Dios mío, no podía creer lo que
estaba diciéndome, Michael Stanford…le gusto a un multimillonario exitoso, yo…
debía ser una broma, debía serlo. ¿O quizás sería el típico hombre aprovechado
de las chicas? Podia creer cualquier cosa menos aquello que me había dicho.
-Eso no puede ser, no puedo gustarte. Primero porque soy menor, segundo
porque somos de mundos distintos y tercero, ¿me has visto bien? – dije ya
riéndome de la situación.
-Respecto a lo primero sé que eres menor, aunque sea por un mes, pero
no podía evitarlo. En segundo lugar
aunque yo sea rico no puede impedir nada y tercero ¿Estás tonta? – rió
Michael.
-A ver, puede que sea tonta pero, ¿me has visto? Jamás seré una
Kristen. – aclaré.
-Jajaja, Laura…de verdad, ni pretendo, ni espero, ni quiero que seas
como Kristen. Me gustas tal y como eres, ¿entiendes?
-Sigo sin entender cómo te puedo gustar, ¿estamos locos?
En ese momento sonó mi teléfono. Era Charlotte.
-Tengo que irme, me buscan. – dije levantándome del sofá.
-Laura, no te vayas, yo te llevaré a casa.
-No puedo quedarme más, soy menor ¿recuerdas? – me reí. – Buenas
noches, hasta el lunes, si aún no estoy despedida después de lo de hoy.
-Me tientas pero creo que me gusta más tenerte cerca de mí, hasta el
lunes.
Me reuní con mis amigos con una sonrisa. No podía creer lo que acababa
de suceder, ¿podría habérmelo imaginado todo? A lo mejor estaba tan bebida que
me podría haber dormido o cualquier cosa.
-¿Dónde estabas? – Preguntó Charlotte.
-En…el baño, había mucha cola. – puse una excusa rápida. No quería
contarles lo que me había pasado y menos sin estar segura al cien por cien.
A la salida cogimos un taxi y volvimos a casa. Me tumbé en la cama con
el vestido de Armani y me dormí con él puesto sin importarme lo que hubiera
costado o lad arrugas que tendría mañana, yo estaba a gusto así.
Después de comer en casa, cogí el coche y me dirigí a Vatimber. En parte
estaba aterrada, no sabía como reaccionar si me decía algo sobre lo del sábado,
pero aún así quería verle. Me estaba volviendo loca.
Subí en el ascensor con la cabeza agachada y entré en el despacho
esperando no encontrarme con nadie, y así fue. Menos mal, aún podría aplazar el
momento de enfrentarme a él, enfrentarme en el buen sentido.
Encima de mi mesa estaba la terea que debía realizar asíque me puse a
ello de inmediato para mantenerme distraída y no pensar en nada más.
Pasaron casi las tres horas que tenía que estar allí y aún no sabía
nada de Michael. Por dios, una cosa era no querer verlo por vergüenza pero
deseaba verle.
Así pues me fui de allí al acabar mis horas.
Realmente era raro no verle puesto que decía que le gustaría pasar todo
el tiempo posible conmigo, ¿En serio? Pues no se presentó el resto de la
semana. Yo estaba desesperada, ¿tan horrible soy que se ha dado cuenta y ha
huido? No quería pensar en aquello. Estaba encerrada en mi habitación y no
cogía las llamadas de Charlotte para salir el fin de semana. Veía cada diez
minutos mis e-mails a ver si por algun casual Michael se había dignado a dar
alguna señal pero no fue así. No sabía qué hacer así que me dispuse a adelantar
trabajos del instituto para distraerme. Eres
horrible, Laura.
El lunes en el instituto nos dijeron que se acercaban los exámenes
finales, ya quedaba un mes y medio y que nos fuéramos preparando para ello. Ni
me acordaba de los exámenes con todo este jaleo, debía ponerme enseguida con
eso.
-Es una mierda tener que ponerse a estudiar ya, adoro las fiestas. –
comentaba Charlotte.
