miércoles, 27 de mayo de 2015

Capítulo 35



-Siento tener todo desordenado, pensaba arreglarlo cuando supiera que Stephen no me iba a echar del apartamento.
-No pasa nada, no está nada mal para el precio que tiene – dije satisfecha.
-La verdad que es bastante asequible, sí, pero bueno, espero que mañana me den alguna propina para poder pagar el alquiler de este mes.
-Oye, me has caído bien, y además me has ayudado a venir hasta aquí, no te preocupes por el alquiler, este mes irá de mi cuenta. Además, vas a tener que aguantar a mi hija también, asíque…
-¿Qué? ¿Estás hablando en serio? No puedo dejar que hagas eso…me sentiría como en deuda contigo, y de verdad que tengo varias deudas, es lo peor – dijo Alice desanimada.
-Estoy muy segura, pero hazme un favor, ahorra el dinero para invertilo en algo que necesites, no lo despilfarres, quizás en el futuro no haya gente como yo que te eche una mano.
-Lo sé, la verdad que tengo bastante descontrol. He vivido al día siempre y me es difícil tener un plan de futuro, ya ves, trabajo en un Starbucks.
-Que trabajes ahí no significa que no puedas tener un futuro, sólo tienes que saber qué te gusta y qué quieres.
-¿De dónde has salido tú? Jajaja, caray tía, parece que tienes experiencia en conseguir lo que quieres – comentó alice.
-Bueno, no siempre consigo lo que quiero, pero me esfuerzo en intentarlo. ¿Cuál es mi habitación?
-Aquella, la que da a la calle, es la que tenía mi antigua compañera. El baño irá a medias porque ya ves que hay uno, la cocina es normalita y va junto al salón, como puedes ver.
-Muy bien, voy a pedir al hotel que me manden el equipaje en un taxi.

Aquella tarde fue relajada a pesar de haberme trasladado, ya que apenas llevaba equipaje y no tenía nada qué hacer. Decidí que al día siguiente debería ir a comprar las cosas necesarias para Aubree y para mí, además de comida. También había surgido por mi mente el conseguir un empleo, aunque no sabía de qué, sólo había trabajado como camarera en una cafetería durante la universidad y de redactora. Quizás no era buena idea tener un trabajo como el de editora, por aquello de que no quería que nadie me conociera por mi antigua vida.

-Ey, ¿estás buscando empleo? – me preguntó Alice.
-Pues sí, estaba pensando en ello.
-Quizás en el Sturbacks te hagan un hueco, pero conozco algo mejor.
-¿El qué?
-Antes trabajaba como asistenta en una casa sabes, limpiaba, cocinaba, cuidaba niños…pero me aburrí y quise cambiar. Bueno, esa es la versión falsa y encantadora, jajaja, la real es que me echaron porque un día me eché una copa y me senté a ver la tele, tenían cámaras de vigilancia por todas partes y yo no lo sabía – se explicó riendo Alice.
-¡Caray! Debió ser horrible.
-No tanto, estaba cansada de ese trabajo, pagaban bien pero bueno, cambié. Quizás tú puedas coger mi antiguo empleo.
-¿Para quién trabajabas? – pregunté intrigada.
-Bueno, eran los McOnell, de clase media-alta. Conseguí el empleo por una amiga, podría volver a preguntarle si tiene algún puesto vacante, ¿qué te parece?
-Oh, eso sería estupendo, muchas gracias, Alice.

Al día siguiente fui con Aubree a Kensington y Chelsea, a Sloane Street a comprarnos una cantidad ingente de ropa, ya que apenas teníamos nada. Al ver todas aquellas tiendas de marca pensé que no debería hacerlo porque si alguien se enteraba que tenía dinero suficiente para ello empezaría a investigarme, pero no pude resistirme.
En realidad, no tenía todo el dinero que tenía en mi cuenta, que eran casi trescientos millones de dólares, y todo gracias a las ventas de mi libro. Pero Paul se había asegurado que no pudiera tocar esa cuenta para que pareciera que realmente había desaparecido. Sólo tenía en mi haber un cheque con un cuarto de millón de dólares, que debía cambiar a libras si quería comprar algo en Londres.
Bien entrada la tarde, regresé a casa con un montón de bolsas atadas al carrito de Aubree. Alice se sorprendió al ver que había comprado tanto.

-¡Caray! ¿Has dejado alguna tienda con ropa?
-Jajaja, sí señorita. Pero necesitaba comprar porque no tenía casi nada.
-¿De dónde has sacado tanto dinero para comprarte unos zapatos de Jimmy Choo? – preguntó Alice intrigada.
-Pues del mismo dinero que he pagado el alquiler, de mis últimos ahorros.
-¿En qué trabajabas antes?
-Eh…trabajaba en bolsa, ya sabes, inversiones y eso – dije mintiendo.
-¿Y por qué no buscas trabajo de eso?
-La verdad no me apetece trabajar en lo de antes, por algo cambié de aire, ¿sabes?
-Entiendo, algún día me contarás qué te paso antes de venir aquí. ¡Por cierto! Mi amiga me ha hablado de un empleo disponible de limpiadora, cuidadora de niños, etc, sobre lo que te estuve hablando.
-¿Ah sí? ¡Cuenta!
-Hay una vacante, pero no es para los McOnell, ellos ya tienen a alguien. Es para los Turner, una familia bastante adinerada, su familia está compuesta por Clive, el padre, Jill, la madre y Evan y Rose, los hijos, Evan de 20 años y Rose de 5. ¿Qué te parece?
-Pues, así de repente parece aceptable, ¿les conoces?
-Muy poco, la verdad, pero me ha dicho mi amiga que te pagarán muy bien.
-De acuerdo, pues dile que acepto. Pero, ¿qué haré con Aubree mientras tanto? – pensé angustiada.
-Podemos dejarla con la vecina, Lori, es mayor y tiene un gato, creo que podría quedársela mientras trabajas.
-¿En serio? Eso sería estupendo, iré ahora a hablar con ella.

Lori, una mujer de unos 60 años, vivía un piso por encima de nosotras y era encantadora, aceptó de muy buen grado el quedarse a Aubree mientras yo trabajase. A cambio, ella decía que le vendría bien tener una alegría en la casa como era tener a una niña, pero también que le comprase cada mes una revista de animales, ya que le gustaba saber cosas de los gatos.
Al día siguiente, dejé a Aubree con Lori y me dirigí al 18 de Queen’s Gate Terrace. Era un barrio bastante rico, las casas eran altas y blancas, con muchos coches de alta gama y muchos, muchos hombres trajeados vigilando todo.
Al llamar me abrió la que supuse que era la señora Jill Turner. Era una mujer de unos 50 años, con un traje de chaqueta y falda dorado con flores que le hacía bastante ostentosa.

