-Siento tener todo desordenado, pensaba
arreglarlo cuando supiera que Stephen no me iba a echar del apartamento.
-No pasa nada, no está nada mal para el
precio que tiene – dije satisfecha.
-La verdad que es bastante asequible, sí,
pero bueno, espero que mañana me den alguna propina para poder pagar el
alquiler de este mes.
-Oye, me has caído bien, y además me has
ayudado a venir hasta aquí, no te preocupes por el alquiler, este mes irá de mi
cuenta. Además, vas a tener que aguantar a mi hija también, asíque…
-¿Qué? ¿Estás hablando en serio? No puedo
dejar que hagas eso…me sentiría como en deuda contigo, y de verdad que tengo
varias deudas, es lo peor – dijo Alice desanimada.
-Estoy muy segura, pero hazme un favor,
ahorra el dinero para invertilo en algo que necesites, no lo despilfarres,
quizás en el futuro no haya gente como yo que te eche una mano.
-Lo sé, la verdad que tengo bastante
descontrol. He vivido al día siempre y me es difícil tener un plan de futuro,
ya ves, trabajo en un Starbucks.
-Que trabajes ahí no significa que no
puedas tener un futuro, sólo tienes que saber qué te gusta y qué quieres.
-¿De dónde has salido tú? Jajaja, caray
tía, parece que tienes experiencia en conseguir lo que quieres – comentó alice.
-Bueno, no siempre consigo lo que quiero,
pero me esfuerzo en intentarlo. ¿Cuál es mi habitación?
-Aquella, la que da a la calle, es la que
tenía mi antigua compañera. El baño irá a medias porque ya ves que hay uno, la
cocina es normalita y va junto al salón, como puedes ver.
-Muy bien, voy a pedir al hotel que me
manden el equipaje en un taxi.
Aquella tarde fue relajada a pesar de
haberme trasladado, ya que apenas llevaba equipaje y no tenía nada qué hacer.
Decidí que al día siguiente debería ir a comprar las cosas necesarias para
Aubree y para mí, además de comida. También había surgido por mi mente el
conseguir un empleo, aunque no sabía de qué, sólo había trabajado como camarera
en una cafetería durante la universidad y de redactora. Quizás no era buena
idea tener un trabajo como el de editora, por aquello de que no quería que
nadie me conociera por mi antigua vida.
-Ey, ¿estás buscando empleo? – me preguntó
Alice.
-Pues sí, estaba pensando en ello.
-Quizás en el Sturbacks te hagan un hueco,
pero conozco algo mejor.
-¿El qué?
-Antes trabajaba como asistenta en una casa
sabes, limpiaba, cocinaba, cuidaba niños…pero me aburrí y quise cambiar. Bueno,
esa es la versión falsa y encantadora, jajaja, la real es que me echaron porque
un día me eché una copa y me senté a ver la tele, tenían cámaras de vigilancia
por todas partes y yo no lo sabía – se explicó riendo Alice.
-¡Caray! Debió ser horrible.
-No tanto, estaba cansada de ese trabajo,
pagaban bien pero bueno, cambié. Quizás tú puedas coger mi antiguo empleo.
-¿Para quién trabajabas? – pregunté
intrigada.
-Bueno, eran los McOnell, de clase
media-alta. Conseguí el empleo por una amiga, podría volver a preguntarle si
tiene algún puesto vacante, ¿qué te parece?
-Oh, eso sería estupendo, muchas gracias,
Alice.
Al día siguiente fui con Aubree a
Kensington y Chelsea, a Sloane Street a comprarnos una cantidad ingente de
ropa, ya que apenas teníamos nada. Al ver todas aquellas tiendas de marca pensé
que no debería hacerlo porque si alguien se enteraba que tenía dinero
suficiente para ello empezaría a investigarme, pero no pude resistirme.
En realidad, no tenía todo el dinero que
tenía en mi cuenta, que eran casi trescientos millones de dólares, y todo
gracias a las ventas de mi libro. Pero Paul se había asegurado que no pudiera
tocar esa cuenta para que pareciera que realmente había desaparecido. Sólo
tenía en mi haber un cheque con un cuarto de millón de dólares, que debía
cambiar a libras si quería comprar algo en Londres.
Bien entrada la tarde, regresé a casa con
un montón de bolsas atadas al carrito de Aubree. Alice se sorprendió al ver que
había comprado tanto.
