-¿Qué? ¿Entonces cómo
demonios es posible? A menos que de verdad sea un virus.
-¿Qué clase de virus te
retrasa la regla?
-Es verdad. Mira,
vayamos en un momento a la farmacia a por un test de embarazo y saldremos de
dudas – dije ansiosa.
-No puedo irme de mi
fiesta, me conocen todos. Sería mejor que fueras tú y lo trajeras.
-De acuerdo, tardaré
unos minutos, no salgas de aquí.
Salí apresuradamente del
baño y recorrí la gran estancia donde se celebraba la fiesta, haciendo caso
omiso a las llamadas con mi nombre de Mike y compañía. Corrí con el vestido
largo de fiesta por las calles de Nueva York en plena noche hasta encontrar una
farmacia abierta donde comprar el test. Tras tenerlo por fin, regresé a la
fiesta, de nuevo sin hacer caso a nadie y llegando hasta el baño, donde
cerramos el cerrojo para que nadie nos molestase.
Charlotte hizo lo que
ponía en las instrucciones, hacer pis en el palito y dejarlo reposar durante
cinco minutos hasta saber la respuesta.
-Estoy muy nerviosa –
confesó Charlotte.
-No te preocupes. Si no
estás embarazada bien, y si lo estás…bueno, estás casada, tu hijo tendrá todo
lo que necesita.
-Pero Paul sólo lo
quiere para aparentar y ganar votos, no porque vaya a quererlo.
-Eso no lo sabes. Seguro
que si tenéis un bebé lo amará como a sus otros hijos – dije animándola.
-Ya sabes que no quiero
tener un bebé con Paul, y menos ahora, hasta que al menos no sepa que soy lo
más importante para él.
-Lo sé, pero…ya han
pasado los cinco minutos, puedes mirar el resultado.
-No sé si tengo fuerzas
para mirarlo, ¿por qué no lo haces tú? – dijo Charlotte.
-De acuerdo, allá voy –
dije cogiendo el predictor – pues…ha dado positivo, estás embarazada.
-¡Dios mío! ¡Cómo puede
ser posible! ¡Tomo pastillas anticonceptivas!
-No te alteres Char, no
es bueno, debes asimilarlo. Además, quizás podamos retrasar la noticia a Paul,
que no se entere hasta que averiguemos cómo solucionar todo.
-¿Cómo se soluciona no
querer tener un bebé con un hombre del que no estás segura al 100%? – preguntó
Charlotte.
-Creo que tú ya sabes la
respuesta.
-Dios… ¿Un aborto? No sé
si podría…
-Bueno, creo que por
ahora debemos guardar el secreto, tendremos tiempo para tomar una decisión –
dije intentando calmarla.
-Está bien. Salgamos ya
de aquí, se preguntarán dónde estamos.
Al llegar a la gran
estancia donde estaba la fiesta, nos juntamos con los nuestros, quienes nos
hicieron preguntan sobre qué habíamos estado haciendo. Pero nos inventamos que
Charlotte me había ido a enseñar su nueva colección de vestidos desde que
estaba casada con Paul. Salimos del apuro con bastante credibilidad, pese a la
mirada poco creíble de Mike.
Poco después, Paul se
subió a las escaleras que llevaban al piso de arriba, chascó su vaso de champán
con una cucharilla para que todos le atendieran, y se dispuso a hablar.
-Unos minutos de
silencio, por favor. Quisiera dar un brindis por mi querida esposa, quien
celebra su 23 cumpleaños. Charlotte, ven aquí a mi lado – dijo para que
Charlotte subiera a su lado – ella ha hecho que vuelva a creer en el amor y en
mí mismo. Ella es la primera que me apoya para mi candidatura a la presidencia
y es lo más importante para mí. Querida, te deseo un feliz cumpleaños, y que
pasemos juntos muchos más.
Paul le dio una copa de
champán a Charlotte para que brindara con el resto de invitados a la vez. Todos
levantaron la copa y bebieron, menos Charlotte, quien se quedó sonriendo.
Después, la fiesta siguió desarrollándose con la misma normalidad.
Entablé bastante amistad
con la gente que Charlotte nos había presentado; Sean, Ty, James Tina y Ellen,
ya que con Cole no hablé nada porque Allison y él habían desaparecido de la
fiesta.
Mike y yo bailamos junto
con los demás presentes, la gente también le saludaba a él, ya que era
demasiado conocido. A él no le gustaba tener que hablar de negocios en una
fiesta porque, como él decía, para eso estaban los despachos, libres de ojos y
oídos.
Paul se acercó por fin a
saludarnos, ya que había estado toda la noche atendiendo a las demás personas.
