viernes, 16 de mayo de 2014

Capítulo 5



Dios mío, no podía creer lo que estaba diciéndome, Michael Stanford…le gusto a un multimillonario exitoso, yo… debía ser una broma, debía serlo. ¿O quizás sería el típico hombre aprovechado de las chicas? Podia creer cualquier cosa menos aquello que me había dicho.
-Eso no puede ser, no puedo gustarte. Primero porque soy menor, segundo porque somos de mundos distintos y tercero, ¿me has visto bien? – dije ya riéndome de la situación.
-Respecto a lo primero sé que eres menor, aunque sea por un mes, pero no podía evitarlo. En segundo lugar  aunque yo sea rico no puede impedir nada y tercero ¿Estás tonta? – rió Michael.
-A ver, puede que sea tonta pero, ¿me has visto? Jamás seré una Kristen. – aclaré.
-Jajaja, Laura…de verdad, ni pretendo, ni espero, ni quiero que seas como Kristen. Me gustas tal y como eres, ¿entiendes?
-Sigo sin entender cómo te puedo gustar, ¿estamos locos?
En ese momento sonó mi teléfono. Era Charlotte.
-Tengo que irme, me buscan. – dije levantándome del sofá.
-Laura, no te vayas, yo te llevaré a casa.
-No puedo quedarme más, soy menor ¿recuerdas? – me reí. – Buenas noches, hasta el lunes, si aún no estoy despedida después de lo de hoy.
-Me tientas pero creo que me gusta más tenerte cerca de mí, hasta el lunes.

Me reuní con mis amigos con una sonrisa. No podía creer lo que acababa de suceder, ¿podría habérmelo imaginado todo? A lo mejor estaba tan bebida que me podría haber dormido o cualquier cosa.

-¿Dónde estabas? – Preguntó Charlotte.
-En…el baño, había mucha cola. – puse una excusa rápida. No quería contarles lo que me había pasado y menos sin estar segura al cien por cien.

A la salida cogimos un taxi y volvimos a casa. Me tumbé en la cama con el vestido de Armani y me dormí con él puesto sin importarme lo que hubiera costado o lad arrugas que tendría mañana, yo estaba a gusto así.


La mañana del lunes en el instituto la pasé muy nerviosa porque no sabía qué me esperaba en el trabajo, ¿Olvidaría Michael todo lo que me había dicho? ¿O seguiría diciendo que le gusto? La verdad, veía inconvenientes en cualquiera de las dos respuestas. Tampoco podía pedirle consejo a nadie puesto que aún no sabía qué signiificaba esto del todo y no quería meter la pata, pero necesitaba fervientemente comentar cada detalle, sobre todo con Charlotte, pero reprimí mis deseos.

Después de comer en casa, cogí el coche y me dirigí a Vatimber. En parte estaba aterrada, no sabía como reaccionar si me decía algo sobre lo del sábado, pero aún así quería verle. Me estaba volviendo loca.
Subí en el ascensor con la cabeza agachada y entré en el despacho esperando no encontrarme con nadie, y así fue. Menos mal, aún podría aplazar el momento de enfrentarme a él, enfrentarme en el buen sentido.
Encima de mi mesa estaba la terea que debía realizar asíque me puse a ello de inmediato para mantenerme distraída y no pensar en nada más.
Pasaron casi las tres horas que tenía que estar allí y aún no sabía nada de Michael. Por dios, una cosa era no querer verlo por vergüenza pero deseaba verle.
Así pues me fui de allí al acabar mis horas.
Realmente era raro no verle puesto que decía que le gustaría pasar todo el tiempo posible conmigo, ¿En serio? Pues no se presentó el resto de la semana. Yo estaba desesperada, ¿tan horrible soy que se ha dado cuenta y ha huido? No quería pensar en aquello. Estaba encerrada en mi habitación y no cogía las llamadas de Charlotte para salir el fin de semana. Veía cada diez minutos mis e-mails a ver si por algun casual Michael se había dignado a dar alguna señal pero no fue así. No sabía qué hacer así que me dispuse a adelantar trabajos del instituto para distraerme. Eres horrible, Laura.