-¡Caray! ¿Has dejado alguna tienda con
ropa?
-Jajaja, sí señorita. Pero necesitaba
comprar porque no tenía casi nada.
-¿De dónde has sacado tanto dinero para
comprarte unos zapatos de Jimmy Choo? – preguntó Alice intrigada.
-Pues del mismo dinero que he pagado el
alquiler, de mis últimos ahorros.
-¿En qué trabajabas antes?
-Eh…trabajaba en bolsa, ya sabes,
inversiones y eso – dije mintiendo.
-¿Y por qué no buscas trabajo de eso?
-La verdad no me apetece trabajar en lo de
antes, por algo cambié de aire, ¿sabes?
-Entiendo, algún día me contarás qué te
paso antes de venir aquí. ¡Por cierto! Mi amiga me ha hablado de un empleo
disponible de limpiadora, cuidadora de niños, etc, sobre lo que te estuve
hablando.
-¿Ah sí? ¡Cuenta!
-Hay una vacante, pero no es para los
McOnell, ellos ya tienen a alguien. Es para los Turner, una familia bastante
adinerada, su familia está compuesta por Clive, el padre, Jill, la madre y Evan
y Rose, los hijos, Evan de 20 años y Rose de 5. ¿Qué te parece?
-Pues, así de repente parece aceptable,
¿les conoces?
-Muy poco, la verdad, pero me ha dicho mi
amiga que te pagarán muy bien.
-De acuerdo, pues dile que acepto. Pero,
¿qué haré con Aubree mientras tanto? – pensé angustiada.
-Podemos dejarla con la vecina, Lori, es
mayor y tiene un gato, creo que podría quedársela mientras trabajas.
-¿En serio? Eso sería estupendo, iré ahora
a hablar con ella.
Lori, una mujer de unos 60 años, vivía un
piso por encima de nosotras y era encantadora, aceptó de muy buen grado el
quedarse a Aubree mientras yo trabajase. A cambio, ella decía que le vendría
bien tener una alegría en la casa como era tener a una niña, pero también que
le comprase cada mes una revista de animales, ya que le gustaba saber cosas de
los gatos.
Al día siguiente, dejé a Aubree con Lori y
me dirigí al 18 de Queen’s Gate Terrace. Era un barrio bastante rico, las casas
eran altas y blancas, con muchos coches de alta gama y muchos, muchos hombres
trajeados vigilando todo.
Al llamar me abrió la que supuse que era la
señora Jill Turner. Era una mujer de unos 50 años, con un traje de chaqueta y
falda dorado con flores que le hacía bastante ostentosa.
-¿Deseas algo? – dijo impertinentemente.
-Sí, eh, soy Claire Rhodes, la nueva
asistenta.
-Oh, sí, pasa adentro. Disculpa mi
comportamiento pero es que mi hijo Evan se ha enrabietado y Nikolai está
calmándolo.
-No pasa nada, lo comprendo.
-Ven, sentémonos en el despacho de mi
marido – dijo señalando una puerta de madera.
-Muchas gracias.
-Bien. Amelia, la chica que contrata, me ha
comentado que tienes experiencia en el puesto, cuéntame.
-Pues trabajé de camarera durante tres
años, ya sabe, sirviendo a la gente, preparando comida, limpiando, etc. Además,
tengo experiencia con niños porque tengo una hija de poco más de un año, asíque
paciencia y dedicación con los críos sí. – dije sonriente.
-Perfecto. Nos vendrá toda esa experiencia bien
con Rose. Veamos, vendrías a las 7 de la mañana, nos prepararías el desayuno,
despertarías a los chicos, ayudarías a Rose a vestirse y demás y después de
desayunar llevarías a Evan y Rose a la universidad y a clase. A continuación
vendrías a casa para limpiarla, cada día harías una cosa. También harías la
comida del almuerzo, ordenarías todo e irías a recoger a los chicos a la 13.
Por último, ayudarías a Rose con los deberes y saldrías a las 15 de trabajar,
¿qué te parece?
-Muy bien, puedo hacerlo todo – dije
contenta.
-Estupendo. Trabajarías de lunes a viernes,
y quizás alguna semana tengas que venir el sábado, por si hacemos alguna
fiesta, eso sí, te lo pagaríamos aparte, no tienes que preocuparte. Serían unas
1.700 libras por semana y si tuvieras que venir el sábado pues 300 libras
aparte.