-¿Deseas algo? – dijo impertinentemente.
-Sí, eh, soy Claire Rhodes, la nueva asistenta.
-Oh, sí, pasa adentro. Disculpa mi comportamiento pero es que mi hijo Evan se ha enrabietado y Nikolai está calmándolo.
-No pasa nada, lo comprendo.
-Ven, sentémonos en el despacho de mi marido – dijo señalando una puerta de madera.
-Muchas gracias.
-Bien. Amelia, la chica que contrata, me ha comentado que tienes experiencia en el puesto, cuéntame.
-Pues trabajé de camarera durante tres años, ya sabe, sirviendo a la gente, preparando comida, limpiando, etc. Además, tengo experiencia con niños porque tengo una hija de poco más de un año, asíque paciencia y dedicación con los críos sí. – dije sonriente.
-Perfecto. Nos vendrá toda esa experiencia bien con Rose. Veamos, vendrías a las 7 de la mañana, nos prepararías el desayuno, despertarías a los chicos, ayudarías a Rose a vestirse y demás y después de desayunar llevarías a Evan y Rose a la universidad y a clase. A continuación vendrías a casa para limpiarla, cada día harías una cosa. También harías la comida del almuerzo, ordenarías todo e irías a recoger a los chicos a la 13. Por último, ayudarías a Rose con los deberes y saldrías a las 15 de trabajar, ¿qué te parece?
-Muy bien, puedo hacerlo todo – dije contenta.
-Estupendo. Trabajarías de lunes a viernes, y quizás alguna semana tengas que venir el sábado, por si hacemos alguna fiesta, eso sí, te lo pagaríamos aparte, no tienes que preocuparte. Serían unas 1.700 libras por semana y si tuvieras que venir el sábado pues 300 libras aparte.
-¿Tanto? – dije muy sorprendida, era muchísimo dinero para ser una simple asistenta.
-Claro, necesito que mi asistenta tenga una buena imagen, y para eso tiene que tener dinero para ir bien vestida. Para limpiar tenemos el típico uniforme, pero cuando vayas a salir o recibamos a gente necesito que tengas ropa aquí para eso, por ello te pagamos más, ¿de acuerdo?
-Sí, de acuerdo.
-Muy bien, aquí tienes el contrato, sólo tienes que firmar.
-Vale – dije cogiendo una bonita pluma y firmando el papel.
-Bienvenida a la casa de los Turner.
Jill estuvo enseñándome cada rincón de la casa, la cual parecía interminable, tres plantas, sótano, garaje, ático y jardín con piscina. Conocí a sus hijos poco después de recorrer cada esquina de la casa, los cuales parecían agradables. Rose era una niña morena muy alegre, tenía muchos mofletes y vestía completamente de morado, con una falda de tutú. Y Evan era un chico alto, moreno con un matiz de castaño, ojos marrones verdosos, constitución normal, llevaba gafas y vestía bastante normal para vivir en aquella familia.

-Rose está en primaria y Evan está en la universidad estudiando informática, es un cerebrito con los números, y bastante inteligente – dijo Jill.
-Mamá, por favor… - dijo Evan poniéndose rojo.
-Sólo decía la verdad, hijo. También te voy a presentar a nuestro guardaespaldas personal – dijo mientras me guiaba hasta el gimnasio – éste es Nikolai Ivanov.
-Encantada de conocerle – dije tendiéndole la mano.
-Perdona pero estoy haciendo ejercicio y estoy muy sudado, no quisiera mancharte – dijo él amablemente.
-Oh, claro, no pasa nada.
-Nikolai es el guardaespaldas personal, luego tenemos varios que vigilan la casa, ya los conocerás. Bien, si todo te ha gustado nos veremos mañana a las 7.
-Sí, por supuesto, aquí estaré, y gracias – dije yéndome por la puerta principal.

No me había parecido tan desagradable la familia Turner como había pensado, creía que al ser tan adinerados serían bastante prepotentes. Claro que de ahí a tener que trabajar para ellos sería bastante diferente a mi parecer.
Aquella noche, mientras cenábamos Alice y yo pizza y Aubree un bol de cereales con plátano, pensé que al día siguiente sería el 26 cumpleaños de Michael. Hasta hace nada pensaba en qué le iba a regalar, pero ahora ni siquiera iba a poder felicitarle ni pasar un rato con él. De todas formas, no podía pensar en eso, me había engañado de nuevo y no merecía que pensara en él.

A las 7 de la mañana sonó el despertador y Aubree se puso a llorar. Tuve que darme prisa en vestirla, asearla, peinarla, darle de desayunar y preparar todo para llevarla a casa de Lori mientras también me preparaba yo misma.
Había mucho jaleo en el metro de Londres aquella mañana, aunque supuse que eso ocurriría todos los días.
En la entrada de la casa de los Turner, volvía a haber aquellos dos guardias puestos a ambos lados de la puerta, quienes me dieron un pase para identificarme y así hacer saber a todos que trabajaba allí y tenía permiso para entrar y salir.
Me fui corriendo a la cocina para empezar a preparar el desayuno, elegí unas tortitas con sirope de chocolate, café y zumo. Una vez hecho, subí para despertar a los hijos, lo cual fue bastante difícil porque les gustaba remolonear en la cama. Los señores Turner aparecieron ya aseados y vestidos por el pasillo y bajaron a desayunar.

-Claire, trae el periódico– dijo el señor Turner, a quien ya por fin había visto en persona.
-Sí, ahora mismo, señor.

Era un hombre bastante imponente, supe entonces que el principal prepotente de aquella familia era él. Les serví a todos el desayuno, y mientras, me puse a hacer más comida para el resto del personal, ya que no sabía si ellos comían allí.

-Venga, niños, coged las mochilas y todo lo que necesitéis que os llevo a clase, sólo quedan quince minutos para las ocho y media.

Rose y Evan cogieron todo y nos montamos en un gran coche de última gama. No tenía ni idea de para qué servían todos los botones que veía, pero tenía que apañármelas, no podíamos llegar tarde. Entonces, Nikolai apareció al lado de mi ventanilla y me asustó.

-¡Dios! ¿Qué haces? ¡Me has dado un susto de muerte! – grité con el corazón en la boca.
-Perdona. Verás, es que tengo que acompañaros cada vez que salgáis de casa, ¿sabes? Además, es el coche que los Turner me asignaron, os llevaré a donde digáis.
-Ah, de acuerdo, no lo sabía. Ahora me cambio de sitio.

Menos mal que Nikolai estaba allí, sino nunca habría salido como arrancar aquel maldito coche. Además, tampoco habría sabido la ruta para llevar a los chicos y habrían llegado tarde, pero gracias a Nikolai la cosa se solucionó bastante bien. Dejamos a Rose en el colegio y a Evan en la universidad y regresamos a casa.