El lunes en el instituto nos dijeron que se acercaban los exámenes finales, ya quedaba un mes y medio y que nos fuéramos preparando para ello. Ni me acordaba de los exámenes con todo este jaleo, debía ponerme enseguida con eso.

-Es una mierda tener que ponerse a estudiar ya, adoro las fiestas. – comentaba Charlotte.
-Si, y eso teniendo en cuenta que el cumpleaños de Laura es en menos de dos semanas.- apuntó Kevin.
-¡Cierto! ¿Saldremos, verdad Laura? – preguntó entusiasmada Charlotte.
-Sí, claro, una noche podremos salir y despejarnos de tantos exámenes. – dije sin ganas.
-Bien, iré buscando algún traje para ponernos. – dijo Charlotte.

Tampoco recordaba mi cumpleaños. Cumplir 18 tampoco era un entusiasmo para mí. No me gustaba cumplir años pero no había más remedio. Nada más pensar en todo lo que debía estudiar para sacar matrícula de honor empezó a entrarme los nervios. Asíque cuando llegué a casa escribí a Vatimber diciendo que no podría ir hasta acabar los exámenes. No ví a Michael la semana pasada asíque ya debe dar igual si voy o no. Si me necesita que me envíe el trabajo por ordenador.
Así pues comenzó mi temporada enclaustrada en casa para estudiar todo lo posible. De vez en cuando me venía a la cabeza la imagen de Michael, pero sin haber sabido nada de él creo que era una señal para saber que estaba todo zanjado.

-Hija, sal un poco de casa, no te viene bien estar todo el día en tu habitación estudiando. – dijo con cariño mi madre.
-He de estudiar todo lo posible para conseguir la beca, mamá. – dije cansada.
-Pero sal a despejarte aunque sea media hora, da la vuelta a la manzana…es que llevas cinco días sin salir de casa, sólo vas de tu habitación a la cocina y al baño. – dijo preocupada mi madre.
-Lo sé, está bien, iré a dar una vuelta.