-¿Tanto? – dije muy sorprendida, era
muchísimo dinero para ser una simple asistenta.
-Claro, necesito que mi asistenta tenga una
buena imagen, y para eso tiene que tener dinero para ir bien vestida. Para
limpiar tenemos el típico uniforme, pero cuando vayas a salir o recibamos a
gente necesito que tengas ropa aquí para eso, por ello te pagamos más, ¿de
acuerdo?
-Sí, de acuerdo.
-Muy bien, aquí tienes el contrato, sólo
tienes que firmar.
-Vale – dije cogiendo una bonita pluma y
firmando el papel.
-Bienvenida a la casa de los Turner.
Jill estuvo enseñándome cada rincón de la
casa, la cual parecía interminable, tres plantas, sótano, garaje, ático y
jardín con piscina. Conocí a sus hijos poco después de recorrer cada esquina de
la casa, los cuales parecían agradables. Rose era una niña morena muy alegre,
tenía muchos mofletes y vestía completamente de morado, con una falda de tutú.
Y Evan era un chico alto, moreno con un matiz de castaño, ojos marrones
verdosos, constitución normal, llevaba gafas y vestía bastante normal para
vivir en aquella familia.
-Rose está en primaria y Evan está en la
universidad estudiando informática, es un cerebrito con los números, y bastante
inteligente – dijo Jill.
-Mamá, por favor… - dijo Evan poniéndose
rojo.
-Sólo decía la verdad, hijo. También te voy
a presentar a nuestro guardaespaldas personal – dijo mientras me guiaba hasta
el gimnasio – éste es Nikolai Ivanov.
-Encantada de conocerle – dije tendiéndole
la mano.
-Perdona pero estoy haciendo ejercicio y
estoy muy sudado, no quisiera mancharte – dijo él amablemente.
-Oh, claro, no pasa nada.
-Nikolai es el guardaespaldas personal,
luego tenemos varios que vigilan la casa, ya los conocerás. Bien, si todo te ha
gustado nos veremos mañana a las 7.
-Sí, por supuesto, aquí estaré, y gracias –
dije yéndome por la puerta principal.
No me había parecido tan desagradable la
familia Turner como había pensado, creía que al ser tan adinerados serían
bastante prepotentes. Claro que de ahí a tener que trabajar para ellos sería
bastante diferente a mi parecer.
Aquella noche, mientras cenábamos Alice y
yo pizza y Aubree un bol de cereales con plátano, pensé que al día siguiente
sería el 26 cumpleaños de Michael. Hasta hace nada pensaba en qué le iba a
regalar, pero ahora ni siquiera iba a poder felicitarle ni pasar un rato con
él. De todas formas, no podía pensar en eso, me había engañado de nuevo y no
merecía que pensara en él.
A las 7 de la mañana sonó el despertador y
Aubree se puso a llorar. Tuve que darme prisa en vestirla, asearla, peinarla,
darle de desayunar y preparar todo para llevarla a casa de Lori mientras
también me preparaba yo misma.
Había mucho jaleo en el metro de Londres
aquella mañana, aunque supuse que eso ocurriría todos los días.
En la entrada de la casa de los Turner,
volvía a haber aquellos dos guardias puestos a ambos lados de la puerta,
quienes me dieron un pase para identificarme y así hacer saber a todos que
trabajaba allí y tenía permiso para entrar y salir.
Me fui corriendo a la cocina para empezar a
preparar el desayuno, elegí unas tortitas con sirope de chocolate, café y zumo.
Una vez hecho, subí para despertar a los hijos, lo cual fue bastante difícil
porque les gustaba remolonear en la cama. Los señores Turner aparecieron ya
aseados y vestidos por el pasillo y bajaron a desayunar.
-Claire, trae el periódico– dijo el señor
Turner, a quien ya por fin había visto en persona.
-Sí, ahora mismo, señor.
Era un hombre bastante imponente, supe
entonces que el principal prepotente de aquella familia era él. Les serví a
todos el desayuno, y mientras, me puse a hacer más comida para el resto del
personal, ya que no sabía si ellos comían allí.
-Venga, niños, coged las mochilas y todo lo
que necesitéis que os llevo a clase, sólo quedan quince minutos para las ocho y
media.
Rose y Evan cogieron todo y nos montamos en
un gran coche de última gama. No tenía ni idea de para qué servían todos los
botones que veía, pero tenía que apañármelas, no podíamos llegar tarde.