-Oye, ¿de dónde eres? – pregunté intrigada, ya que Nikolai no parecía un nombre inglés.
-Soy de Rusia, San Peterburgo concretamente.
-Vaya, ¿y cómo has terminado aquí?
-Eso es privado.
-Oh, lo siento, sólo quería entablar una amistad, ya que trabajamos juntos…
-Ya…bueno, lo que te puedo decir es que tengo muy buenas referencias en proteger a las personas, sé varias especialidades de lucha, supervivencia…los Turner querían a alguien con quien sentirse seguros.
-Madre, ¿tienen algun problema con alguien para haberte contratado? – pregunté curiosa.
-No, pero ya sabes, la gente adinerada es muy excéntrica.
-Sí, lo comprendo.
-¿Y qué hay de ti?
-¿De mí? Bueno, no mucho…soy de Estados Unidos, tuve una hija hace poco más de un año, pero necesitaba un cambio en mi vida y quise empezar aquí con mi hija– mentí.
-Debe ser duro venirte aquí sola con tu hija.
-Bueno, por ahora lo es, pero espero que pronto pase lo peor.
-Si necesitas algo…hablar, tomar un café, dar una vuelta en coche…jajajaja sólo dímelo.
-Jajaja, de acuerdo, lo haré.

Una vez en casa me dediqué a limpiar la cocina a fondo y Nikolai se fue al gimnasio, donde me habría creído que vivía porque estaba todo el tiempo allí, o eso parecía.
Sobre las doce llamaron a la puerta y fui a abrir enseguida.

-Residencia de los Turner, ¿en qué puedo ayudarle? – pregunté.
-Soy la secretaria del director de la universidad de Evan Turner.
-Oh, ¿quiere pasar?
-No, gracias, no tengo mucho tiempo. Venía a dejarles esta carta a los padres de Evan.
-De acuerdo, ¿tengo que decirles algo más?
-Sí, bueno, en la carta lo explicamos pero básicamente Evan se ha saltado varias clases últimamente y queríamos que los padres lo supieran. Si sigue así tendremos que expulsarle unos días.
-Vaya, se lo diré en cuanto lleguen, muchas gracias.
-De nada, adiós.

Caray, el primer día de trabajo y ya tenía un conflicto entre mis manos, decirle a los Turner que su hijo hacía novillos. No quería caerle a su hijo mal el primer día, asíque decidí que tenía que hablar con él antes para saber el motivo de sus ausencias a la universidad.
Después, fui al gimnasio para hablar con Nikolai, ya que había terminado de limpiar la cocina y pronto nos tendríamos que ir a recoger a los chicos.

-¿Pasas todo el día aquí? – le pregunté.
-Bueno, muchas veces, pero también hago vigilancias.
-¿Qué tipo de entrenamiento estabas haciendo?
-Pues antes un poco de taekwondo y ahora defensa personal.
-Vaya, deben de ser guays – dije sonriendo.
-¿Te gustaría probar?
-Uy, no sé si podría, soy bastante blandengue, jajaja.
-No te preocupes, seran unos ejercicios básicos leves, no te harás daño.

Nikolai me dio unas lecciones y movimientos a realizar, para atacar y para defenderme. Sorprendentemente me salieron muy bien, no creía que pudiera llegar a tumbar a un hombre de 1.90cm, claro está que seguro habría bajado el listón conmigo.

-¡Ha sido genial! ¡Me ha encantado aprender esto! Seguro que ahora iré más segura por la calle, jajaja – dije entusiasmada.
-Me alegro que te haya gustado, es bastante práctico. Oye, vámonos que vamos a llegar tarde.

Cuando llegamos de recoger a Rose y a Evan, le dije a la niña que fuera a su habitación a hacer los deberes mientras hacía la comida y que si necesitaba algo que viniera a decírmelo. Mientras tanto, le dije a Evan que se quedara conmigo en la cocina.

-¿Qué tal las clases, Evan? – le pregunté.
-Bueno, no han estado mal.
-¿Vas aprobando?
-Sí, claro, ya oíste a mi madre, soy un cerebrito.
-Ya…es cierto. Oye, quería comentarte algo antes de decirselo a tus padres.
-¿El qué?
-Bueno, ha venido la secretaria del director de tu universidad. Me ha dado una carta y me ha dicho que llevas varios días sin ir a clase, ¿se puede saber por qué?
-¿Qué? ¿Quién eres tú para decirme eso? ¡Y no les digas nada a mis padres! – gritó Evan.
-Evan, no creas que no me es incómodo decirte esto, pero quiero saber si es por algo de lo que deba preocuparme.
-Pues no, no es nada de lo que haya que preocuparse, pero no se lo digas.
-¿Por qué?
-Porque…son cosas mías…
-Como no me lo digas no podré ayudarte – le dije sin miramientos.
-Está bien, es por una chica.
-¿Cómo?
-Sí, estuve liado con una chica hace más de un mes, y bueno, me dejó y estoy viendo a ver si puedo recuperarla.
-¿Faltando a clase?
-Es que es el único momento del día en que puedo verla, es cuando tiene clases de tenis.
-¿Y cómo pretendes que vuelva contigo?
-No sé…he estado espiándola… - confesó Evan.
-¿Qué? ¿Estás majara? Así no conseguirás que vuelva contigo. Tendrías que dejarle un poco de espacio, tener unos buenos hábitos, hacer deporte y que vea lo que se ha perdido al dejarte, no acosarla.
-¿De verdad?
-Sí, ¿y por qué te dejó?
-Bueno, es que hablaba con muchas chicas y tonteaba con ellas…
-¡Pues entonces te mereces que te dejara! – me enfadé.
-Sí, pero me he dado cuenta que me gusta mucho.
-¿Y no está ella con nadie?
-Pues, a decir verdad, creo que sí.
-Evan, creo que está la cosa bastante clara, siento decírtelo. La engañaste y ella está con otro chico, asíque ya no creo que haya nada que puedas hacer, deberías pensar en eso – le dije tristemente.
-Pero no puedo olvidarme de ella, no tengo ninguna chica con la que tontear ni con la que estar.
-¿Es que acaso necesitas tener siempre a una?
-Bueno, siempre he tenido algo en la retaguardia.
-Evan, no le diré nada a tus padres, pero como vuelvan a decirme que faltas a clase se lo diré. Vete a tu cuarto hasta que esté hecha la comida.

La confesión de Evan había sido realmente surrealista. Un chico que siempre tenía que tener a una chica para ligar con ella, era un poco asqueroso, pero al menos no era un tema de drogas ni alcohol.
Una vez hecha la pasta carbonara, los chicos bajaron a comer y poco después me despedí para irme a casa, recogiendo a Aubree antes.
Había sido un día bastante agotador, asíque pedí por teléfono un poco de comida china y me senté en el sofá con Aubree.
Alice llegó poco después un poco enfadada y tirando sus zapatillas dentro de su habitación.