-Qué alegría que hayáis
venido a la fiesta de mi mujer – dijo Paul.
-No, nos lo hubiéramos
perdido por nada. Veo que te desenvuelves bien entre esta gente – dije sin
tapujos – creo que Charlotte no conocía ni a la mitad de los invitados.
-Sí, es cierto. Pero
quería aprovechar para que todos la conocieran.
-¿Para que la conocieran
o para dar una buena imagen? – pregunté relamiéndome.
-Laura, estoy en pleno
proceso de elecciones, te mentiría si te dijese que la imagen me da igual. Pero
puede que sí haya aprovechado la ocasión para conseguir algo más de apoyo de
gente importante en la política.
-¿Y no te importa que
ella no se lo pase bien el día de su cumpleaños? Sinceramente creo que hubiera
sido más feliz si sólo hubiéramos estado nosotros, en un pub, con whiskey y
música de hoy en día – dije frunciendo el ceño.
-Bueno amor, Paul ha
hecho esto lo mejor que ha podido… - dijo Mike intentando quitarle leña al
fuego.
-Quizás ahora ella y tú
penséis eso, pero dentro de un tiempo, cuando sea Presidente y ella Primera
Dama me lo agradecerá – dijo Paul con una sonrisa mientras se daba la vuelta y
se iba.
Definitivamente empecé a
odiar a quel tipo. Yo jamás había odiado a nadie como a Paul en aquellos
instantes, ya que hacerle la vida difícil a mi mejor amiga era ya algo
personal. Mike me cogió del brazo y me llevó hasta un sitio apartado donde
nadie nos escuchara puesto que estaba un poco enfadado conmigo.
-¿Por qué le hablas así
a Paul?
-Se lo merece, mira que
hacerle esta fiesta tan estúpida por su cumpleaños…si la conociera sabría que
no le gustan estas cosas para su propio cumpleaños.
-Pero es su marido y él,
aunque haya tenido también otras intenciones además del cumpleaños, ha hecho lo
que creía mejor para ella – se explicó Michael.
-Si la quisiera no
habría hecho esto, sólo ha pensado en él.
-Por dios, cariño, ¿qué
ocurre últimamente? Charlotte y tú os escondéis para hablar, no me cuentas nada
y sé que estáis ocultando algo.
-No es nada
importante…es sólo…que a Charlotte se le hace difícil todo esto de tener que
pasar por las elecciones a la presidencia, no tiene tiempo para estar con su
marido – dije contándole sólo una mínima parte.
-Está bien que apoyes a
tu amiga, pero acusar a su marido de no pensar en ella ya es algo diferente. Si
al menos lo hubieras hecho en un tono decente lo aceptaría, pero estabas siendo
muy impertinente. Ayudar a Charlotte no significa discutir con su marido, ellos
deben arreglar sus cosas a solas, si tú puedes apoyarla bien, pero no sabes lo
que realmente ocurre con ellos, en sus pensamientos y sentimientos – me dijo
Mike con tono enfadado.
-Sí que sé lo que les
pasa, Charlotte me cuenta todo lo que pasa por su cabeza y su corazón. Y si
tengo que enfadarme y decirle las cosas a la cara a Paul, se las diré, porque
quiero lo mejor para mi amiga. Si veo que hace algo que no está bien mi deber
es decírselo.
-Sí, pero… ¿qué demonios
pasa entre ellos? Si me lo explicaras, podría entenderlo y quizás comprendería
por qué le has dicho todo eso a Paul.
-Ya te lo he dicho. Es
difícil para ella no estar con su marido, además ahora la prensa y todo el
mundo está pendiente de ellos – dije por encima.
-Pues tú estás haciendo
lo que puedes con Charlotte, pero ellos deben hablar y solucionar sus
problemas, no te metas en su vida de pareja, es mi consejo.
-Lo tendré en cuenta,
pero soy así y me hierve la sangre cuando la gente a la que quiero no es feliz.
-Pues…ahora mismo yo no
soy feliz – dijo Mike de repente mientras me cogía de las manos.
-¡¿Qué?! ¿Por qué? ¿Qué
he hecho?
-Me siento hoy muy
desamparado, mi propia novia pasa de mí en una fiesta y aún no me ha besado
desde que llegamos.
-¡Eres un bobo! ¡Me
habías asustado! – dije dándole una torta cariñosa en el hombro.
-¿Cómo crees que no voy
a ser feliz contigo, mi vida? Lo eres todo para mí.
Al final Mike consiguió
su beso y muchos más. De hecho, la cosa fue a más y tuvimos que parar porque
nos dimos cuenta que estábamos en mitad de un pasillo y cualquiera nos podría
ver.