Entonces, Nikolai apareció al lado de mi ventanilla y me asustó.
-¡Dios! ¿Qué haces? ¡Me has dado un susto
de muerte! – grité con el corazón en la boca.
-Perdona. Verás, es que tengo que
acompañaros cada vez que salgáis de casa, ¿sabes? Además, es el coche que los
Turner me asignaron, os llevaré a donde digáis.
-Ah, de acuerdo, no lo sabía. Ahora me
cambio de sitio.
Menos mal que Nikolai estaba allí, sino
nunca habría salido como arrancar aquel maldito coche. Además, tampoco habría
sabido la ruta para llevar a los chicos y habrían llegado tarde, pero gracias a
Nikolai la cosa se solucionó bastante bien. Dejamos a Rose en el colegio y a
Evan en la universidad y regresamos a casa.
-Oye, ¿de dónde eres? – pregunté intrigada,
ya que Nikolai no parecía un nombre inglés.
-Soy de Rusia, San Peterburgo
concretamente.
-Vaya, ¿y cómo has terminado aquí?
-Eso es privado.
-Oh, lo siento, sólo quería entablar una
amistad, ya que trabajamos juntos…
-Ya…bueno, lo que te puedo decir es que
tengo muy buenas referencias en proteger a las personas, sé varias
especialidades de lucha, supervivencia…los Turner querían a alguien con quien
sentirse seguros.
-Madre, ¿tienen algun problema con alguien
para haberte contratado? – pregunté curiosa.
-No, pero ya sabes, la gente adinerada es
muy excéntrica.
-Sí, lo comprendo.
-¿Y qué hay de ti?
-¿De mí? Bueno, no mucho…soy de Estados
Unidos, tuve una hija hace poco más de un año, pero necesitaba un cambio en mi
vida y quise empezar aquí con mi hija– mentí.
-Debe ser duro venirte aquí sola con tu
hija.
-Bueno, por ahora lo es, pero espero que
pronto pase lo peor.
-Si necesitas algo…hablar, tomar un café,
dar una vuelta en coche…jajajaja sólo dímelo.
-Jajaja, de acuerdo, lo haré.
Una vez en casa me dediqué a limpiar la
cocina a fondo y Nikolai se fue al gimnasio, donde me habría creído que vivía
porque estaba todo el tiempo allí, o eso parecía.
Sobre las doce llamaron a la puerta y fui a
abrir enseguida.
-Residencia de los Turner, ¿en qué puedo
ayudarle? – pregunté.
-Soy la secretaria del director de la
universidad de Evan Turner.
-Oh, ¿quiere pasar?
-No, gracias, no tengo mucho tiempo. Venía
a dejarles esta carta a los padres de Evan.
-De acuerdo, ¿tengo que decirles algo más?
-Sí, bueno, en la carta lo explicamos pero
básicamente Evan se ha saltado varias clases últimamente y queríamos que los
padres lo supieran. Si sigue así tendremos que expulsarle unos días.
-Vaya, se lo diré en cuanto lleguen, muchas
gracias.
-De nada, adiós.
Caray, el primer día de trabajo y ya tenía
un conflicto entre mis manos, decirle a los Turner que su hijo hacía novillos.
No quería caerle a su hijo mal el primer día, asíque decidí que tenía que
hablar con él antes para saber el motivo de sus ausencias a la universidad.
Después, fui al gimnasio para hablar con
Nikolai, ya que había terminado de limpiar la cocina y pronto nos tendríamos
que ir a recoger a los chicos.
-¿Pasas todo el día aquí? – le pregunté.
-Bueno, muchas veces, pero también hago
vigilancias.
-¿Qué tipo de entrenamiento estabas
haciendo?
-Pues antes un poco de taekwondo y ahora
defensa personal.
-Vaya, deben de ser guays – dije sonriendo.
-¿Te gustaría probar?
-Uy, no sé si podría, soy bastante
blandengue, jajaja.
-No te preocupes, seran unos ejercicios
básicos leves, no te harás daño.
Nikolai me dio unas lecciones y movimientos
a realizar, para atacar y para defenderme. Sorprendentemente me salieron muy
bien, no creía que pudiera llegar a tumbar a un hombre de 1.90cm, claro está
que seguro habría bajado el listón conmigo.