-Si, y eso teniendo en cuenta que el cumpleaños de Laura es en menos de
dos semanas.- apuntó Kevin.
-¡Cierto! ¿Saldremos, verdad Laura? – preguntó entusiasmada Charlotte.
-Sí, claro, una noche podremos salir y despejarnos de tantos exámenes.
– dije sin ganas.
-Bien, iré buscando algún traje para ponernos. – dijo Charlotte.
Tampoco recordaba mi cumpleaños. Cumplir 18 tampoco era un entusiasmo
para mí. No me gustaba cumplir años pero no había más remedio. Nada más pensar
en todo lo que debía estudiar para sacar matrícula de honor empezó a entrarme
los nervios. Asíque cuando llegué a casa escribí a Vatimber diciendo que no
podría ir hasta acabar los exámenes. No ví a Michael la semana pasada asíque ya
debe dar igual si voy o no. Si me necesita que me envíe el trabajo por
ordenador.
Así pues comenzó mi temporada enclaustrada en casa para estudiar todo
lo posible. De vez en cuando me venía a la cabeza la imagen de Michael, pero
sin haber sabido nada de él creo que era una señal para saber que estaba todo
zanjado.
-Hija, sal un poco de casa, no te viene bien estar todo el día en tu
habitación estudiando. – dijo con cariño mi madre.
-He de estudiar todo lo posible para conseguir la beca, mamá. – dije cansada.
-Pero sal a despejarte aunque sea media hora, da la vuelta a la
manzana…es que llevas cinco días sin salir de casa, sólo vas de tu habitación a
la cocina y al baño. – dijo preocupada mi madre.
-Lo sé, está bien, iré a dar una vuelta.
Me vestí con unos vaqueros, camiseta y zapatillas y salí a dar una
vuelta por la manzana. Iba pensando en visitar a Charlotte un rato cuando al
cruzar la calle un coche me iluminó con los faros. Pasé corriendo a la acera
por si iba a acelerar pero se quedó ahí parado asíque proseguí mi camino, pero
entonces escuché gritar mi nombre. No veía nada puesto que había anochecido
asíque me di la vuelta y esperé, no me di cuenta de quién era hasta que estuvo
pegado a mí.
-Michael…- susurré sorprendida.
-Por dios, Laura, te he buscado, llamado y de todo para verte. – dijo
preocupado.
-¿Qué? ¿Por qué?
-No sabía nada de ti…
-¿Perdona? Estuviste una semana sin ir al trabajo y luego mandé un
e-mail a tu empresa diciendo que no podía ir porque tenía que estudiar para los
exámenes. – respondí concisa.
-No hemos recibido ningún e-mail tuyo, debió haber un error. Asíque no
sabía nada de ti, no sabía qué había pasado por qué no te presentaste el lunes
a trabajar, te llamé al móvil que te di y nada. Esperé al martes pero tampoco
apareciste y ya pensaba lo peor, así que busqué en tu contrato tu domicilio y
estuve esperando a ver si te veía por aquí pero no ha sido así hasta ahora. –
dijo apresuradamente.
-Espera… ¿Has estado vigilando mi casa?
-Estaba preocupado por ti, Laura.
-No sé a qué viene tanta preocupación si hubo una semana que tú no
fuiste a trabajar y yo no supe nada. – contesté enfadada.
-Tuve que ausentarme por problemas personales pero estaba pendiente de
ti también. Preguntaba a mis trabajadores cómo te veían y todo eso.
-¿Y no era más fácil llamarme?
-Si…pero me daba miedo después de la conversación del Dragonfly.
Así que a él le daba miedo, como
a mí, sentíamos el mismo temor a vernos y hablar.
-A mí también me daba vergüenza verte, pero aún así fui a trabajar.
-¿Vergüenza por qué?
-Por lo que habíamos hablado, no sabía cómo manejar la siguiente
situación.
-Oh Laura, qué mal lo he pasado, pensaba que no querrías saber más de
mí.
-¿Qué? Eso mismo pensaba yo. Creía que no quería ir a trabajar para no
verme. – dije aliviada.
