el pelo mientras pasaban los minutos. En aquel
momento no tenía ganas de discutir con él, no era momento y lo único que quería
era tener a mi bebé ya en mis brazos.
Charlotte también se tuvo que ir a trabajar asíque nos quedamos los dos
solo en la habitación.
-¿Cómo te encuentras? ¿Qué necesitas? – me preguntó Michael.
-Me apetecería dormir, pero no sé si debo. Ahora estoy mucho mejor
después de que me pusieran la epidural.
-Me alegro. No tenías muy buena cara antes, me dolía verte así.
-Todas las mujeres que son madres pasan por esto y el premio es lo
mejor, asíque no nos tengas pena.
-Ya, pero no me gusta verte sufrir.
-Prefiero este sufrimiento a otros.
-Laura…no es lo que piensas. No te engañé con otra mujer, de verdad.
-¡No quiero hablar de eso! Quiero estar tranquila. – elevé la voz.
-Necesito que me comprendas, por favor, ¡mi encuentro con Rachel fue
casual!
-Rachel Cohen…sí, sí que era verdad la información que Melinda me había
dado.
-¡Estuve casado con ella dos días cuando era joven! ¡Nada más! ¡Nos
divorciamos hace años! Bueno, ni siquiera hubo que tramitar un divorcio, fue
una nulidad del matrimonio.
-¿Qué? ¿Qué demonios significa eso?
-Verás…yo salí con Rachel cuando éramos adolescentes. Tendríamos 16 o
17 años cuando ocurrió. Pero me cansé de estar con ella y le hice saber poco a
poco que iba a terminar la relación. Ella, quien decía que estaba muy enamorada
de mí, hizo lo posible para que no cortásemos. Y digo todo porque hizo
absolutamente todo, hasta decirme que se había quedado embarazada. Yo me quedé
totalmente desubicado. Pero no se quedó ahí la cosa. Rachel les comentó a sus padres
que estaba esperando un hijo mío, y sus padres se lo dijeron a los míos, los
cuales me dijeron que mi responsabilidad era casarme con Rachel y formar una
familia.
-¿En serio? - dije con cara de
incredulidad.
-Pues sí, pero ahí no acaba la cosa. Una vez nos casamos, me dijo al día
siguiente que su embarazo fue una invención para que la dejase.
-¿Qué?
-Sí, así fue. Por ello, fui a un abogado y me dijo que no había
problema, que no era necesario un divorcio sino una simple nulidad matrimonial por
“Vicio de consentimiento por grave
defecto de discreción de juicio” lo llamó. Recabamos pruebas y las llevamos
ante el juez, el cual dictaminó que volvía a estar de nuevo soltero y sin
esposa.
-Dios mío…
-Ya ves. No tengo nada con
ella, me la encontré por casualidad en Philadelphia porque ella quería abrir
una peluquería allí en esa ciudad. Después me pidió ayuda para su apertura pero
no la busqué ni he estado con ella, créeme.
-No lo sé…Melinda me dio esos
papeles y fotos y a mí se me vino el mundo encima. Necesito tiempo para
asimilar esto y ahora no es un buen momento para pensar. – me excusé.
-Lo sé. Estoy ansioso por ver a
nuestro bebé. – dijo sonriendo.
-¿Por qué no me has buscado
estos dos o tres últimos meses? Pensé ya que te habrías olvidado.
-¿Cómo te iba a poder olvidar,
Laura? ¿Cuántas veces he de decirte que eres la razón de mi vida? Sé dónde has
estado, la verdad que no fue nada fácil ubicarte en Barcelona, pero Walt es el
mejor asíque lo consiguió. Decidí no decirte nada para no agobiarte, no quería
que salieras huyendo de nuevo si sabías que andaba tras de ti.
-Muy perspicaz, Mike…menudo
truco. – comenté sonriendo.
Durante las siguientes cuatro
horas Michael me trató como una auténtica reina, estaba muy cariñoso y se le
veía entusiasmado con este acontecimiento. No podía odiarle, y mucho menos en
estas circunstancias.
-Dios mío…mis padres están de
camino al hospital. – comentó Michael mirando el teléfono.
-¿Qué? ¡Pero si no los conozco
aún! Es verdad… ¿por qué no me los has presentado?
-No tenemos una relación muy
cercana que digamos. Me llevo mejor con mi hermano Eric y mi hermana Allison.
-Pero aún así…no presentarme a
tus padres sabiendo que van a ser abuelos…
-Tú tampoco me has presentado a
los tuyos.
-Lo sé, pero es que los míos te
odiaban por estar conmigo con lo joven que era, no era muy recomendable que los
conocieras.
-Bueno, pues los vas a conocer.