-¡Ha sido genial! ¡Me ha encantado aprender
esto! Seguro que ahora iré más segura por la calle, jajaja – dije entusiasmada.
-Me alegro que te haya gustado, es bastante
práctico. Oye, vámonos que vamos a llegar tarde.
Cuando llegamos de recoger a Rose y a Evan,
le dije a la niña que fuera a su habitación a hacer los deberes mientras hacía
la comida y que si necesitaba algo que viniera a decírmelo. Mientras tanto, le
dije a Evan que se quedara conmigo en la cocina.
-¿Qué tal las clases, Evan? – le pregunté.
-Bueno, no han estado mal.
-¿Vas aprobando?
-Sí, claro, ya oíste a mi madre, soy un
cerebrito.
-Ya…es cierto. Oye, quería comentarte algo
antes de decirselo a tus padres.
-¿El qué?
-Bueno, ha venido la secretaria del
director de tu universidad. Me ha dado una carta y me ha dicho que llevas
varios días sin ir a clase, ¿se puede saber por qué?
-¿Qué? ¿Quién eres tú para decirme eso? ¡Y
no les digas nada a mis padres! – gritó Evan.
-Evan, no creas que no me es incómodo
decirte esto, pero quiero saber si es por algo de lo que deba preocuparme.
-Pues no, no es nada de lo que haya que
preocuparse, pero no se lo digas.
-¿Por qué?
-Porque…son cosas mías…
-Como no me lo digas no podré ayudarte – le
dije sin miramientos.
-Está bien, es por una chica.
-¿Cómo?
-Sí, estuve liado con una chica hace más de
un mes, y bueno, me dejó y estoy viendo a ver si puedo recuperarla.
-¿Faltando a clase?
-Es que es el único momento del día en que
puedo verla, es cuando tiene clases de tenis.
-¿Y cómo pretendes que vuelva contigo?
-No sé…he estado espiándola… - confesó
Evan.
-¿Qué? ¿Estás majara? Así no conseguirás
que vuelva contigo. Tendrías que dejarle un poco de espacio, tener unos buenos
hábitos, hacer deporte y que vea lo que se ha perdido al dejarte, no acosarla.
-¿De verdad?
-Sí, ¿y por qué te dejó?
-Bueno, es que hablaba con muchas chicas y
tonteaba con ellas…
-¡Pues entonces te mereces que te dejara! –
me enfadé.
-Sí, pero me he dado cuenta que me gusta
mucho.
-¿Y no está ella con nadie?
-Pues, a decir verdad, creo que sí.
-Evan, creo que está la cosa bastante
clara, siento decírtelo. La engañaste y ella está con otro chico, asíque ya no
creo que haya nada que puedas hacer, deberías pensar en eso – le dije
tristemente.
-Pero no puedo olvidarme de ella, no tengo
ninguna chica con la que tontear ni con la que estar.
-¿Es que acaso necesitas tener siempre a
una?
-Bueno, siempre he tenido algo en la
retaguardia.
-Evan, no le diré nada a tus padres, pero
como vuelvan a decirme que faltas a clase se lo diré. Vete a tu cuarto hasta
que esté hecha la comida.
La confesión de Evan había sido realmente
surrealista. Un chico que siempre tenía que tener a una chica para ligar con
ella, era un poco asqueroso, pero al menos no era un tema de drogas ni alcohol.
Una vez hecha la pasta carbonara, los
chicos bajaron a comer y poco después me despedí para irme a casa, recogiendo a
Aubree antes.
Había sido un día bastante agotador, asíque
pedí por teléfono un poco de comida china y me senté en el sofá con Aubree.
Alice llegó poco después un poco enfadada y
tirando sus zapatillas dentro de su habitación.
-Ha sido un día terrible – dijo resoplando.
-El mío ha sido estresante, pero cuéntame.
-Primero una chica me vierte el café
encima, después me he equivocado dos veces al dar el café a los clientes y, por
último, se ha obstruído un váter y he tenido que desatascarlo, olía fatal.
-Pues sí, parece que el tuyo ha sido peor.
-Espero encontrarme mañana un billete de
veinte libras mínimo tirado en algún rincón de la cafetería para compensar lo
de hoy.
-Jajajaja, buena suerte entonces – dije
riéndome.
-¿Y tú qué tal?
-Bueno, al principio bien, aunque antes de
irme he tenido que hablar con el hijo de los Turner, Evan, porque me avisaron
de que estaba faltando a clase y tenía que decírselo a sus padres.