-Ha sido un día terrible – dijo resoplando.
-El mío ha sido estresante, pero cuéntame.
-Primero una chica me vierte el café encima, después me he equivocado dos veces al dar el café a los clientes y, por último, se ha obstruído un váter y he tenido que desatascarlo, olía fatal.
-Pues sí, parece que el tuyo ha sido peor.
-Espero encontrarme mañana un billete de veinte libras mínimo tirado en algún rincón de la cafetería para compensar lo de hoy.
-Jajajaja, buena suerte entonces – dije riéndome.
-¿Y tú qué tal?
-Bueno, al principio bien, aunque antes de irme he tenido que hablar con el hijo de los Turner, Evan, porque me avisaron de que estaba faltando a clase y tenía que decírselo a sus padres.
-¿Y qué dijeron cuando se lo contaste?
-No se lo he contado a los padres, hablé con Evan solamente. Me dijo que era por recuperar a una chica, pero por lo visto Evan no es un santito, y la chica que le gusta pasa de él, asíque le hice ver que se olvidara de ella y no faltara ningún día más a clase o se lo contaría a sus padres.
-Vaya, te la has jugado mucho al no decírselo, espero que no se enteren que se lo has ocultado.
-Dios mío, pensaba que había hecho bien, pero ahora me has hecho que tenga remordimientos – dije asustada.
-No tía, no tiene por qué pasar nada si Evan no vuelve a faltar a clase.
-Sí…supongo, tendré que vigilarle junto con Nikolai.
-¿Quién es Nikolai?
-Ah, es el guardaespaldas personal de la familia, nos lleva a cualquier lado, está casi todo el día entrenando en el gimnasio…es un tipo extraño, pero resulta de lo más fiable, creo que pararía una bala por cualquiera de ellos – confesé.
-Caramba, tiene que cobrar un pastón si en cualquier momento puede morir.
-Esperemos que no, ¿vale? Me ha caído bien.
-Sí bueno, lo que sea. Oye, tengo un plan para el fin de semana por si te apetece. Mis amigas Leslie y Julia van a hacer una fiesta en su casa el viernes por la noche. Y el sábado iremos al maratón de películas de terror en el antiguo auditorio de música que cerró hace unos treinta años.
-Suena bastante bien, pero tengo a Aubre…
-Oh vamos, puedes dejarla con Lori. ¿Sabes que me ha dicho antes en la escalera que le encanta tener a un bebé en casa? Le alegra la vida oye.
-Jajaja, de acuerdo, me lo pensaré – dije riéndome.

El resto de la semana en casa de los Turner fue un poco más estresante que el primer día. A Evan le costaba muchísimo levantarse por las mañanas porque se acostaba bastante tarde, y a Rose se le daban fatal las matemáticas, cosa que a mí también y no podía ayudarla mucho, pero tenía que hacerlo porque esa era una de las tareas que debía hacer. Limpiar la casa tampoco era fácil, entraba y salía mucha gente y dejaba todo por el medio y los suelos lleno de pisadas, asíque cogí con bastante gana el fin de semana.
Lori se quedó encantadísima cuando le pregunté si se quería quedar con Aubree el viernes noche y el sábado noche, para que yo pudiera ir con Alice a aquel plan que había propuesto con sus amigas. Además, le llevé una tarta de limón riquísima que había hecho yo misma.
Alice se puso muy contenta cuando le dije que iría con ella a aquella fiesta y empezó a sacar ropa de su armario y tirarla por los aires.

-No sé qué ponerme, no me está nada bien.
-¿Qué dices? Seguro que algo tienes – le dije mientras yo también buscaba en mi armario.
-¿Bromeas? ¿Has visto estas lorzas? ¿Y qué hay de mis muslos? Son enormes, soy gorda.
-Lo que eres tonta, deja de decir esas cosas. Mira, a ver si esto te está bien.
-¿Una falda tuya? ¿En serio? No me va a estar bien nada de lo tuyo, estás mucho más delgada que yo.
-Puede ser, pero está falda puede ponérsela cualquiera, ya veras.

Alice se la probó y quedó alucinada. Le estaba perfecta y, además, le hacía un buen tipo. No podía creérselo, no podía cerrar la boca del asombro.

-¿Cómo puede ser? Si tengo mucha más talla que tú – dijo extrañada.
-Bueno, es que no es una falda cerrada como ya ves, es atada, asíque la talla poco importa.
-Sí, eso y que veo que es de Channel. ¿Cuánto te ha costado?
-Si supieras lo que me pagan los Turner, no te importaría saber el precio de la falda, jajaja.
-¿En serio? Debí quedarme limpiando casas aunque no me gustase nada, al menos tendría buen sueldo. ¿Tú qué te pondrás?
-Creo que unos pantalones vaqueros y una camiseta, lo básico.
-¿Qué? No puedes ir así a una fiesta, debes ponerte algo más provocativo, asíque hazme caso o sino no salimos – me advirtió Alice.

Al final me tuve que poner un vestido que Alice me eligió, intenté ocultarle que era un Valentino porque no quería que me soltase otra vez el interrogatorio de dónde había sacado el dinero para pagarlo.

-No sé si es apropiado para una fiestecita… - dije mirándome en el espejo.
-¿Qué? ¿Estás de broma? ¡Estás que te sales! Y no es ninguna fiestecita, es una fiesta en toda regla, va a haber decenas de personas, por no decir un centenar o más. Los que quepan en la casa vaya – se rió Alice.
-Pensaba que sería una fiesta tranquila, de ahí que pensara que este vestido no era el adecuado.
-Por favor, Claire, desinhíbete un poco, ¿vale? Te veo muy responsable cada minuto del día.
-Es porque tengo una hija y responsabilidades…no es tan fácil.
-Vale, pero cuando no tienes a Aubree contigo puedes hacer lo que quieras, siempre y cuando estés viva al día siguiente para ir a recogerla a casa de Lori, ¿no?
-Supongo…está bien, intentaré pasármelo genial – dije asintiendo.

Una vez nos preparamos, fuimos a casa de Leslie y Julia en metro, que estaba en Newington.  Ellas vivían en un apartamento en un piso bastante alto, asíque supuse que tendrían vecinos encima y debajo, lo cual me pareció un auténtico desafío hacer una fiesta, ya que podrían llamar a la policía.
El apartamento era bastante más grande que el nuestro, pero parecía pequeño con toda la gente que estaba allí. No me puse a contar pero podría haber perfectamente un centenar de personas en este instante.

-¡Hola chicas!
-Hola Julia, hola Leslie, esta es mi amiga Claire, de la que os he hablado.
-¡Sí! Encantada de conocerte – dijo Leslie tendiéndome la mano.
-Igualmente – dije un poco cohibida.
-Nuestra casa es tu casa, ¿vale Claire? Coge todo lo que quieras, no se lo digo a Alice porque ella ya lo hace, jajaja – dijo Julia bromeando.
-Bien, ¿dónde está el alcohol? – preguntó Alice sonriendo – quiero mi vino blanco YA.
-Donde siempre, Ali, donde siempre – comentó Leslie antes de que se fuera con Julia a seguir saludando a la gente.