Poco después llegó el médico,
me examinó de nuevo y me dijo que ya estaba lista para ir al paritorio y tener
al bebé. Mi corazón empezó a latir con más fuerza y mis nervios volvieron a
aflorar: iba a tener a mi primer hijo o hija, y pensábdolo bien, iba a tenerlo
con el hombre que amaba. Daba igual que le hubiera odiado pero le quería mucho
más.
En el quirófano, Michael entró
vestido de enfermero, por un momento pensé que estaba ridículo y me reí. Él me
miró, se puso a mi lado y sonrió porque sabía perfectamente lo que estaba
pensando.
El médico me colocó bien y me
dijo que cada vez que sintiera contracciones empezase a empujar, que él también
me guiaría.
Así pues, cada vez que sentía
alguna presión empujaba. Gracias a la epidural aquello fue mucho más llevadero,
no sé qué habría sido de mí sin ella porque había sido realmente doloroso.
Poco después, una media hora,
el médico sacó a un precioso bebé de mi vientre.
-¡Es una niña! – Gritó el
médico - ¡Y está perfecta!
-¿Una niña? Oh dios mío…mi
preciosa hija… - dije mientras se me caían las lágrimas por las mejillas. Miré
a Michael y estaba en silencio también llorando de la alegría y la emoción de
que por fin tendría a su hija entre sus brazos.
-Es…es preciosa como tú, Laura…
- dijo Michael entre sollozos mientras le daban a su hija en brazos – mírala –
y me la dio para que la pudiera coger.
Michael me la acercó para que
la viera y la cogí. Había dejado de llorar después de que los médicos le
hubieran despejado las vías respiratorias y se la veía muy cómoda.
-No me puedo creer que ya esté
con nosotros… - dije emocionada.
-¿Cuál será su nombre? – nos
preguntó el médico.
-Pues, no lo sé. No sabíamos
que sería niña, asíque no buscamos un nombre. Aunque si Laura tiene alguna
idea… - comenzó a decir Michael.
-Quizás…bueno como he tenido
estas dos últimas semanas tanto tiempo libre pues había quensado que si era
niño sería Dylan o Ryan, y si era niña Aubree Lynn. – dije acompasamente.
-Sí, es perfecto, me gusta
mucho. – dijo sonriente Michael aceptándolo.
-Perfecto, ¿y el apellido? –
preguntó de nuevo el médico.
-Stanford. Tendrá Stanford de
apellido. – comenté con una sonrisa mientras miraba a Michael, quien no se
esperaba que le fuera a dar tal regalo.
-Muy bien. Pues ya tenéis a
vuestra Aubree Lynn Stanford, día 17 de Julio. Ahora les llevaremos de vuelta a
la habitación.
De vuelta a la habitación con
Aubree en mis brazos, me sentí totalmente completa y feliz, era increíble lo
que una persona tan pequeñita podía dejarse querer. Michael se sentó a mi lado
mirando a su hija y acariciándola como si fuera muy frágil.
-¿Por qué le has dado mi
apellido? Pensé…pensé que le podrías el tuvo después de lo que pasó. – preguntó
Michael.
-Lo sé. Y hubo un momento hace
unos días en que estaba segura de haberle puesto el mío. Pero después de
tenerla, lo vi claro. Aunque nos hayamos peleado, aunque haya gente que quiero
separarnos…sé que te amo y que estoy enamorada de ti. No podía quitarle tu
apellido porque es fruto del amor de los dos y no habría estado bien hacer eso.
-Laura…yo también te amo más
que a nada, de verdad. Y ahora, también amo a esta niña, la niña de mis ojos.
Siempre os amaré pase lo que pase… - dijo mientras se acercaba para besarme.
De nuevo, volví a sentir ese
cosquilleo en mi estómago gracias a él, gracias a Michael. Por ahora había sido
el único que me había despertado ese sentimiento en mi irterior.
Tras una media hora a solas,
aparecieron los padres de Michael por la puerta de la habitación. Su padre,
alto y apuesto, y su madre, rubia, ojos azules y bien vestida.
-Hola papá, hola mamá. – dijo
Michael fingiendo alegría. – Os presentó a
mi novia, Laura Stevens, y a mi hija, Aubree Lynn. Laura, éstos son mis
padres, William y Tess.
Los dos padres vinieron hacia
mí sonriendo y me dieron un par de besos, al igual que a Aubree.
-No me puedo creer que seamos
abuelos ¡Estoy encantada! – gritó Tess mirando a Aubree con grandes ojos
entusiasmada.
-Pues sí, apenas hace casi una
hora que nació, ha sido un día duro. – comentó Michael.
-Hijo, ¿cómo no nos dijiste
nada? Nos hemos tenido que enterar por la prensa. Imagínate, una llamada que
decía que habías sido visto entrando en el hospital con tu novia súper
embarazada. Lo tuvimos claro, sabíamos que iba a dar a luz asíque vinimos
inmediatamente. – argumentó William mientras se quitaba la chaqueta de su traje
con corbata.
-He estado muy ocupado, papá.