-¿Y qué dijeron cuando se lo contaste?
-No se lo he contado a los padres, hablé
con Evan solamente. Me dijo que era por recuperar a una chica, pero por lo
visto Evan no es un santito, y la chica que le gusta pasa de él, asíque le hice
ver que se olvidara de ella y no faltara ningún día más a clase o se lo contaría
a sus padres.
-Vaya, te la has jugado mucho al no
decírselo, espero que no se enteren que se lo has ocultado.
-Dios mío, pensaba que había hecho bien,
pero ahora me has hecho que tenga remordimientos – dije asustada.
-No tía, no tiene por qué pasar nada si
Evan no vuelve a faltar a clase.
-Sí…supongo, tendré que vigilarle junto con
Nikolai.
-¿Quién es Nikolai?
-Ah, es el guardaespaldas personal de la
familia, nos lleva a cualquier lado, está casi todo el día entrenando en el
gimnasio…es un tipo extraño, pero resulta de lo más fiable, creo que pararía
una bala por cualquiera de ellos – confesé.
-Caramba, tiene que cobrar un pastón si en
cualquier momento puede morir.
-Esperemos que no, ¿vale? Me ha caído bien.
-Sí bueno, lo que sea. Oye, tengo un plan
para el fin de semana por si te apetece. Mis amigas Leslie y Julia van a hacer
una fiesta en su casa el viernes por la noche. Y el sábado iremos al maratón de
películas de terror en el antiguo auditorio de música que cerró hace unos
treinta años.
-Suena bastante bien, pero tengo a Aubre…
-Oh vamos, puedes dejarla con Lori. ¿Sabes
que me ha dicho antes en la escalera que le encanta tener a un bebé en casa? Le
alegra la vida oye.
-Jajaja, de acuerdo, me lo pensaré – dije
riéndome.
El resto de la semana en casa de los Turner
fue un poco más estresante que el primer día. A Evan le costaba muchísimo
levantarse por las mañanas porque se acostaba bastante tarde, y a Rose se le
daban fatal las matemáticas, cosa que a mí también y no podía ayudarla mucho,
pero tenía que hacerlo porque esa era una de las tareas que debía hacer.
Limpiar la casa tampoco era fácil, entraba y salía mucha gente y dejaba todo
por el medio y los suelos lleno de pisadas, asíque cogí con bastante gana el
fin de semana.
Lori se quedó encantadísima cuando le
pregunté si se quería quedar con Aubree el viernes noche y el sábado noche,
para que yo pudiera ir con Alice a aquel plan que había propuesto con sus
amigas. Además, le llevé una tarta de limón riquísima que había hecho yo misma.
Alice se puso muy contenta cuando le dije
que iría con ella a aquella fiesta y empezó a sacar ropa de su armario y
tirarla por los aires.
-No sé qué ponerme, no me está nada bien.
-¿Qué dices? Seguro que algo tienes – le
dije mientras yo también buscaba en mi armario.
-¿Bromeas? ¿Has visto estas lorzas? ¿Y qué
hay de mis muslos? Son enormes, soy gorda.
-Lo que eres tonta, deja de decir esas
cosas. Mira, a ver si esto te está bien.
-¿Una falda tuya? ¿En serio? No me va a
estar bien nada de lo tuyo, estás mucho más delgada que yo.
-Puede ser, pero está falda puede ponérsela
cualquiera, ya veras.
Alice se la probó y quedó alucinada. Le
estaba perfecta y, además, le hacía un buen tipo. No podía creérselo, no podía
cerrar la boca del asombro.
-¿Cómo puede ser? Si tengo mucha más talla
que tú – dijo extrañada.
-Bueno, es que no es una falda cerrada como
ya ves, es atada, asíque la talla poco importa.
-Sí, eso y que veo que es de Channel.
¿Cuánto te ha costado?
-Si supieras lo que me pagan los Turner, no
te importaría saber el precio de la falda, jajaja.
-¿En serio? Debí quedarme limpiando casas
aunque no me gustase nada, al menos tendría buen sueldo. ¿Tú qué te pondrás?
-Creo que unos pantalones vaqueros y una
camiseta, lo básico.
-¿Qué? No puedes ir así a una fiesta, debes
ponerte algo más provocativo, asíque hazme caso o sino no salimos – me advirtió
Alice.
