martes, 20 de mayo de 2014

Capítulo 8



Charlotte apareció también con un vestido largo pero más sobrio que el mío color granate y, sorprendentemente con el escote más tapado de lo normal.

-¿Tú sin escote? – Pregunté arqueando las cejas.
-Vamos elegantes, no de fiesta salvaje. Aún tienes que aprender de mí, Laura.
-Lo sé, ¿Cómo sabes cómo vestirte y demás?
-Algún dia te diré mis secretos, jaja. Les diré a tus padres que hoy te quedas a dormir en mi casa, así no se preocuparán.

Una vez recogimos todo, pedimos un taxi y al montarnos empezamos a desplazarnos sin ni siquiera saber la dirección.

-Tranquila, es una sorpresa. – dijo Charlotte rogando para que no preguntase más.

Me gustaban las sorpresas, pero tratándose de ser yo la persona a la que esperan todos es bastante agobiante. No me gustaba ser el centro de atención, eso se lo dejaba a Charlotte.

El taxi paró delante de unos altos edificios. ¿Por qué estábamos aquí?

-Vamos, Laura…
-Charlotte, ¿Qué está pasando?
-Hazme caso, vamos. – me cogió de la mano, tiró de mí dentro de un edificio y nos montamos en el ascensor. Planta 18. Salimos a un amplio rellano y abrió una gran puerta blanca.

Todo el mundo allí dentro gritó nada más entré al unísono “¡FELICIDADES!”. ¿Una fiesta sorpresa? ¿Cómo había sucedido? Estaban todos mis amigos allí vestidos también de etiqueta como yo.

-¿Dónde estamos? ¿Qué es esto? – dije sin saber.
-Es el apartamento de Michael, pero no lo digas, ninguno lo sabe para no desvelar que es tu novio. – dijo Charlotte a mi oído.
-¿Y Michael?
-Aparecerá después, no se ha olvidado de tu cumpleaños, tranquila.

Respiré hondo, menos mal que Charlotte me había dicho aquello si no habría sido un cumpleaños normal y corriente.
¿El apartamento de Michael en la ciudad? Era enorme. Tres habitaciones, tres baños, un despacho, gran cocina y salon, comedor, otra biblioteca más pequeña que la de la mansión, otra sala de juegos y un gran balcón con piscina.

La música comenzó a sonar, la bebida pasó de mano en mano al igual que la comida, que curiosamente era pequeña, canapés por todos lados. ¿Qué había de mano en las chucherías, ganchitos y sandwiches de toda la vida? Aunque mirándonos más bien, era normal, estábamos elegantes. Me adentré entre la gente para bailar y empezar a pasarlo bien.
Había alrededor de treinta personas en el apartamento y todas eran del instituto. Charlotte comenzó a besar a un chico de la clase de al lado, Jason, quien pertenecía al equipo de rugby.
Al cabo de una hora muchos estaban bastante bebidos, puesto que ya podíamos comprar alcohol.
Poco después recibí en el Iphone un mensaje de Michael.

Para: Laura Stevens
De: Michael Stanford
Asunto: Instrucciones
“Sal del apartamente un momento, ahora.”

Fruncí el ceño y obedecí.
Allí en aquel rellano estaba Michael, vestido de traje, como siempre pero sin corbata, radiante como siempre.

-¿Qué está pasando? – pregunté deseando saber.
-Verás, ante todo, feliz cumpleaños nena… - me dio un beso en la boca y un abrazo – y verás es que me alié con Charlotte. Conseguí averiguar su número de teléfono para hacerte una sorpresa de cumpleaños. Yo quería estar contigo y sé que también te gustaría estar con tus amigos, asíque ella propuso hacerlo en mi casa, como una fiesta sorpresa en un lugar “alquilado” por asi decirlo. Después de un rato, yo me presentaría en la casa como un vecino enfadado por el ruido y ya podría quedarme en tu fiesta sin parecer que estábamos juntos, para que no lo sepa nadie aún. – me explicó detenidamente.
-¿Habéis armado todo esto para que estuviera con todo el mundo? Jaja, bastaba con estar un rato con ellos y contigo después, no pasaba nada.
-Pero quería que tuvieras el mejor cumpleaños posible, y por cierto, no tengo palabras para describir lo hermosa que estás Laura, espectacular.
-Gracias, es demasiado, esta no soy yo, pero qué ocurrencias tenéis en serio, estáis locos. – dije sonriente.
-Pues también me gustas vestida así, de hecho, un día de estos te llevaré de compras.
-No, no voy a aceptar que te gastes dinero en mí, y bastante que has tenido que hacer esta fiesta.
-Bueno, ya lo discutiremos. Ahora, quiero darte tu regalo de cumpleaños. Aquí tienes. – me tendió una caja rectangular de terciopelo azul en mi mano.
Abrí y era una pulsera con cristales brillantes, preciosa. ¿Diamantes?
-Mike… ¿son diamantes? – dije sin aprobación.
-Pues sí, y no permito que me la devuelvas, es tuya. Eres más bella que esta pulsera y  mereces llevarla, te mereces todo y más de lo que te pueda regalar.
-Mike…es demasiado, ¿qué diré a mis padres?
-Que son de pega. Pero sólo nosotros sabremos que son de auténtico diamante, 57 diamantes exactamente.
-¿57? Cielo santo, ¿cuánto cuesta uno? – dije horrorizada.
-Me temo que te quedaré con esa intriga. Bueno, ahora entraremos y dirás que soy el vecino de arriba, que hacíais mucho ruido y me has invitado a quedarme, ¿de acuerdo?
-Vale, venga vamos.