Me vestí con unos vaqueros, camiseta y zapatillas y salí a dar una vuelta por la manzana. Iba pensando en visitar a Charlotte un rato cuando al cruzar la calle un coche me iluminó con los faros. Pasé corriendo a la acera por si iba a acelerar pero se quedó ahí parado asíque proseguí mi camino, pero entonces escuché gritar mi nombre. No veía nada puesto que había anochecido asíque me di la vuelta y esperé, no me di cuenta de quién era hasta que estuvo pegado a mí.
-Michael…- susurré sorprendida.
-Por dios, Laura, te he buscado, llamado y de todo para verte. – dijo preocupado.
-¿Qué? ¿Por qué?
-No sabía nada de ti…
-¿Perdona? Estuviste una semana sin ir al trabajo y luego mandé un e-mail a tu empresa diciendo que no podía ir porque tenía que estudiar para los exámenes. – respondí concisa.
-No hemos recibido ningún e-mail tuyo, debió haber un error. Asíque no sabía nada de ti, no sabía qué había pasado por qué no te presentaste el lunes a trabajar, te llamé al móvil que te di y nada. Esperé al martes pero tampoco apareciste y ya pensaba lo peor, así que busqué en tu contrato tu domicilio y estuve esperando a ver si te veía por aquí pero no ha sido así hasta ahora. – dijo apresuradamente.
-Espera… ¿Has estado vigilando mi casa?
-Estaba preocupado por ti, Laura.
-No sé a qué viene tanta preocupación si hubo una semana que tú no fuiste a trabajar y yo no supe nada. – contesté enfadada.
-Tuve que ausentarme por problemas personales pero estaba pendiente de ti también. Preguntaba a mis trabajadores cómo te veían y todo eso.
-¿Y no era más fácil llamarme?
-Si…pero me daba miedo después de la conversación del Dragonfly.
Así que a él le daba miedo, como a mí, sentíamos el mismo temor a vernos y hablar.
-A mí también me daba vergüenza verte, pero aún así fui a trabajar.
-¿Vergüenza por qué?
-Por lo que habíamos hablado, no sabía cómo manejar la siguiente situación.
-Oh Laura, qué mal lo he pasado, pensaba que no querrías saber más de mí.
-¿Qué? Eso mismo pensaba yo. Creía que no quería ir a trabajar para no verme. – dije aliviada.
-Cómo crees que eso iba a ser posible si a cada momento estoy pensando en ti, en qué harás, en qué me dirías si estuvieras conmigo…
Dios mío… ¡está pasando de verdad! ¡Le gusto! ¿No será una trampa verdad?
-Michael…aún no sé si dices todas esas cosas porque de verdad las sientes o es que piensas hacerme alguna clase de trampa para usarme y deshacerte de mí después cuando te aburras. – dije tajante y Michael enarcó las cejas.
-¡Cómo piensas eso! – gritó
-Pues es que no entiendo cómo te puedo gustar, por eso me parece raro y por eso te lo pregunto.
-Eres lo que más he quería tener jamás, eres especial, eres diferente, eres guapa, por eso me gustas, quiero que estés conmigo. Estos días que no he sabido de ti han sido los peores en muchísimo tiempo, si no el peor tiempo que he pasado en mi vida. – se sinceró Michael.
-De acuerdo pero, me asusta que vigilaras mi casa.
-Lo siento, pero tenía que saber algo de ti.
-Estaba estudiando y no podía salir, ¿vale?
-Entiendo, pero no lo sabía y estaba preocupado.
-Vale…está bien. – razoné al final.
-Oye Laura, después de todo, te he dicho lo que pienso pero esperaba que tú me dijeras algo. No sé si piensas igual que yo o…
-¿Bromeas? ¿Es que necesitas una aclaración?
-Pues la verdad, sí.
-Está bien pero creo que es obvia mi respuesta. Claro que me gustas, ¿cómo no ibas a gustarme? Eres a mis ojos, y supongo que para todos los ojos un hombre espectacular, cualquiera querría tenerte asíque yo también. Desde que te vi en mi colegio pronunciando aquel discurso no podía dejar de pensar en ti y, de hecho, me cuesta concentrarme en mis estudios. Siempre he permanecido a un lado porque era ridículo que yo te pudiera gustar y más cuando vi a Kristen… - dije por fin confesándome.
-Kristen no significa nada, sólo eres tú…
-Ya me lo dijiste, sólo lo aclaro. Y aún me parece irreal que esto pueda estar pasándome a mí.
-¿Te parece esto suficientemente real? – dijo Michael mientras se me acercaba, me cogía de la cintura y lentamente posaba sus labios carnosos y tibios sobre los míos. Poco a poco nuestras bocas se abrieron y nuestras lenguas se juntaron dando por fin el primer beso, un gran beso que había esperando con ansia y que no había dejado de fantasear con ello. Al final la intensidad del beso fue subiendo y Michael empezaba a respirar fuertemente y, por ello, terminó separándose lentamente.
-Vaya…sí que parece real… -  dije absorta
-Me alegro que por fin lo aceptes, eres preciosa.
-Vale, ahora ya no parece tan real, no soy preciosa. – bufé.
-A mis ojos sí, la más hermosa.
-¿Qué se supone que haremos ahora? – pregunté inocentemente.
-Pues, supongo que debería hacerte una pregunta, ¿quieres ser mi novia?
-Claro que sí. – sonreí.
-Genial. Pues, la verdad, aunque no lo creas no he tenido muchas relaciones de pareja, por no decir casi ninguna, no tengo casi experiencia en esto por lo que tendrás que guiarme.
-¿Yo? Jaja, no he tenido novio jamás, sólo he estado con un par de chicos y no de novios, así que no creo que pueda ser de mucha ayuda.
-Aún así, eres una chica normal y yo no lo soy.
-¿Por qué dices eso?
-No sabes todo de mí, igual que yo de ti, ya lo descubriremos pero creo que eres más normal.
-Bueno, aprenderemos juntos a ser novios, ¿Qué te parece? – dije ilusionada.
-Me parece bien.
-Tendremos que ocultarnos, ¿verdad?
-Pues, quizás sí, hasta que al menos cumplas 18 dentro de una semana.
-Cierto, está bien. Debería irme ya Mike, sólo salí a despejarme de los libros.
-La verdad, no me apetece dejarte, me gustaría estar contigo toda la noche, pero no te quiero obligar a nada.
-¿Qué te parece si mañana digo a mis padres que duermo con Charlotte? Y podrás estar toda la noche conmigo, podremos ver amanecer, ver películas o lo que quieras. – dije alegremente.
-Me gustaría mucho, estaré impaciente que llegue mañana.
-Vale, ¿dónde vives? Para ir con el coche…
-En Winding Way, Malibú.
-¿Bromeas? ¿Tan lejos? Se tarda más de media hora.
-Sí, pero es una zona de gente rica y una de las más seguras, o eso dicen.
-Supongo, en fin, iré mañana a eso de las cinco, hasta entonces.
-Hasta mañana preciosa. – dijo Michael mientras se acercaba para darme el último beso del día.