Al final me tuve que poner un vestido que
Alice me eligió, intenté ocultarle que era un Valentino porque no quería que me
soltase otra vez el interrogatorio de dónde había sacado el dinero para
pagarlo.
-No sé si es apropiado para una fiestecita…
- dije mirándome en el espejo.
-¿Qué? ¿Estás de broma? ¡Estás que te
sales! Y no es ninguna fiestecita, es una fiesta en toda regla, va a haber
decenas de personas, por no decir un centenar o más. Los que quepan en la casa
vaya – se rió Alice.
-Pensaba que sería una fiesta tranquila, de
ahí que pensara que este vestido no era el adecuado.
-Por favor, Claire, desinhíbete un poco,
¿vale? Te veo muy responsable cada minuto del día.
-Es porque tengo una hija y
responsabilidades…no es tan fácil.
-Vale, pero cuando no tienes a Aubree
contigo puedes hacer lo que quieras, siempre y cuando estés viva al día
siguiente para ir a recogerla a casa de Lori, ¿no?
-Supongo…está bien, intentaré pasármelo genial
– dije asintiendo.
Una vez nos preparamos, fuimos a casa de
Leslie y Julia en metro, que estaba en Newington. Ellas vivían en un apartamento en un piso
bastante alto, asíque supuse que tendrían vecinos encima y debajo, lo cual me
pareció un auténtico desafío hacer una fiesta, ya que podrían llamar a la
policía.
El apartamento era bastante más grande que
el nuestro, pero parecía pequeño con toda la gente que estaba allí. No me puse
a contar pero podría haber perfectamente un centenar de personas en este
instante.
-¡Hola chicas!
-Hola Julia, hola Leslie, esta es mi amiga
Claire, de la que os he hablado.
-¡Sí! Encantada de conocerte – dijo Leslie
tendiéndome la mano.
-Igualmente – dije un poco cohibida.
-Nuestra casa es tu casa, ¿vale Claire? Coge
todo lo que quieras, no se lo digo a Alice porque ella ya lo hace, jajaja –
dijo Julia bromeando.
-Bien, ¿dónde está el alcohol? – preguntó
Alice sonriendo – quiero mi vino blanco YA.
-Donde siempre, Ali, donde siempre –
comentó Leslie antes de que se fuera con Julia a seguir saludando a la gente.
Alice me cogió del brazo y me llevó a la
cocina. Había un par de personas más allí echándose cerveza en vasos, pero ella
me llevó através de una puerta de madera tras haber pasado la cocina.
-¿Qué demonios es esto? ¿Dónde estamos? –
pregunté inquieta.
-Es el cuarto de la lavandería y también
una alacena, aquí tenemos las mejores bebidas y, por supuesto, mi vino blanco.
-Jajaja, qué ocurrencia, guardar tras la
lavadora un arsenal de alcohol del bueno.
-Bueno, ser amigas de las anfitrionas tiene
sus ventajas, ¿qué quieres beber?
-No solía beber… - dije un poco
avergonzada.
-Pues aquí sí vas a soler beber, te echaré
un ron con naranja, le suele gustar a bastante gente.
Después de que Alice me obligara a beber un
par de chupitos de vodka negro, nos fuimos con nuestros vasos llenos al centro
de la fiesta. Alice me presentó a bastante gente allí mismo, con los cuales
tuve que entablar algo de conversación a la vez que bailaba. No fue tan
terrible como me había imaginado pero, tal vez, tenía algo que ver que fuera ya
por mi cuarto vaso de ron.
Un par de horas después, no me podía creer
que estuviera viendo a Evan Turner junto con Nikolai, ¿qué hacían aquí? No
sabía si ir a hablar con ellos o esconderme entre la multitud, pero de poco
sirvió pensar en eso porque ellos me habían visto al instante.
-Vaya, asíque también sabes divertirte,
¿eh, Claire? – dijo Evan riéndose.
-Sí, tengo una vida más allá de los muros
de tu casa, ¿qué haces tú aquí? – le contesté secamente.
-Bueno, invitaron a un amigo mío, y él me
invitó a mí, dijo que sería una gran fiesta y aquí estoy.
-Sí, aquí estás, y con Nikolai, ¿es que no
puedes ir solo ni a por el pan?
-Sabes de sobra que Nikolai es el protector
de la familia, los demás están en casa y yo quería salir, asíque debe
acompañarme quiera o no – dijo condescendientemente.