Me dio un beso antes de que abriese la puerta.
Todos se quedaron mirándonos.

-¿Qué hace Michael Stanford aquí, Laura? – dijo Kevin entusiasmado.
-Es…es el vecino de arriba y ha llamado diciendo que hacíamos mucho ruido. – expliqué sin que me temblase la voz.
-Oh, perdónenos señor Stanford, estamos celebrando un cumpleaños. – dijo Charlotte.
-Bueno, no importa, es normal que haya tanto ruido si hay un cumpleaños. – comentó Michael.
-¿Te apetecería quedarte un rato, señor Stanford? – dije con una sonrisa.
-¡Sí! ¡Quédese! – dijo Chelsea encantada.
-Vale, está bien, estaré por aquí un rato. – sonrió Michael.

La música volvió a sonar y de nuevo siguió la fiesta, aunque no como quería puesto que más de uno quiso hablar con Michael. Charlotte y yo intentamos que no hablase mucho con los demás para así poder estar más tiempo conmigo.

-Caray…a tus amigos les encanta la gente rica. Más de uno decía que le comprara algo. – dijo Michael mientras nos dirigíamos al balcón.
-Sí bueno, la mayoría suele pensar en el dinero, y más teniendo mi edad.
-¿Te lo pasas bien?
-Si, por supuesto, todos mis amigos y mi novio celebrando mi cumpleaños, es lo mejor. – dije con una mirada cómplice.
-¿Qué te parece mi apartamento?
-Es tan grande como mi propia casa, esto no puede llamarse apartamento, Mike, jaja.
-Pues lo es. Quizás es mejor que me mude aquí así estoy más cerca de tu casa, ¿qué te parece?
-Bueno, tu casa de Malibú es genial, aunque quizás si que agradecería tener que coger menos el coche para ir.
-Decidido entonces, toma, otro regalo de cumpleaños.
-¿Una llave? – digo mirando el regalo.
-No es una llave cualquiera, sino la llave de este apartamento. Podrás venir siempre que quieras.
-¿No crees que es un poco precipitado?
-Confío en ti, se que no vas a traer a nadie.
-No es por eso. Si no que es dar un paso más.
-¿No quieres estar conmigo? – me dice apenado.
-Claro que sí, pero prácticamente es como si viviéramos juntos, ¿no crees?
-¿Te parecería mal idea que eso sucediera?
-Me asusta…
-Laura… ¿Qué es lo que quieres? Te estoy abriendo mi corazón, mi casa, te doy todo, y tú rechazas más de lo que aceptas.
-Lo sé, he hablado de eso con Charlotte y tiene razón. Intento escudarme para que no me hagan daño. Está bien, acepto tu llave, vendré a verte.
-Así me gusta, nena. – sonríe y me da un beso.
-¿Puedo decirte algo?
-Claro, lo que quieras.
-Te amo.
-Me… ¿Me amas?
-Sí, quería perder el miedo. Sé que estoy enamorada de ti a más no poder y si me abro a ti quiero que sepas que te amo, sin excusas.
-¡Me haces tan feliz! Yo también te amo.
Me coge entre sus brazos y me da un lindo beso en la boca. Pero nos separamos al instante porque no queríamos que nadie nos pillase.

Volvimos a entrar en el apartamento y la mayoría de la gente ya estaba sentada en los sofás. Charlotte seguía besándose con Jason y Scott por fin se lió con Chelsea.

-Creo que es hora de que nos vayamos a casa, Laura, una fiesta impresionante, muchas gracias. Y disfruta de los 18. – dijo Kevin dando tumbos.
Kevin se llevo a casi todo el mundo consigo. Charlotte también se despidió de nosotros antes de irse con Jason también y seguir con la noche. Seguramente irían ahora a una discoteca, ella era así.

-Al fin solos. – dije.
-¿te apetece hacer algo o prefieres descansar?
-Creo que aún prefiero hacer algo antes de que finalice mi cumpleaños.
-¿El qué?  - dijo Michael.
-Vámonos a la cama. – dije sensualmente.
Michael ya sabía de lo que hablaba asíque hicimos el amor en su dormitorio del apartamento y allí nos quedamos dormidos.

A la mañana siguiente desperté con los besos que Michael me daba por todo el cuerpo.