Alice me cogió del brazo y me llevó a la cocina. Había un par de personas más allí echándose cerveza en vasos, pero ella me llevó através de una puerta de madera tras haber pasado la cocina.

-¿Qué demonios es esto? ¿Dónde estamos? – pregunté inquieta.
-Es el cuarto de la lavandería y también una alacena, aquí tenemos las mejores bebidas y, por supuesto, mi vino blanco.
-Jajaja, qué ocurrencia, guardar tras la lavadora un arsenal de alcohol del bueno.
-Bueno, ser amigas de las anfitrionas tiene sus ventajas, ¿qué quieres beber?
-No solía beber… - dije un poco avergonzada.
-Pues aquí sí vas a soler beber, te echaré un ron con naranja, le suele gustar a bastante gente.

Después de que Alice me obligara a beber un par de chupitos de vodka negro, nos fuimos con nuestros vasos llenos al centro de la fiesta. Alice me presentó a bastante gente allí mismo, con los cuales tuve que entablar algo de conversación a la vez que bailaba. No fue tan terrible como me había imaginado pero, tal vez, tenía algo que ver que fuera ya por mi cuarto vaso de ron.
Un par de horas después, no me podía creer que estuviera viendo a Evan Turner junto con Nikolai, ¿qué hacían aquí? No sabía si ir a hablar con ellos o esconderme entre la multitud, pero de poco sirvió pensar en eso porque ellos me habían visto al instante.

-Vaya, asíque también sabes divertirte, ¿eh, Claire? – dijo Evan riéndose.
-Sí, tengo una vida más allá de los muros de tu casa, ¿qué haces tú aquí? – le contesté secamente.
-Bueno, invitaron a un amigo mío, y él me invitó a mí, dijo que sería una gran fiesta y aquí estoy.
-Sí, aquí estás, y con Nikolai, ¿es que no puedes ir solo ni a por el pan?
-Sabes de sobra que Nikolai es el protector de la familia, los demás están en casa y yo quería salir, asíque debe acompañarme quiera o no – dijo condescendientemente.
-Está bien, pues que disfrutéis por aquí… - dije yéndome a otro lado.

Evan se puso a hablar en un grupo de gente mientras Nikolai andaba vigilando y captando las partes de la casa, seguramente para trazar un plan de escape por si sucedía algo. No me hacía ninguna gracia que ellos estuvieran allí, ya tenía bastante con verlos cada día en el trabajo, además, tampoco quería que los Turner supieran que su asistenta se desmadraba.
Más tarde, cuando ya la mayoría estábamos bebidos, y eso me incluía a mí, bailábamos muy desinhibidos unos con otros. Me di cuenta bastante tarde que el chico con el que bailaba era Evan.

-¡Dios! ¿Qué haces bailando conmigo?
-Pues no sé, simplemente estabas aquí y nos hemos puesto a bailar.
-Anda, ve a bailar con otra chica – dije dándome la vuelta.
-Espera, espera – dijo Evan cogiéndome por la cintura – te lo estabas pasando bien, ¿por qué ese cambio?
-Me acabo de dar cuenta que eras tú, no puedo bailar contigo.
-¿Por qué?
-Porque trabajo para ti, bueno y tus padres, no estaría nada bien.
-Mira, olvídate de mis padres, ellos…no se van a enterar de nada, Nikolai estará callado.
-¿Estás tonto?  Se enterarán de cualquier manera.
-Oye, vamos…sigamos bailando, estás preciosa – dijo finalmente Evan mientras se acercaba a mí y me besaba, a lo cual yo también respondí igualmente.

No sabía por qué hacía aquello pero lo estaba haciendo, y delante de todo el mundo, aunque realmente a nadie le importaba, nadie nos conocía así personalmente, salvo Alice y Nikolai. Me daba un poco de vergüenza abrir los ojos y ver que Nikolai nos estaría viendo, por eso seguí con los ojos cerrados y seguir disfrutando.
Evan parecía un chico un tanto inestable, bien es cierto que también era más joven que yo, algo más de tres años, quizás por eso aún no tenía ideas claras sobre las relaciones con las chicas y por eso hacía lo que estábamos haciendo.
Al rato me di cuenta de que estábamos en una habitación los dos solos, ¿cómo había conseguido Evan traerme hasta allí sin saberlo? Debía estar muy borracha…

-Evan… ¿Qué hacemos aquí?
-Bueno, pensé que estaríamos mejor solos, ¿no crees? – dijo mientras me besaba el cuello y me desabrochaba la cremallera del vestido.
-¡Oye! ¿Qué te crees que haces?
-Pues, pasarlo bien, ¿no? Me gustas, Claire.
-¡Pero si esta semana estabas loco por volver con tu ex novia!
-Lo sé, pero me he dado cuenta que es una pérdida de tiempo, además estás tú, sé que te gusto – dijo con cara de pillín.
-Eh, eh, eh, ¿quién te ha dicho a ti que me gustas?
-Nadie, sólo me lo dice tu forma de ser conmigo…
-Oye, no te creas un seductor porque no.
-Vamos, culminemos esta gran noche.
-¡Que no! Una cosa es darse unos beso y otra muy distinta acostarnos, hasta aquí ha llegado tu noche conmigo, me voy con mis amigas, hasta el lunes, Evan, y  no bebas mucho – dije mientras me iba dando un portazo enfadada.

Era increíble el morro que tenía Evan, creerse que yo era tan fácil y que me acostaría con él por el simple hecho de que me dijera que estaba guapa. Era un gran halado, pero por dios, trabajaba en su casa.
Nikolai me cogió del brazo en cuando me vió pasar por el salón, donde seguía la fiesta.

-¿Se puede saber qué haces?
-Yo…nada, bueno…lo que se supone que se hace en las fiestas – dije un poco asustada, la figura de Nikolai me daba mucho respeto.
-¿Con Evan?
-Bueno…eso…de verdad que no sabía que era él al principio, luego ya lo dejé pasar, pero no ha pasado nada más, de verdad.
-Pensaba que eras diferente, pero me he equivocado – dijo Nikolai de mal humor.
-Yo…lo siento… - pero fue tarde cuando lo dije porque él ya se había ido junto a Evan de la fiesta.