Cinco segundos después desapareció en su coche negro por la calle. Sentía pena porque se fuera pero a la vez… ¡había besado a Michael Stanford! ¡Y era su novia! No podía creerlo, era sencillamente increíble. Debía contárselo a Charlotte… ¡Maldición! No le he preguntado a Mike si podía contar lo nuestro a mi mejor amiga, tendría que esperar a mañana.
Así pues regresé a casa más feliz que nunca, ahora sí que podía estudiar sin distraerme, o al menos ya con más ganas que antes.

Al día siguiente mi madre me vió mucho más animada y me lo hizo saber.
-Laura, te veo genial, ese paseo de ayer te vino muy bien.
-Sí, mamá, la verdad que me despejó bastante. – dije alegremente mientras desayunaba cereales.
-¿Llevas bien los exámenes, hija? – Preguntó mi padre mientras daba un sorbó a la taza de café.
-Sí, la verdad que bien. Oye, ¿podría quedarme a dormir en casa de Charlotte esta noche? Para ayudarnos a estudiar y así cambiar el sitio de estudio, creo que vendría bien. – dije medio rogando.
-Sí, está bien, puedes quedarte. Dile a Charlotte que se venga un día también, echo de menos que me diga que mis comidas son las mejores. – comentó mi madre sonriendo.
-Se lo diré.

Después de estudiar por la mañana y volver a comer con la familia, me preparé para ir a casa de Michael. No sabía qué ponerme para una primera cita puesto que nunca había tenido ninguna, sólo había quedado con un par de chicos informalmente para liarnos. Cogí mis mejores pantalones, una camisa rosa con cuadros negros y, como siempre, mis zapatillas. Salí de casa y, durante el camino, estuve pensando que debía llamar a Charlotte para decirle al menos que si llamaban mis padres le dijera que estaba allí, así que es lo que hice. Fue difícil mentirle de aquella manera y más sin contarle nada de lo sucedido, pero esperaba decirle todo pronto y que pudiera opinar también.