-Está bien, pues que disfrutéis por aquí… -
dije yéndome a otro lado.
Evan se puso a hablar en un grupo de gente
mientras Nikolai andaba vigilando y captando las partes de la casa, seguramente
para trazar un plan de escape por si sucedía algo. No me hacía ninguna gracia
que ellos estuvieran allí, ya tenía bastante con verlos cada día en el trabajo,
además, tampoco quería que los Turner supieran que su asistenta se desmadraba.
Más tarde, cuando ya la mayoría estábamos bebidos,
y eso me incluía a mí, bailábamos muy desinhibidos unos con otros. Me di cuenta
bastante tarde que el chico con el que bailaba era Evan.
-¡Dios! ¿Qué haces bailando conmigo?
-Pues no sé, simplemente estabas aquí y nos
hemos puesto a bailar.
-Anda, ve a bailar con otra chica – dije dándome
la vuelta.
-Espera, espera – dijo Evan cogiéndome por la
cintura – te lo estabas pasando bien, ¿por qué ese cambio?
-Me acabo de dar cuenta que eras tú, no puedo
bailar contigo.
-¿Por qué?
-Porque trabajo para ti, bueno y tus padres,
no estaría nada bien.
-Mira, olvídate de mis padres, ellos…no se van
a enterar de nada, Nikolai estará callado.
-¿Estás tonto? Se enterarán de cualquier manera.
-Oye, vamos…sigamos bailando, estás preciosa
– dijo finalmente Evan mientras se acercaba a mí y me besaba, a lo cual yo también
respondí igualmente.
No sabía por qué hacía aquello pero lo estaba
haciendo, y delante de todo el mundo, aunque realmente a nadie le importaba, nadie
nos conocía así personalmente, salvo Alice y Nikolai. Me daba un poco de vergüenza
abrir los ojos y ver que Nikolai nos estaría viendo, por eso seguí con los ojos
cerrados y seguir disfrutando.
Evan parecía un chico un tanto inestable, bien
es cierto que también era más joven que yo, algo más de tres años, quizás por eso
aún no tenía ideas claras sobre las relaciones con las chicas y por eso hacía lo
que estábamos haciendo.
Al rato me di cuenta de que estábamos en una
habitación los dos solos, ¿cómo había conseguido Evan traerme hasta allí sin saberlo?
Debía estar muy borracha…
-Evan… ¿Qué hacemos aquí?
-Bueno, pensé que estaríamos mejor solos, ¿no
crees? – dijo mientras me besaba el cuello y me desabrochaba la cremallera del vestido.
-¡Oye! ¿Qué te crees que haces?
-Pues, pasarlo bien, ¿no? Me gustas, Claire.
-¡Pero si esta semana estabas loco por volver
con tu ex novia!
-Lo sé, pero me he dado cuenta que es una pérdida
de tiempo, además estás tú, sé que te gusto – dijo con cara de pillín.
-Eh, eh, eh, ¿quién te ha dicho a ti que me
gustas?
-Nadie, sólo me lo dice tu forma de ser conmigo…
-Oye, no te creas un seductor porque no.
-Vamos, culminemos esta gran noche.
-¡Que no! Una cosa es darse unos beso y otra
muy distinta acostarnos, hasta aquí ha llegado tu noche conmigo, me voy con mis
amigas, hasta el lunes, Evan, y no bebas
mucho – dije mientras me iba dando un portazo enfadada.
Era increíble el morro que tenía Evan, creerse
que yo era tan fácil y que me acostaría con él por el simple hecho de que me dijera
que estaba guapa. Era un gran halado, pero por dios, trabajaba en su casa.
Nikolai me cogió del brazo en cuando me vió
pasar por el salón, donde seguía la fiesta.
-¿Se puede saber qué haces?
-Yo…nada, bueno…lo que se supone que se hace
en las fiestas – dije un poco asustada, la figura de Nikolai me daba mucho respeto.
-¿Con Evan?
-Bueno…eso…de verdad que no sabía que era él
al principio, luego ya lo dejé pasar, pero no ha pasado nada más, de verdad.
-Pensaba que eras diferente, pero me he equivocado
– dijo Nikolai de mal humor.
-Yo…lo siento… - pero fue tarde cuando lo dije
porque él ya se había ido junto a Evan de la fiesta.