domingo, 10 de mayo de 2015

Capítulo 34



-Disculpe, ¿quién es usted? Está prohibido el acceso a las personas que no trabajan aquí.
-Ah, es que tenía  permiso de Michael Stanford para merodear un poco por este lugar – dije poniendo voz angelical para que no me cayera una bronca.
-Oh…pero… ¿usted quién es? Debería llevar una persona que le guíe por aquí.
-Sí, lo sé, pero le dije a Michael que no hacía falta, que sólo miraría unos minutos. Por cierto, soy su novia.
-¿Ah sí? Pues pase, pase. Soy Connor Wilson, jefe del departamento de robótica – dijo Connor estrechándome la mano.
-Laura Stevens. Mike me dijo que estaban intentando diseñar un robot que ayudase a la gente y tenía como base unas leyes, ¿qué tal les va?
-Pues muy bien, de hecho pensaba llamarle mañana mismo para enseñarle los avances que hemos hecho. Hemos conseguido que el robot tenga conciencia propia, pero a la vez tenga en cuenta siempre esas leyes de las que usted habla.
-¿En serio? ¿Puede tener conciencia un robot? Es increíble – dije muy sorprendida.
-Sí. Nos ha costado muchísimo, pero estamos preparados para la primera simulación.
-¿Una simulación?
-Así es. Pondremos al robot en un entorno donde tenga que regirse por su conciencia y sus leyes, a ver si pasa el examen.
-Ah claro, necesitáis hacer pruebas para saber si funciona bien.
-Por supuesto, eso mismo.
-Oye… ¿Michael pasa por aquí muchas veces? – pregunté ya intentando averiguar algo más.
-Obviamente. Viene todos los días, excepto los fines de semana, por supuesto, porque no trabaja.
-Claro, sí, está con su hija y conmigo. Y, ¿no tiene más socios? ¿Alguien que cuando no está él responda en el proyecto?
-No, después de él nos encargamos los jefes de departamento. Por eso si hay algún problema, hay que cambiar alguna cosa o decidir lo que sea siempre se le avisa antes, y si no podemos contactar con él se espera hasta que nos podamos comunicar – me explicó Connor.
-Entiendo. ¿Tenéis muchas visitas por aquí? Parece un lugar interesante.
-No muchas, la verdad, aunque sí que es interesante. Han venido algunas personas del ámbito político y de seguridad, ya sabe, gente que hace negocios con Michael.
-¿Políticos?
-Sí, por ejemplo el candidato Paul Abramson, el fiscal del distrito y demás. De hecho Paul Abramson vino hace unos días, pero Michael no estaba, asíque le atendí yo. Se quedó fascinado con el proyecto robótico.
-Muy bien. Pues muchas gracias por tu tiempo, Connor, espero que nos volvamos a ver – dije tendiéndole la mano.
-Igualmente señorita Stevens.


Connor había sido de mucha ayuda, al menos sabía que Paul Abramson había estado ahí y, además, otras personas de la política, justo las mismas que se reunían con Paul y Michael los miércoles por la noche en aquel lugar secreto. Pero, ¿qué relación tenían entre ellos? Debía haber algo que quisieran, algo que les mantenía juntos para tener que reunirse cada semana.
Aquella misma tarde recibí un mensaje de Bruce para que fuera a su despacho, que tenía algo importante que contarme, asíque fui corriendo.

-¿Qué es eso tan importante que tienes que contarme? – pregunté intentando recuperar al aliento después de ir corriendo.
-Verás, no te va a gustar nada esto, pero por favor, tienes que tranquilizarte.
-Dime ya de qué se trata, Bruce.
-Pues, me ha costado un poco, pero ya sé qué ha pasado con Charlotte y dónde está.
-¿Qué? ¿Dónde? – dije impaciente.
-En el Hospital Roosvelt Monte Sinaí, Laura…ella está en la Unidad de Cuidados Críticos – dijo Bruce detenidamente.

Mientras, Michael llegó a casa, donde estaba Allison llorando en el sofá del salón y parecía asustada. Él dejó su maletín en la entrada y fue hacia su hermana.

-¿Qué te ocurre Allison? – le preguntó Mike.
-No…no sé si estoy lista – dijo Allison sollozando.
-¿Qué? ¿A qué te refieres?
-A la boda, Mike, no sé si estoy preparada para casarme.
-¡Ah! Bueno, siempre que hacemos algo importante en la vida que nos lo puede cambiar todo, puede aparecer una especie de miedo escénico. Pero creo que debes dejarlo a un lado. Tú te comprometiste con Cole porque le querías, ¿verdad?
-Sí, así es – afirmó Allison.
-Pues sólo tienes que pensar en eso. Si le dijiste que te casarías con él sería por algo, deja todo lo demás a un lado.
-Mike, tú sabes que lo he pasado mal en el pasado, hice cosas malas. Me siento como si estuviera cogiendo algo que no es para mí, ¿sabes? Cole es algo bueno que me ha pasado, pero con todas las cosas que he hecho no creo que me lo merezca – confesó Allison tristemente.
-Hermana, créeme que ya es hora de que te pase algo bueno, hazme caso.
-En el trabajo igual, me va muy bien. Hillary ha aceptado ver mis bocetos de una línea de ropa que quiero fundar y hablar con gente que ella conoce, aparte de seguir hablando de moda en su revista.
-Pues eso es genial, por fin te ha llegado la felicidad, no la dejes escapar porque creas que no la merezcas – le dijo Mike.

En el hospital Roosvelt todo el mundo andaba de un lado para otro e intentaba por todos los medios que alguien me atendiera para preguntar en qué habitación se encontraría Charlotte. Pero sólo conseguí que una enfermera me dijera a lo lejos que la Unidad de Cuidados Críticos estaría en la cuarta planta.
Supe enseguida dónde se hallaba Charlotte porque había dos hombres trajeados protegiendo su puerta. Soldados de Paul, me dije a mí misma.
Conforme me acerqué pensé que me iban a impedir el paso, pero sorprendentemente se apartaron de la puerta y me dejaron entrar.
Cuando vi la imagen de Charlotte fue espantoso. Estaba intubada, muy magullada, tenía partes de la cara hinchada y de color morado y un brazo escayolado. Al menos, eso es lo que pude ver superficialmente, pero se me cayó el alma encima.
Entonces apareció un médico en la habitación, quien supuse iba a comprobar cómo seguía Charlotte.

-Soy el doctor Blake, ¿usted es?
-Laura, la mejor amiga de Charlotte. Acabo de enterarme de que está aquí. ¿Qué puede decirme sobre ella?
-Pues…lleva aquí cerca de una semana, vino en coma. Tenía un brazo y una pierna fracturados, varias fisuras en las costillas, clavícula y pelvis, una hemorragia interna y un traumatismo craneoencefálico, además de las magulladuras que puede ver.
-¡¿Qué!? ¿En coma? ¿Sigue en coma?
-No, ya no está. Despertó un día después de su llegada del coma. La tenemos sedada casi todo el día porque resulta doloroso para ella la recuperación.
-Y… ¿Y qué le ha ocurrido? – pregunté nerviosa.
-Pues creo que la atracaron, eso nos dijo su marido cuando la trajo.
-¿Su marido? ¿Paul Abramson fue quien la trajo aquí?
-Sí, así es. Él mismo nos dijo que la tuviéramos sedada y que en cuanto viéramos mejoría le diéramos el alta y que siguiera recuperándose en casa.
-¿Qué él os dijo que la tuviérais sedada?
-Exacto. Cuando despertó ella estaba muy nerviosa. Le dijimos a su marido que le dolerían aquellas heridas y que podríamos tenerla sedada para que no sufriera, asíque él dijo que sí – dijo el doctor Blake.
-Entiendo. ¿Y sabe cuándo se pondrá mejor?
-Pues por ahora le queda mucho. La hemorragia se la conseguimos neutralizar, pero queremos seguirla observando por lo del traumatismo. Por lo demás, las fracturas y golpes irán mejorando normalmente.
-De acuerdo, muchas gracias.