La fiesta fue
decayendo sobre la medianoche, ya que la mayoría de los invitados eran gente de
la cuarentena hacia arriba y estaban cansados.
Charlotte nos dijo que
podíamos irnos, que ya Paul se estaba despidiendo de la gente y que se irían a
la cama porque al día siguiente tenían que ir a Seattle a una reunión con el gobernador
del estado de Washington. Así pues, nos despedimos de ella y llamamos a un par
de taxis para que nos llevaran a casa. Ya pretendíamos irnos sin Allison,
puesto que no había dado señales de estar por allí, pero justo cuando
montábamos en los coches apareció y se vino con nosotros.
-¿Dónde has estado? –
preguntó Eric.
-Con Cole Slasher. Hemos
pasado una noche maravillosa y hemos congeniado muchísimo. Nos hemos dado los
teléfonos y nos volveremos a ver – dijo muy contenta Allison.
-Me alegro Ally, me
alegro que hayas encontrado a alguien – dije sonriendo.
-Ya tendré yo que hablar
con ese Cole, a ver si es digno de mi hermanita – dijo Eric.
-Oh vamos, Eric, es un
tipo estupendo, te caerá muy bien, pero por ahora no concertaré ninguna cita
para que os conozcáis, si se da la casualidad pues sí, pero sino prefiero
conocerle yo misma primero.
Al día siguiente,
Charlotte hizo una maleta para un par de días y se fue con Paul en un jet
privado a Seattle, donde le esperabas horas aburridísimas escuchando estrategias
políticas, contabilidades y demás conversaciones de Paul con el gobernador de
Washington. Además, tendría que aparentar ser la esposa perfecta y pasar el
rato con la mujer del gobernador, cosa que odiaba bastante. Lo único que le
gustaba de aquel viaje es que por fin iba a poder ponerse su traje blanco de
chaqueta con falda de su diseñador favorito, Dolce & Gabbana. Al llegar, se
instalaron en el Fairmont Olympic Hotel, un lujoso hotel en el centro de la
ciudad. Charlotte se fue corriendo al baño, mientras Paul pagaba al botones que
le había subido las maletas.
-¿Te encuentras bien? –
preguntó Paul.
-Sí…sólo tenía la tripa
suelta, estoy en…necesitaba un inodoro – dijo Charlotte mintiendo, porque lo
que en realidad estaba haciendo era vomitar.
Nada más salir del baño,
Paul le tenía preparada a Charlotte una copa de Bourbon, la cual ella rechazó
alegando que si bebía la tripa se le pondría peor, pero en verdad era porque no
podía beber estando embarazada.
-Qué pena que no pruebes
el Bourbon que te ofrezco, está delicioso – dijo Paul tomando otra copa.
-Lo sé, pero a ver si
mañana estoy mejor, debe haber sido el viaje.
-¿Quieres que llame a un
médico?
-No, por ahora puedo
cuidarme, si va a peor sí, pero por ahora no – dijo Charlotte esquivándole.
-Bien. Me cambio de
camisa y voy a ir a ver al gobernador Chestain. He quedado con él para tomar
algo antes de la reunión oficial.
-Está bien. Yo me quedo
aquí acomodándome. ¿Quieres que te pida algo de cenar?
-No, cenaré algo con
Chestain, no te preocupes – dijo Paul antes de irse.
Aquellos momentos eran
los que Charlotte odiaba, que Paul la dejara sola para una reunión antes de la
reunión oficial, ¿es que no se podía quedar con ella después del viaje tan
agotador? Era uno de esos momentos en que odiaba a su marido. Asíque decidió
que iba a rellenar su vida en aquel momento de comida, llamó al servicio de
habitaciones y pidió todo tipo de chocolates, bollería y comida rápida. Se puso
en la cama a comer mientras veía en el portatil una de sus películas preferidas
de dibujos animados. Terminó durmiéndose después de haber cenado, ya que el
viaje la había cansado mucho. Paul llegó un par de horas después de que se
durmiera su mujer, se dio una ducha, se
metió en la cama y se quedó dormido sobre una chocolatina que Charlotte había
dejado a medias.
A la mañana siguiente,
Paul despertó a Charlotte muy temprano y enfadado.
-¿Qué ocurre? – dijo
Charlotte medio dormida.
-Levántate ya y
prepárate para la reunión.
-¿Por qué gritas? Aún es
pronto.
-Pasa que después de
ducharme anoche dormí sobre una chocolatina que había en la cama y acabé
perdido. He tenido que ducharme de nuevo y perder tiempo, ha sido tu culpa.
-Está bien. Estuve
comiendo anoche en la cama, pero es sólo chocolate, relájate – dijo Charlotte
mientras se levantaba.