Apenas he tenido tiempo… - inventó una excusa Michael para salir del apuro.
-¿Me dejas cogerla, Laura? –
preguntó Tess.
-Oh, sí, por supuesto. – dije
mientras le daba en brazos a Aubree, aunque al segundo empecé a echarla de
menos.
-Es preciosa, chicos. Tiene los
ojos de Mike, ¡en serio! Los ha abierto y son exactamente del mismo color de
azul. Y el cabello es bastante clarito asíque también es de mi Mike, que era
rubio de pqueño. – dijo mientras miraba a su hijo. – pero la cara es de Laura,
eso sin duda, ¡Qué alegría!
-Gracias, señora Stanford. –
dije sintiéndome incómoda por tantos halagos.
-Oh, no me llames señora,
llámame Tess, ahora eres de la familia.
-¡Deberíamos hacer una fiesta
de bienvenida para la pequeña! ¿Qué os parece? La haremos la fiesta en nuestra
casa de Long Branch. Llamaré a mi asistente para que lo organice todo. – dijo
William.
-¡Papá! No sé si es buena idea,
acaba de nacer y Laura está convaleciente, deberíamos hablarlo con
tranquilidad.
-Oh vamos, no tiene por qué ser
mañana, además ¿habéis celebrado un babyshower? – volvió a preguntar William
mirándome.
-La verdad es que no… - dije
asustada.
-Pues decidido, haremos una
fiesta, a Laura le gustará ya verás.
Tess volvió a darme a Aubree y
me sentí mucho mejor, aunque Michael no se separaba de mí un instante. Estaba
claro que la visita de sus padres era non grata y empezaba a estar irascible.
Poco después aparecieron mis
padres con mi hermano Kyle, quienes se sorprendieron al ver allí a los padres
de Mike, pero aún así tenían cara de enfado.
-Hola, mamá, papá, Kyle. Éste
es Mike, ellos William y Tess, sus padres…y ésta es Aubree, vuestra nieta. –
dije sonriendo, aunque sabía que me caería una buena reprimenda por no haberles
dicho nada.
-¡Soy tío! Déjamela coger
Laura. – dijo emocionado Kyle cogiendo a Aubree.
William y Tess fueron a darles
la mano a mis padres, al igual que Michael, pero ellos le negaron el saludo y
todo comenzó a ser más que incómodo.
-¿Se puede saber por qué no nos
dijiste que estabas embarazada? ¿Crees que está bien enterarnos por la prensa?
¡Por dios somos tus padres! – dijo mi madre gritando histérica.
-Y peor aún, ¿cómo se te ocurre
quedarte embarazada de éste tipo? ¿Es que no te dijimos que no queríamos
volverte a ver con él? ¡No quiero volver a veros juntos! – alzó la voz mi padre
también.
-¿Pero de qué están hablando? –
Preguntó William - ¿Qué ocurre?
-No podéis obligarme a hacer lo
que queréis, ya no soy una niña, ¿queda claro? Le amo y voy a seguir amándolo
hasta el fin de mis días, asíque olvidaros de hacer nada al respecto. – espeté
cruzándome de brazos.
-¡De eso nada! Ahora mismo te
vienes con nosotros… - dijo mi padre.
-Por favor, no creo que sea
buena idea que estemos discutiendo ahora. Acaba de nacer nuestra hija y Laura
está bastante cansada, deberíamos dejarles descansar. – dijo Michael intentando
poner calma.
-Por mi hija nos iremos, pero
volveremos, y no creas que os saldréis con la vuestra, familia Stanford. –
contestó mi padre mientras cogía la mano de mi madre y se iban de allí.
Kyle me dio a la niña, me hizo
un gesto de no saber qué estaba pasando y se fue con ellos. William y Michael
no se creían lo que acababa de pasar, pero Tess empezó a llorar.
-¿Qué ocurre querída? –
preguntó William a su esposa.
-Necesito irme de aquí, tengo
que relajarme… - y salió corriendo de la habitación con William detrás de ella
diciéndole que le esperase.
Michael y yo nos quedamos
estupefactos con aquella escena que acabábamos de presenciar. Era totalmente
descabellado lo que mis padres intentaban conseguir. ¿Cómo iban a separarme
ahora del padre de mi hija? Estaban locos si pensaban que iba a hacer lo que
ellos quisieran sin pelear.
-¿Sabes qué les puede estar
pasando a tus padres? No entiendo el odio que tienen hacia mí.
-No tengo ni idea, pero por lo
visto no es sólo a ti. Odian a todos los Stanford. – aclaré.
-Ahora que parecía que se había
solucionado todo ocurre esto…
-Lucharemos, amor, no
permitiremos que nos separen. Tenemos una hija y debemos estar junto a ella,
los dos, siempre.
-Sí, eso por descontado. No
permitiré que os alejen de mí. – prometió Michael.