Conforme el médico se fue, Paul apareció por la puerta de la habitación y la cerró. Aquel simple gesto de cerrar la puerta hizo que se me recreara un miedo por dentro que intentaba controlar para no parecer débil ante él.

-Sabía que aparecerías tarde o temprano por aquí – dijo tranquilamente Paul.
-¿Por qué le has dicho a tus guardas que me dejasen entrar?
-Porque quería que vieras a tu amiga, que vieras las consecuencias de vuestros actos.
-Sabía que esto se lo habías hecho tú en cuanto el médico me dijo que esto fue resultado de un atraco.
-¿Por qué?
-Porque tú no dejabas salir a Charlotte a solas para nada, la tenías vigilada constantemente, asíque, obviamente, era imposible que la atracasen – dije con una mirada dura.
-Muy aguda. Las dos habéis estado intentando trastocar mis planes, pero ahora ves que no podéis hacer nada contra mí y estas son las consecuencias.
-Te has enterado que abortó, ¿verdad? Seguramente fue eso la gota que colmó el vaso.
-Pues sí, me enteré. Sabía que Charlotte me había empezado a odiar y que no quería seguir conmigo, por eso tuve que percatarme de que de verdad estuviera embarazada. Pero cuando supe que había abortado, me hirvió la sangre, no pude dejar que se fuera de rositas – confesó Paul.
-La dejaste en coma, eres un cobarde pegando a una mujer que no tenía ninguna ayuda.
-¡La culpa era de ella! Mató a mi hijo y se lo tuve que hacer pagar.
-Tú no eras el hombre que ella pensaba que conoció al principio. Se ha arrepentido de haberse casado contigo. Aunque de vez en cuando decía que aún te seguía queriendo porque veía en ti al hombre del que se enamoró, pero definitivamente has matado esa esperanza. La has estado utilizando para tu campaña presidencial – le dije furiosa.
-¡Yo la amaba! ¡Pero ella no se daba cuenta de que esto era importante para mí!
-Ella sabía que era importante, pero cambiaste mucho, o al menos eso pareció. No tengo claro que fueras un buen hombre desde el principio a mi parecer.
-Tú…tú has tenido mucha culpa en esto.
-No intentes parecer un santo en esto, Paul. Sé que no eres trigo limpio, asíque deja de echar la culpa a los demás.
-Mira, te lo voy a poner muy fácil. Quiero que desaparezcas – sentenció Paul.
-¿De qué estás hablando?
-Quiero decir que quiero que desaparezcas de mi vida, de la de Charlotte, de la de Mike y te vayas de Estados Unidos.
-¿Es una broma? – dije sonriendo sarcásticamente.
-En absoluto. O haces lo que te digo, o la próxima persona que esté en esta cama va a ser Mike, Eric, Allison, Kyle, tus padres, Aubree…o quizás en un ataúd en vez de una camilla.
-¿Quién demonios te crees que eres para amenazar a mis seres queridos, cerdo? – dije ya encendida.
-¿Qué quien me creo que soy? Soy el que puede arruinarte la vida. Seré el próximo Presidente de los Estados Unidos y no puedes hacer nada para evitarlo. Vete del país, y deja a Mike, él tiene asuntos pendientes conmigo.
-¿En serio crees que dejaría a Mike?
-Te conviene, de hecho – se rió Paul.
-¿Qué quieres decir?
-Tu Mike no es quien dice ser. Aquí te he traido un vídeo de él con otra chica esta tarde, saca tus propias conclusiones.

Paul me dio un móvil, donde se podía ver un vídeo de una cámara de una habitación. En él salía una chica rubia, parecía una stripper por el cuerpazo que tenía, pero desgraciadamente sí que aparecía Mike también. Se desnudaban, acariciaban y se besaban sin parar, mis ojos empezaban a empañarse de las lágrimas. Poco después se vía cómo Mike se ponía encima de ella y le hacía el amor como me lo había hecho a mí en numerosas ocasiones.
Mi corazón empezó a palpitar extremadamente rápido, mi respiración se aceleró y las lágrimas caían por mi cara. Michael me había engañado con otra mujer y a saber desde cuándo sucedía eso. Paul sonreía ampliamente disfrutando de mi sufrimiento, sabía que había conseguido lo que quería.

-Si me voy, ¿qué va a suceder con Charlotte? – pregunté sollozando.
-Ella se pondrá bien, la cuidaré. Hará vida normal, como ella quiera, pero tendrá que acudir conmigo a actos políticos hasta que gane las elecciones. Después nos divorciaremos y no volveremos a vernos nunca más.
-¿Y los demás? Mis padres, mi hermano, Eric, Allison, Mike… - me atraganté en el último nombre.
-No les ocurrirá nada, todo seguirá igual. Puedes llevarte a Aubree si lo deseas.
-Está bien. Tú ganas – dije vencida.
-Muy bien. Podrás recoger tus cosas e irte sin ver a Mike, ya me ocuparé yo de decirle alguna historia.
-De acuerdo. Pero cumple tu palabra con Charlotte y los demás.
-Hecho. Aquí tienes dinero para irte y empezar una nueva vida porque tu cuenta será bloqueada, ¿entendido?
-Entendido.
-Y aquí tienes papeles y carnets con una identidad nueva, para que nadie sepa adónde te vas.
-Está bien.

Me fui de la habitación con la sensación de que mi vida se había roto en dos. Después de saber que no tenía escapatoria, me sentía muy frustrada. Si me negaba a irme lo pagaría con mi familia, si me iba dejaba todo lo que tenía. Pero además, estaba el engaño de Michael, no podía creer lo que habían mis ojos. Pensaba que por fin éramos sinceros y que todo nos iba bien, pero me había dado cuenta que no era así.

No había nadie al llegar a casa, por suerte. Y con nadie me refería a parte de la familia, porque quien sí estaba era Marie con Aubree. Fui a mi habitación y saqué mi armario la ropa que me había identificado siempre, pantalones vaqueros, blusas y camisetas normales y varias zapatillas. Después fui al cuarto de Aubree y también recogí las cosas más importantes y las metí en una gran bolsa de deporte, al igual que mis cosas.