-¡Buenos días! ¿Qué tal dormiste? – preguntó
-Bien, muy bien. Habrá que recoger la basura de la fiesta de ayer.
-No te preocupes, ya han limpiado mis empleados. ¿Quieres desayunar?
-¿Qué hora es?
-Las diez.
-¡Tengo que irme! Se supone que he dormido en casa de Charlotte.
-¿Tan pronto?
-Lo siento, de verdad, pero no quiero tener pelea con mis padres.
-Está bien. Que tengas suerte en tus exámenes, nena. Te veré pronto.
-Dalo por hecho. Te amo. – dije mientras le besaba.

Me vestí rápidamente con un pantalon y una camiseta de mi talla que, gracias a dios alguien había traído a ese apartamento, y salí pitando en taxi.
Al llegar a casa no estaban mis padres asíque resoplé aliviada y me embarqué de nuevo en la aventura estudiantil. Último esfuerzo.

 Las dos semanas siguientes fueron horribles. Sólo miraba páginas y páginas de libros y apuntes. No tenía vida social, pero necesitaba esa beca como fuera. Echaba de menos a Michael y nos mandábamos mensajes cada día, pero deseaba verle.
Realmente era duro no pensar en él, después de todas las cosas buenas que me habían pasado. Miraba también muchas veces la pulsera de diamantes que me regaló por mi cumpleaños, era bastante ostentoso y diferente a todo lo que llevaba pero era suyo y eso era lo más importante.
Mientras me mandaba mensajes con Michael, consulté mi cuenta en internet y, misteriosamente había crecido inusualmente. ¡37.000$! Esto tenía que ser obra de Mike.

Para: Michael Stanford
De: Laura Stevens
Asunto: Acoso
“¿Me quieres decir qué hacen 37.000$ en mi cuenta del banco? Que yo sepa sólo había 234$”.

Para: Laura Stevens
De: Michael Stanford
Asunto: Remuneración laboral
“Sí, ese dinero te lo he ingresado por todo el trabajo que has hecho en Vatimber. Te dije que te daría 2.000$ al mes pero he preferido aumentar esa cuota. Me gusta que tengas dinero para gastar en lo que quieras”

Para: Michael Stanford
De: Laura Stevens
Asunto: Loco
“No puedo creer que no me entiendas. No necesito tu dinero, ¿de acuerdo? No necesito tener dinero para gastar, al menos por ahora. Vacía mi cuenta.”

Para: Laura Stevens
De: Michael Stanford
Asunto: NO
“No voy a vaciar tu cuenta. Quiero que lo tengas”

Para: Michael Stanford
De: Laura Stevens
Asunto: Venganza
“Pues no voy a tocar un céntimo de tu dinero. O si no, te compraré un regalo de 37.000$ sólo para ti”

Para: Laura Stevens
De: Michael Stanford
Asunto: No te atrevas
“Tengo ya todo lo que pueda querer. Tengo dinero para ello y lo sabes. ¿Acaso entiendes cuánto dinero puedo llegar a tener? Gano dos millones de dólares al día, Laura. Puedo permitirme cualquier cosa. Asíque no me hagas enfadar.”

¿Dos millones de dólares al día? Cielo santo, ¿puede ganar alguien tanto dinero? El tema del dinero se me iba de las manos.
Conforme se acercaban los exámenes, estaba más nerviosa y más cuando mis padres me llamaron a hablar al salon.

-Laura, queremos hablar contigo un momento. – comentó mi padre.
-Decidme.
-Nos hemos enterado de algo. ¿Estás saliendo con Michael Stanford? – dijo mi madre preocupada.
-¿Qué? ¿Cómo? – dije tartamudeando
-Lo que has oido jovencita. – dijo Ray – contéstanos ahora mismo.
-Yo…eh…sí bueno…
-¡Mi hija saliendo con un hombre de esa clase! – dice mi madre alterada – ese hombre sólo te traerá problemas. Sólo quiere que te metas en su cama, ¿me entiendes?
-No…él me quiere, de verdad, me lo demuestra.
-¿Qué te lo demuestra? No quiero que le vuelvas a ver jamás, ¿entendido? JAMÁS. – enfatiza mi padre.
-¿Jamás? ¿Estáis locos? ¡Estoy enamorada de él! No puedo separarme… - dije llorando.
-Me da igual que estés enamorada, te hará daño. A partir de ahora mismo borrarás todo contacto con él o si no habrá consecuencias. – dijo mi madre cruzando los brazos.
-¡Estáis locos! ¡Jamás habéis tenido una queja por mí! ¿Y ahor ame hacéis esto sin conocerle? ¡NO! ¡No me vais a separar de él! ¡Me voy de casa! – grité descontroladamente.
-¿Y a dónde vas a ir? No tienes otra casa. – dijo mi padre enfadado.
-No os importa. Me las apañaré yo sola.
-No te dejaremos ir. – bufó mi madre.
-Soy mayor de edad, ¿recuerdas? Haré lo que quiera. ¡Adiós!

Subí rápidamente a mi habitación. Cogí algo de ropa en una bolsa de deportes, el Mac, el Iphone y los libros del instituto para poder seguir estudiando y me fui en el Mazda al apartamento de Michael.