-Cómo crees que eso iba a ser posible si a cada momento estoy pensando
en ti, en qué harás, en qué me dirías si estuvieras conmigo…
Dios mío… ¡está pasando de
verdad! ¡Le gusto! ¿No será una trampa verdad?
-Michael…aún no sé si dices todas esas cosas porque de verdad las
sientes o es que piensas hacerme alguna clase de trampa para usarme y
deshacerte de mí después cuando te aburras. – dije tajante y Michael enarcó las
cejas.
-¡Cómo piensas eso! – gritó
-Pues es que no entiendo cómo te puedo gustar, por eso me parece raro y
por eso te lo pregunto.
-Eres lo que más he quería tener jamás, eres especial, eres diferente,
eres guapa, por eso me gustas, quiero que estés conmigo. Estos días que no he
sabido de ti han sido los peores en muchísimo tiempo, si no el peor tiempo que
he pasado en mi vida. – se sinceró Michael.
-De acuerdo pero, me asusta que vigilaras mi casa.
-Lo siento, pero tenía que saber algo de ti.
-Estaba estudiando y no podía salir, ¿vale?
-Entiendo, pero no lo sabía y estaba preocupado.
-Vale…está bien. – razoné al final.
-Oye Laura, después de todo, te he dicho lo que pienso pero esperaba
que tú me dijeras algo. No sé si piensas igual que yo o…
-¿Bromeas? ¿Es que necesitas una aclaración?
-Pues la verdad, sí.
-Está bien pero creo que es obvia mi respuesta. Claro que me gustas,
¿cómo no ibas a gustarme? Eres a mis ojos, y supongo que para todos los ojos un
hombre espectacular, cualquiera querría tenerte asíque yo también. Desde que te
vi en mi colegio pronunciando aquel discurso no podía dejar de pensar en ti y,
de hecho, me cuesta concentrarme en mis estudios. Siempre he permanecido a un
lado porque era ridículo que yo te pudiera gustar y más cuando vi a Kristen… -
dije por fin confesándome.
-Kristen no significa nada, sólo eres tú…
-Ya me lo dijiste, sólo lo aclaro. Y aún me parece irreal que esto
pueda estar pasándome a mí.
-¿Te parece esto suficientemente real? – dijo Michael mientras se me
acercaba, me cogía de la cintura y lentamente posaba sus labios carnosos y
tibios sobre los míos. Poco a poco nuestras bocas se abrieron y nuestras
lenguas se juntaron dando por fin el primer beso, un gran beso que había
esperando con ansia y que no había dejado de fantasear con ello. Al final la
intensidad del beso fue subiendo y Michael empezaba a respirar fuertemente y,
por ello, terminó separándose lentamente.
-Vaya…sí que parece real… - dije
absorta
-Me alegro que por fin lo aceptes, eres preciosa.
-Vale, ahora ya no parece tan real, no soy preciosa. – bufé.
-A mis ojos sí, la más hermosa.
-¿Qué se supone que haremos ahora? – pregunté inocentemente.
-Pues, supongo que debería hacerte una pregunta, ¿quieres ser mi novia?
-Claro que sí. – sonreí.
-Genial. Pues, la verdad, aunque no lo creas no he tenido muchas
relaciones de pareja, por no decir casi ninguna, no tengo casi experiencia en
esto por lo que tendrás que guiarme.
-¿Yo? Jaja, no he tenido novio jamás, sólo he estado con un par de
chicos y no de novios, así que no creo que pueda ser de mucha ayuda.
-Aún así, eres una chica normal y yo no lo soy.
-¿Por qué dices eso?
-No sabes todo de mí, igual que yo de ti, ya lo descubriremos pero creo
que eres más normal.
-Bueno, aprenderemos juntos a ser novios, ¿Qué te parece? – dije
ilusionada.
-Me parece bien.
-Tendremos que ocultarnos, ¿verdad?
-Pues, quizás sí, hasta que al menos cumplas 18 dentro de una semana.
