Todos nos quedamos estupefactos ante tal
situación. Resultaba tan increíble que Paul hubiera aparecido así, a lo mafioso
para llevarse a Charlotte, que cuando reaccionamos nos sentimos bastante mal
por no haber puesto algo de imposición. Tras aquello no había ganas de seguir
con la fiesta, asíque Michael llamó a Walt para que trajera la limusina y
llevar a cada uno a su casa.
Con el pijama ya puesto, me metí en la cama
y no hacía más que pensar en Charlotte. ¿Paul sería brusco con ella? ¿Le
pegaría? ¿La tendría alejada de nosotros y no la veríamos? No creía que fuera
legal impedir a alguien la libertad de ir a donde quisiera, y menos aquí en
Estados Unidos. Pero tratándose de Paul me esperaba lo peor, tenía que darme
prisa en encontrar prebas contra él y que desapareciera de nuestras vidas.
-Cariño, sé que estás pensando en
Charlotte, pero ahora mismo no puedes hacer nada, sólo descansar, ¿vale? – me
dijo Mike.
-Lo sé, pero ¿y si la está maltratando? ¿Y
si no la vemos más?
-Paul no puede impedir que su mujer salga
de casa, ¿sabes por qué? Sería malo para si candidatura, la gente pensaría qué
está ocurriendo en su vida amorosa. Charlotte saldrá tarde o temprano de donde
esté y deberá acudir a actos públicos, como cualquier esposa de candidato.
-¿Y si te equivocas? ¿Y si se inventa una
enfermedad y la envía a otro país? – pregunté asustada.
-Laura, no permitiremos que eso ocurra.
Sabía que las palabras de Michael eran
sinceras y con total convicción, pero no asentí aceptando lo que decía hasta
que me acordé del teléfono que le di a Charlotte para que lo guardase a
escondidas de Paul. Ese iba a ser mi medio de contacto con ella.
A la mañana siguiente no me acordaba que
era inmensamente rica hasta que vi el cheque de 250 millones de dólares sobre
la cómoda de la habitación. Tenía que ir inmediatamente al banco para ingresarlo y después, llamar a
Charlotte o mandarle algún mensaje para saber qué tal estaba.
Marie estaba preparando más tortitas con
frambuesas cuando llegué a la cocina ya preparada, estaban Michael, Eric,
Allison y Kyle desayunando en aquel momento. Aubree estaba sobre los brazos de
Michael, quien le daba de comer leche con galletas. No pude reprimir una risa
al ver la camisa de Tommy Hilfiger de Michael llena de leche y trozos de
galleta que, seguramente, Aubree le habría ensuciado.
-¿Tortitas, señorita Stevens? – me preguntó
Marie sonriente.
-Eh…no pensaba desayunar más que un café…
-Cariño, debes desayunar bien. No comer
hará que te sientas después mal, hazme caso – dijo Mike untando galletas con
leche para Aubree.
-Está bien. Dame dos tortitas y café bien
cargado, Marie, muchas gracias – dije amablemente.
Toda la comida que hacía Marie era
exquisita. Algún día tenía que pedirle que me enseñara a cocinar tan bien como
ella, ya que no pensaba tener criados para siempre aunque tuviera mucho dinero.
Allison se fue a trabajar, y se llevó su cuaderno de bocetos de moda, para
cuando tuviera inspiración. Kyle se llevó a Eric consigo, para que no estuviera
tan de capa caída y no pensara todo el rato en Charlotte. Mike dejó a Aubree
con Marie, me dio un beso y se marchó a Stanford Tech, pero antes dijo que se
pasaría por Stanford News, ya que había planeado empezar fuerte con la
promoción de su periódico y hacerle sombra a The Eagle, además de otros.
Mientras iba para el banco, recibí una
llamada de Bruce con una noticia importante, aunque parecía no tener nada que
ver con el tema de Paul. Iría a su oficina después de ir a guardar mi cheque y
de intentar comunicarme con Charlotte.
La cajera del banco se quedó con la boca
abierta cuando vió el cheque con tanto dinero. Tuvo que llamar al director para
comunicarle que iba a realizar una extraordinaria operación y que requería de
su autorización, la cual aceptó. Poco después, ya en la calle, llamé a casa de
Paul primeramente, para ver si podía conseguir información de manera normal.
Pero su mayordomo decía una y otra vez que Charlotte no se encontraba en la
casa. Así pues, mandé un mensaje al teléfono que le dí, a ver si me respondía.
Ya en la oficina de Bruce, nos sentamos a
hablar tranquilamente de lo averiguado por sus investigadores.