-Maríe, ¿me das a Aubree? Tengo que ir a un sitio, luego vuelvo – dije mintiendo.
-Sí, por supuesto. Ya ha cenado, la iba a acostar ahora.
-Vale, no te preocupes, ya la dormiré yo.

Llevarme a Aubree de la vida de Michael me parecía mal, al menos en aquel momento. Pero después pensaba en lo que me había hecho y quería que sufriera.
En el JFK me quedé mirando a la pantalla de los próximos vuelos, me quedé absorta pensando qué iba a hacer ahora. Tenía dinero para ir a donde quisiera pero, ¿cuál sería un buen lugar? No podía volver a Barcelona como la última vez porque seguramente Michael buscaría allí.
Entonces, vi aparecer en la pantalla el próximo vuelo inmediato a Londres, asíque cogí a Aubree y todas las cosas y me embarqué en aquel avión comprando antes un billete con mi nuevo nombre: Claire Rhodes.



                                       ******************************************



Llegar a Londres de noche no era un buen plan, necesitaba algún lugar donde establacerme, pero a aquellas horas no era un momento adecuado, asíque cogí un taxi y pedí que me llevasen a un hotel decente.
Estar en la habitación con Aubree dormida y comenzar a pensar en todo lo que me había ocurrido, hacía que pensara que mi vida no iba a poder encarrilarse nunca más.  Pero respiré hondo, miré a Aubree y supe que tenía que seguir adelante fuera como fuese por ella.
Cogí el periódico que el botones me había dado al ayudarme con el equipaje y me puse a buscar un lugar para vivir.
Tenía dinero suficiente, pero no quería vivir en un lugar lujoso, sino en uno que pasara desapercibida. Tras preguntar a la recepción del hotel por teléfono dónde se encontraba Fulham, decidí que iría a ver un apartamento a aquel distrito.
Viajar y caminar por Londres parecía otro mundo, los coches iban por carriles distintos y el humor de la gente de allí era un poco irreconocible para mí.
Cogí el metro y bajé en la estacion de Parsons Green y caminé en dirección este hasta Sandilands Road con Wandsworth Bridge Road. Allí justo de esquina, me paré a desayunar en un Starbucks que parecía relativamente tranquilo. Al sentarme en la mesa, coloqué a Aubree con el carrito a mi lado y una camarera vino hacia mí.

-¿Qué desea tomar? – dijo la camarera percatándome de que en un lado de su camiseta tenía el nombre de Alice.
-Buenos días, tomaré un café con leche, una napolitana y un zumo de melocotón, leche sola del tiempo con unos cereales  para mi hija.
-Volveré en un momento.

Alice no parecía muy habladora, tenía pinta de darle un poco igual el trabajar allí, como si estuviera de paso. Poco después trajo en su bandeja todo lo que le pedí, hasta el azúcar para el café que se me había olvidado pedirle.
En cuanto terminé de desayunar, fui hacia Alice para que me cobrase todo.

-Son 9 libras – dijo Alice.
-Eh…aquí tienes. Por casualidad, ¿sabes si voy bien para el 120 de Wandsworth Bridge Road?
-¿Por qué quieres ir alli?
-Vi en el periódico que se alquila un piso y quería ir a verlo.
-¿Un piso? Querrás decir una habitación.
-Bueno, aquí pone “alquilo piso” – dije enseñándole el periódico.
-¿En serio? Ese casero me va a oír.
-¿Qué ocurre?
-¡Que yo vivo ahí también! Hace dos semanas mi compañera de piso se fue y pensaba que alquilaría sólo la habitación, no el piso entero, voy a ir ahora mismo a hablar con ese hombre – dijo Alice enfadada.
-Quizás haya algún error, tranquilízate.
-Salgo en quince minutos de mi turno, espérame fuera e iremos las dos.
-De acuerdo.

Esperándo a Alice fuera, no sabía si querría compartir piso con ella viendo cómo se había tomado la noticia, pero era comprensible teniendo en cuenta que se podía quedar sin casa. Al salir de trabajar, me fijé que Alice tenía un estilo peculiar. Llevaba sus Converse, como yo hacía años, y pantalones vaqueros con una camiseta básica negra.  Una mochila de rayas multicolor asomaba por un lado de su espalda y se encendió un cigarro nada más salir del Sturbacks. También parecía que no era allí, ya que su tez era bastante morena, además de su pelo negro.

-Por cierto, tía, ¿cómo te llamas? – me dijo de repente Alice mientras caminábamos.
- Pues Lau…Claire Rhodes.
-Alice Lewis, encantada – dijo dándome la mano.
-Igualmente.
-¿De dónde eres?
-¿Cómo sabes que no soy de aquí?
-Tu acento y…que no sabías qué billete coger al pagarme el desayuno, jajaja.
-Vaya, eso me ha delatado, jajaja. Pues soy de Estados Unidos, Los Ángeles – dije sonriente.
-¿En serio? ¡Siempre he querido ir allí! Playa, sol…eres muy afortunada.
-No sabes cuánto… - dije irónicamente.
-¿Qué quieres decir?
-Es una larga historia…
-Vale. ¿Es tu hija?
-Sí, se llama Aubree.
-Es muy guapa.
-Gracias.
-Mira, ya hemos llegado, es este de la esquina, tenemos que subir por esas escaleras. El casero es propietario de la tienda de debajo del piso, asíque iremos a hablar con él – dijo Alice.
-Está bien.

La tienda del propietario del piso era de una tienda de informática bastante normal, aunque por dentro era muy vanguardista.

-Stephen, ¿qué es eso de que el apartamento está en alquiler? – dijo Alice un poco enfadada.
-Hombre, te has dignado a aparecer, ¿aún me preguntas por qué puse en alquiler el apartamento?
-Sabes que te pagaré esta semana, es cuando me pagan.
-Siempre dices eso y nunca es verdad. Además, muchas veces te veo venir cargada con bolsas de compras y demás.
-Por favor, te juro que te pagaré el alquier mañana, ¿vale? Pero déjame quedarme está noche.
-Ay…está bien, pero será tu última oportunidad. ¿Y quién es ella? – preguntó Stephen.
-Soy Claire, venía por el anuncio de alquiler del piso.
-Oh, pues…ya ves que hasta mañana quizás no esté libre.
-Pero hay dos habitaciones, ¿por qué no le alquilas una? – dijo Alice.
-¿No te importaría vivir con una niña pequeña? – dijo riéndose Stephen.
-Claro que no. Es decir, nunca he tenido que vivir con ninguna pero, ya que estoy yo y ella necesita un lugar pues…
-Está bien, está bien. Vivid juntas, pero Alice, mañana quiero mi dinero, ¿entendiste?
-Sí, prometo que mañana te lo doy – dijo Alice seriamente.

Así pues, Alice y yo subimos al apartamento, el cual parecía muy acogedor a pesar de tener un poco de desorden gracias a Alice.