El gps me detuvo enfrente de una mansión, o al menos eso parecía. Era una casa enorme y blanca, con pilares y palmeras. Nunca pensé en poder entrar en una casa como aquella, pero ahora lo iba a hacer. Llamé al timbre y las verjas se abrieron. No me percaté de la gran seguridad que había, aparte de guardas, había cámaras de vigilancia y supuse que algún sensor de movimiento. Llegue a la puerta principal y me abrió un hombre de mediana edad, con una sonrisa pero a la vez firme.
-Buenas tardes señorita Stevens, el señor Stanford la estaba esperando, pase. – dijo con extremada amabilidad.
-Gracias… - dejé caer.
Me dirigió entre las salas y pasillos hasta un despacho, donde Michael estaba hablando por teléfono. Aquel despacho era más enorme que el que tenía en Vatimber, aunque no tan modernista y de última generación; quiero decir, que los objetos electrónicos que allí había sí lo eran, pero la decoración era más casera, me gustaba.
-¿Desea tomar algo, señorita Stevens? – Preguntó el hombre.
-No, gracias, pero… ¿Cómo se llama usted? – dije inocentemente.
-¿Qué? Eh…soy…soy Walter Smith, señorita. – respondió confundido.
-Oh, encantada Walter. – Le tendí la mano.
-Encantado señorita Stevens. – Me dijo tendiéndome la suya.
-Llámeme Laura, por favor.
-Eso me será difícil, estoy enseñado y acostumbrado a llamarles así a todos.
-Vale…eh…pues si alguna vez te es posible llámame así.
Walter inclinó su cabeza y se fue. ¿De verdad tenía mayordomo? Era increíble.
Me senté en una silla delante de la mesa del despacho mientras Michael terminaba de hablar por teléfono sobre unas transacciones.
-Por fin, estás aquí, llevaba esperando este momento desde que te dejé. – dijo mientras venía hacia mí, me daba un beso y me cogía de las manos.
-Me alegra saber eso. He de decir que yo también sentía lo mismo aunque a la vez tenía miedo por lo que pudiera pasar, no sé, no soy de ir a casa de un chico en la primera cita. Más que nada porque esta es la primera cita que tengo.
-No tienes que temerme, no te va a ocurrir nada malo mientras estés conmigo, te lo prometo. - me aclaró.- ¿Quieres ver la casa?
-He tardado dos minutos en llegar a tu despacho, jajaja, creo que tardaríamos toda la tarde en ver tu casa. – dije riéndome.
-Cierto, sí, pero te enseñaré lo básico.
Fuimos viendo un poco de la casa agarrados de la mano, cocina, salón, sala de juegos, baño, su dormitorio, piscina, sauna…
-¿Por qué vives en una casa tan grande si sólo estás tú? – pregunté.
-No lo sé la verdad, supongo que es el estilo de vida que tienen los ricos. Sinceramente la mitad de la casa no la uso. Aunque tengo un apartamento en el centro que claramente esmás pequeño pero, no sé, suelo venir aquí. Quizás por estar alejado de la ciudad.
-La próxima vez veremos tu apartamento.
-Mmm, eso me gusta, que ya pienses en una segunda cita. – sonrió Michael.
-Oye y… ¿Walter?
-Walt es mi mano derecha por así decirlo, no es un mayordomo como seguro habrás pensado. Siempre que necesito algo se lo pido a él. Trabajó en el ejército y es muy recto con las normas y cumple todo lo que digo, nunca he tenido una sola queja sobre él, es buen hombre.
-No digo lo contrario, me ha caido bien, lo que lo veía muy centrado en lo suyo.
-Él siempre. ¿Tienes hambre o sed?
-No…por ahora no.
-Deberías comer algo, quiero que te alimentes bien y no carezcas de nada. – explicó Michael.
-De eso se encarga mi madre, jajaja.
-Bueno, ¿quieres ver mi biblioteca?
-¿Bromeas? ¿Una biblioteca? Llévame.
Aquella enorme estancia donde me llevo era inmensa, y había ciento o si no miles de libros, y no cualquier libro, estaba plagado de primeras ediciones y algunos exclusivos en el mundo.
-¿Te gusta?
-Si, desde luego. He leído mucho toda mi vida, no sabría decirte cuál es mi libro favorito.
-A partir de ahora puedes leer aquí todos los que quieras.
-No viviré tanto como para leerlos todos, jajaja.
-Pues empieza pronto, princesa.
Me tiró de la mano y me apretó contra su pecho.
-¿Qué podríamos hacer? – me dijo con su cara muy cerca.
-¿En una primera cita? Lo normal hubiera sido ir al cine, a tomar un helado, a cenar…algo así, creo yo.
-¿Quieres eso?
-Sí, pero también quiero saber sobre ti.
-¿Te apetece ir al jardín, sentarte en el cesped sobre una manta y hablar?
-Por supuesto que sí. –dije convincente.