-¿Qué tiene que ver que Benjamin Burke haya
salido en libertad con el tema de Paul? – pregunté desconcertada.
-Vamos a ver. Metieron a Burke en la cárcel
por abuso sexual, pero creo que hay mucho más detrás de eso – comentó Bruce.
-Sabía lo del abuso sexual, ¿pero qué crees
tú que hay detrás?
-Después de todo el alboroto que produjo el
caso, la chica admitió que no hubo abuso, que en realidad ella sí quería
mantener relaciones con él. – dijo Bruce.
-¿En serio? Caray, todo esto por un
malentendido…
-Laura, qué ingenua eres. ¡Es falso! He
visto el archivo con los documentos, expedientes y pruebas del caso y esa chica
acabó con dos costillas y el labio roto y múltiples magulladuras. Además, el
informe del médico que la examinó decía que había tenido relaciones la noche
que ocurrió todo, y que se decantaba porque había sido forzada a ello.
-¿Qué? Pero… ¿Por qué iba esa chica a
mentir después de todo lo que le hizo? – pregunté in dignada.
-Bajo mi punto de vista, ya sabes, es mi
opinión, pero creo que esa chica fue coaccionada, seguramente la amenazarían de
muerte, la chantajearían…no lo sé, pero algo turbio hay.
-¿Y el juez no puede hacer nada?
-Bueno, el juez es Robertson, ya le conoces
– dijo Bruce.
-¿Qué le conozco? No tengo ni idea… - dije
mientras Bruce me enseñaba unas fotos que me eran familiares. En ellas salía
Michael junto con Paul, y otro hombre que deduje era Robertson.
-Son las fotos que te enseñé hace un tiempo
sobre las reuniones de Paul con Mike, jueces, y demás personas influyentes.
-Dios mío, ¿crees que el juez Robertson
dejó en libertad a Burke porque están en el mismo barco que Paul? – dije
preocupada.
-Sí, eso es exactamente lo que pienso.
Mientras, en la casa de Paul, Charlotte
estaba en la ducha, sentada en el suelo mientras le caía el agua sobre su
cuerpo lleno de magulladuras que su marino le había provado la pasada noche. El
agua de la ducha se mezclaba con sus lágrimas que irían a parar al desagüe. No
dejaba de rememorar una y otra vez el momento en que se quedó a solas con Paul
en su habitación. Él la miró durante unos minutos con una expresión de disgusto
y a la vez ira, casi sin parpadear. Charlotte intentó sostenerle la mirada,
pero estaba aterrada y sus ojos muchas veces miraban al suelo. De pronto, Paul
se acercó lentamente hacia ella, mirándola fijamente y le acarició la mejilla.
-¿Por qué teniéndolo todo haces lo que has
hecho esta noche? ¿No sabes que tienes un marido? – preguntó Paul.
-Sí, sé que eres mi marido.
-¿Te gusta ese tipo?
-No.
-¡Dime la verdad! – le gritó Paul mientras
le agarraba del cuello a Charlotte.
-¡No, no me gusta! ¡Me haces daño!
-Después de lo bien que te lo has pasado es
justo que venga un momento de malo, ¿no crees?
-Por favor… - suplicó Charlotte.
-¡A mí nadie me engaña! ¿Te enteras? ¡Eres
mi mujer, y a partir de ahora harás lo que yo diga!
Paul cogió la ropa que llevaba Charlotte y
la estalló con sus propias manos, quedándola en ropa interior. Después le quitó
lo demás, la tió encima de la cama, él se quitó los pantalones y se puso encima
de ella agarrándola por los brazos para que no se fuera.
-¡Suéltame!
¡Por favor! ¡Tú no quieres hacer esto así! – gritó Charlotte.
-Oh si, sí que quiero y voy a hacerlo. A
partir de ahora, como te he dicho, harás lo que yo diga…
Entonces Paul comenzó a besarla por el
cuello mientras Charlotte forcejeaba para librarse de él, pero eso sólo la
llevó a que su marido le diera dos bofetadas en la cara con tal fuerza que la
dejaron grogui. A partir de ahí, Paul se metió entre sus piernas y la violación
se consumó.
A pesar de haberse lavado varias veces con
distintos jabones, Charlotte no conseguía quitarse la suciedad que ella creía
tener en su cuerpo. Sentada ahí en la ducha viendo correr el agua, le hacía
sentir que poco a poco todo el horror que pasó anoche se iría por el desagüe.