Ella se fue diréctamente
a la ducha y vió que también tenía chocolate pegado al cuerpo, pero no le
importó, se metió bajo el agua y se relajó. Después de salir, se secó el pelo,
se maquilló, se vistió con su traje de Dolce & Gabbana, unos zapatos de
Jimmy Choo, un bolso Birkin y joyas que Paul le había regalado. Un coche los
estaba esperando a la entrada del hotel para llevarles a la mansión del
gobernador, a las afueras de la ciudad.
Chestain les estaba
esperando en el porche de su casa, junto a un par de guardaespaldas, se
saludaron las dos parejas y entraron en la casa dirigiéndose al despacho. Una
vez allí entablaron una conversacion banal entre los cuatro, pero poco después,
la señora Chestain le pidió a Charlotte que la acompañase a ver su fabuloso
jardín, cuidado por ella misma.
Ver plantas y flores no
es algo que entusiasmara a Charlotte, pero tenía que disimular su interés.
Tras dos horas viendo lo
que parecía un jardín botánico, por toda su extensión, volvieron al despacho,
donde Paul y el señor Chestain ya habían dejado de hablar de política y se
reían de una anécdota de golf. El señor Chestain les ofreció a su esposa y a
Charlotte una copa de whiskey para brindar por una fabulosa reunión, pero
Charlotte tuvo que rechazarla argumentando que no tenía el estómago en
condiciones.
La vuelta al hotel fue
algo que Charlotte estaba deseando, no quería volver a los Chestain ni a su
dichoso jardín.
Al llegar a la
habitación, Charlotte se tiró encima de la cama y encendió la televisión.
-Tengo un poco de
hambre, ¿quieres que pida algo para ti al servicio de habitaciones? – preguntó
Charlotte.
-Sí, pide chuleta asada
de cerdo con guarnición. Y también una botella del mejor whiskey que tengan, sé
que te gusta mucho.
-Bueno, sí…pero no me
apetece beber ya, estoy cansada – se excusó Charlotte.
-Querida, llevo días
observándote, no has probado una sola gota de alcohol desde hace una semana, ni
siquiera una copa de vino en las cenas, ¿Te ocurre algo?
-No…sólo es que creo que
bebemos mucho, deberíamos tener una vida más saludable.
-¿Sabes? Creo que por
fin hemos conseguido lo que tanto quería – dijo Paul.
-¿El qué?
-Un bebé, ¿estás
embarazada, verdad?
-¿Qué? No…eso no es
verdad.
-¿Cómo lo sabes? ¿Te has
hecho alguna prueba?
-No…pero sabría si estoy
embarazada – dijo Charlotte asustada.
-Bien, voy a por una
prueba, a ver si es eso lo que te ocurre.
-¡No! Yo… ¡No vayas!
-¿Por qué?
-¡Porque no quiero!
¡Déjame en paz!
-Sabes que no voy a
dejarte en paz, dime lo que ocurre.
-¡No! ¡Voy a irme a dar
una vuelta! – gritó Charlotte.
-No vas a ir a ninguna
parte. Crees que no estás embarazada porque has estado tomando pastillas
anticonceptivas, ¿verdad?
-¿Qué? ¿Cómo sabes tú
eso?
-Yo lo sé todo. Ese
médico al que fuiste…fue realmente fácil chantajearle.
-¿Estás loco? Aún así,
no podría haberme quedado embarazada.
-Sí que puedes, porque
yo cambié las pastillas, has estado tomando un placebo – dijo Paul con una
sonrisa maliciosa.
-¿Qué hiciste qué?
¡¿Quién te ha dado derecho a decidir sobre mi vida?!
-Por lo visto, tú has
decidido por los dos antes de que yo hiciera eso. No querías tener hijos
conmigo asíque te encargaste de no quedarte embarazada.
-No es que no quisiera
tener hijos contigo nunca, no los quería tener tan rápido. Sabía que si lo
teníamos ahora sería sólo por las elecciones. ¡No quería que nuestro bebé viniera
al mundo sólo por un par de votos más! – dijo Charlotte enfadada.
-Aunque así fuera, nos
tendría a los dos, no iba a estar desamparado.
-Tú decidiste antes que
nadie que con casaríamos inmediatamente y tendríamos un bebé inmediatamente
después de casarnos, ¡asíque no me vengas con que yo decidí por los dos!
-Puede que tengas razón,
pero ya estás embarazada y tengo lo que quiero. Seguro que dentro de poco
estarás contenta, te lo digo en serio, querrás a tu bebé.
-Lo querré, sí, pero no
volveré a confiar en ti jamás – dijo Charlotte tajante.