-Cierto, está bien. Debería irme ya Mike, sólo salí a despejarme de los
libros.
-La verdad, no me apetece dejarte, me gustaría estar contigo toda la
noche, pero no te quiero obligar a nada.
-¿Qué te parece si mañana digo a mis padres que duermo con Charlotte? Y
podrás estar toda la noche conmigo, podremos ver amanecer, ver películas o lo
que quieras. – dije alegremente.
-Me gustaría mucho, estaré impaciente que llegue mañana.
-Vale, ¿dónde vives? Para ir con el coche…
-En Winding Way,
Malibú.
-¿Bromeas? ¿Tan
lejos? Se tarda más de media hora.
-Sí, pero es una zona de gente rica y una de las más seguras, o eso
dicen.
-Supongo, en fin, iré mañana a eso de las cinco, hasta entonces.
-Hasta mañana preciosa. – dijo Michael mientras se acercaba para darme
el último beso del día.
Cinco segundos después desapareció en su coche negro por la calle.
Sentía pena porque se fuera pero a la vez… ¡había besado a Michael Stanford! ¡Y
era su novia! No podía creerlo, era sencillamente increíble. Debía contárselo a
Charlotte… ¡Maldición! No le he
preguntado a Mike si podía contar lo nuestro a mi mejor amiga, tendría que
esperar a mañana.
Así pues regresé a casa más feliz que nunca, ahora sí que podía
estudiar sin distraerme, o al menos ya con más ganas que antes.
Al día siguiente mi madre me vió mucho más animada y me lo hizo saber.
-Laura, te veo genial, ese paseo de ayer te vino muy bien.
-Sí, mamá, la verdad que me despejó bastante. – dije alegremente
mientras desayunaba cereales.
-¿Llevas bien los exámenes, hija? – Preguntó mi padre mientras daba un
sorbó a la taza de café.
-Sí, la verdad que bien. Oye, ¿podría quedarme a dormir en casa de
Charlotte esta noche? Para ayudarnos a estudiar y así cambiar el sitio de
estudio, creo que vendría bien. – dije medio rogando.
-Sí, está bien, puedes quedarte. Dile a Charlotte que se venga un día
también, echo de menos que me diga que mis comidas son las mejores. – comentó
mi madre sonriendo.
-Se lo diré.
Después de estudiar por la mañana y volver a comer con la familia, me
preparé para ir a casa de Michael. No sabía qué ponerme para una primera cita
puesto que nunca había tenido ninguna, sólo había quedado con un par de chicos
informalmente para liarnos. Cogí mis mejores pantalones, una camisa rosa con
cuadros negros y, como siempre, mis zapatillas. Salí de casa y, durante el
camino, estuve pensando que debía llamar a Charlotte para decirle al menos que
si llamaban mis padres le dijera que estaba allí, así que es lo que hice. Fue
difícil mentirle de aquella manera y más sin contarle nada de lo sucedido, pero
esperaba decirle todo pronto y que pudiera opinar también.
El gps me detuvo enfrente de una mansión, o al menos eso parecía. Era
una casa enorme y blanca, con pilares y palmeras. Nunca pensé en poder entrar
en una casa como aquella, pero ahora lo iba a hacer. Llamé al timbre y las
verjas se abrieron. No me percaté de la gran seguridad que había, aparte de
guardas, había cámaras de vigilancia y supuse que algún sensor de movimiento.
Llegue a la puerta principal y me abrió un hombre de mediana edad, con una
sonrisa pero a la vez firme.
-Buenas tardes señorita Stevens, el señor Stanford la estaba esperando,
pase. – dijo con extremada amabilidad.
-Gracias… - dejé caer.
Me dirigió entre las salas y pasillos hasta un despacho, donde Michael
estaba hablando por teléfono. Aquel despacho era más enorme que el que tenía en
Vatimber, aunque no tan modernista y de última generación; quiero decir, que
los objetos electrónicos que allí había sí lo eran, pero la decoración era más
casera, me gustaba.
-¿Desea tomar algo, señorita Stevens? – Preguntó el hombre.
-No, gracias, pero… ¿Cómo se llama usted? – dije inocentemente.
-¿Qué? Eh…soy…soy Walter Smith, señorita. – respondió confundido.
-Oh, encantada Walter. – Le tendí la mano.
-Encantado señorita Stevens. – Me dijo tendiéndome la suya.
-Llámeme Laura, por favor.
-Eso me será difícil, estoy enseñado y acostumbrado a llamarles así a
todos.
-Vale…eh…pues si alguna vez te es posible llámame así.
Walter inclinó su cabeza y se fue. ¿De verdad tenía mayordomo? Era
increíble.
Me senté en una silla delante de la mesa del despacho mientras Michael
terminaba de hablar por teléfono sobre unas transacciones.
-Por fin, estás aquí, llevaba esperando este momento desde que te dejé.
– dijo mientras venía hacia mí, me daba un beso y me cogía de las manos.
-Me alegra saber eso. He de decir que yo también sentía lo mismo aunque
a la vez tenía miedo por lo que pudiera pasar, no sé, no soy de ir a casa de un
chico en la primera cita. Más que nada porque esta es la primera cita que
tengo.
-No tienes que temerme, no te va a ocurrir nada malo mientras estés
conmigo, te lo prometo. - me aclaró.- ¿Quieres ver la casa?
-He tardado dos minutos en llegar a tu despacho, jajaja, creo que
tardaríamos toda la tarde en ver tu casa. – dije riéndome.
-Cierto, sí, pero te enseñaré lo básico.
Fuimos viendo un poco de la casa agarrados de la mano, cocina, salón,
sala de juegos, baño, su dormitorio, piscina, sauna…
-¿Por qué vives en una casa tan grande si sólo estás tú? – pregunté.
-No lo sé la verdad, supongo que es el estilo de vida que tienen los
ricos. Sinceramente la mitad de la casa no la uso. Aunque tengo un apartamento
en el centro que claramente esmás pequeño pero, no sé, suelo venir aquí. Quizás
por estar alejado de la ciudad.
-La próxima vez veremos tu apartamento.
-Mmm, eso me gusta, que ya pienses en una segunda cita. – sonrió
Michael.
-Oye y… ¿Walter?
-Walt es mi mano derecha por así decirlo, no es un mayordomo como
seguro habrás pensado. Siempre que necesito algo se lo pido a él. Trabajó en el
ejército y es muy recto con las normas y cumple todo lo que digo, nunca he
tenido una sola queja sobre él, es buen hombre.
-No digo lo contrario, me ha caido bien, lo que lo veía muy centrado en
lo suyo.
-Él siempre. ¿Tienes hambre o sed?
-No…por ahora no.
-Deberías comer algo, quiero que te alimentes bien y no carezcas de
nada. – explicó Michael.
-De eso se encarga mi madre, jajaja.
-Bueno, ¿quieres ver mi biblioteca?
-¿Bromeas? ¿Una biblioteca? Llévame.
Aquella enorme estancia donde me llevo era inmensa, y había ciento o si
no miles de libros, y no cualquier libro, estaba plagado de primeras ediciones
y algunos exclusivos en el mundo.
-¿Te gusta?
-Si, desde luego. He leído mucho toda mi vida, no sabría decirte cuál
es mi libro favorito.
-A partir de ahora puedes leer aquí todos los que quieras.
-No viviré tanto como para leerlos todos, jajaja.
-Pues empieza pronto, princesa.
Me tiró de la mano y me apretó contra su pecho.
-¿Qué podríamos hacer? – me dijo con su cara muy cerca.
-¿En una primera cita? Lo normal hubiera sido ir al cine, a tomar un
helado, a cenar…algo así, creo yo.
-¿Quieres eso?
-Sí, pero también quiero saber sobre ti.
-¿Te apetece ir al jardín, sentarte en el cesped sobre una manta y
hablar?
-Por supuesto que sí. –dije convincente.