Cuando ya empezó a tener frío, se puso su
albornoz y se secó el pelo sin arreglarlo. Fue a la habitación y se sentó en
una butaca a seguir pensando. Pero entonces, se acordó del teléfono que su
mejor amiga le había dado y fue hacia él son sumo cuidado, ya que pensaba que
habría cámaras de vigilancia. Rebuscó en el armario, como si estuviera escogiendo
ropa y, por fin, vio el teléfono móvil. Lo activó y pudo ver un mensaje
recibido <<”Charlotte, soy Laura,
¿cómo estás? ¿Ha pasado algo? Estoy muy preocupada, Paul dio verdadero miedo.
Por favor, responde en cuanto veas esto”>>. Charlotte se sintió un poco
mejor sabiendo que su mejor amiga estaba preocupada por ella, asíque se dispuso
a escribir una respuesta <<”Bien no estoy, se ha puesto violento, pero
creo que podré aguantar, tú sigue con el plan, yo haré lo que pueda para ver si
escucho alguna conversación o veo algún documento incriminatorio. No podré
salir cuando quiera, asíque si no recibes cada dos días un mensaje, algo me ha
pasado. Gracias “>>. Mensaje enviado. Ahora ella se encontraba algo más
tranquila sabiendo que había avisado a Laura y que Paul no se saldría con la
suya si ella desaparecía. Pero lo siguiente que vio fue una silueta vestida de
negro y poco a poco cerró los ojos.
En Stanford News, Michael estaba en su
despacho con una nueva asistente, Peggy, la cual de primera mano le irritaba, pero
necesitaba que le trajera todos los currículums que habían llegado a la empresa
para comenzar a contratar personal y poder sacar el primer periódico del
Stanford News. Estuvo repasando todas las peticiones hasta que llegase a la
oficina el jefe de recursos humanos, Lance Pike. Michael le dio los currículums
de la gente que él creía que podían pasar un primer filtro, y a continuación,
le pasó el testigo a Lance, quien realizaría unas pruebas exhaustivas a cada
candidato. Poco después, Michael se fue a Stanford Tech, donde por fin habían
realizado un gran descubrimiento con el proyecto robótico. Su mano derecha en
esa empresa, Connor Wilson, le informaba
de todo los nuevos avances que habían conseguido.
-Como puede ver, el primer prototipo de robot
está prácticamente acabado, al menos físicamente. Aún queda que le programen lo
que viene a ser su mente, sus obligaciones y responsabiliadades – comentó
Connor.
-Queremos un robot que parezca humano,
Connor, ¿crees que programando se puede conseguir una conciencia como la tuya o
la mía?
-Bueno, la parte robot la tenemos bastante
controlada. La parte humana es lo más difícil. El aspecto está muy conseguido,
ya lo puede apreciar, tiene pelo, piel, puede hacerse heridas…el gran problema
y la gran incognita es si podrá tener conciencia y pensar por sí mismo teniendo
como base las leyes de la robótica.
-Lo sé, Connor, he estudiado. Sé que crear
un robot es plausible, hay muchos por ahí. Lo que quiero es algo que nadie
tenga, poder crear un robot medio humano que pueda pensar pero que obedezca
unas órdenes y leyes – dijo Mike.
-El área de software está en ello desde
hace meses. Han implantado un chip en ratones para que, teniendo conciencia,
aún así hagan caso a las leyes. Les ha funcionado. Pero obviamente los ratones
son seres vivos, nosotros tenemos que crear vida de la nada.
-Exacto, más o menos esa es la idea.
-Bien, creo que durante este mes podremos
programar el robot y podremos comprobar los resultados. – dijo Connor.
-Muy bien. Nos mantendremos en contacto.
¿Sabes si en biotecnología han descubierto algo?
-Puede que sí, ayer estaban muy
entusiasmados.
-De acuerdo, iré a verles. Y Connor, sé que
puedes pensar que quiero jugar a ser Dios, pero nada más lejos de la realidad.
Sólo quiero avance tecnológico, comodidad a la gente y ayuda a los que la
necesiten. – dijo Mike mientras se iba.
Michael se dirigió por varios pasillos
hasta el área médica, donde había varios biotecnólogos, químicos y médicos en
los laboratorios.
-Tracy, ven aquí – dijo Mike a una biotecnóloga
de mediana edad con una bata azul.
-¿Sí señor? ¿Qué desea?
-Me ha dicho Connor que puede que tengáis
algo nuevo.
-¡Sí, es cierto! Iba a llamarle justo esta
tarde para estar seguros, pero venga conmigo aquí a la mesa para enseñárselo al
microscopio.
Tracy colocó varias muestras sobre el
microscopio para enseñárselas a Michael, quien se quedó asombrado con la
demostración.
-Asíque prácticamente habéis eliminado
células cancerígenas de estadío 4 con metástasis – dijo Mike.
-Sí, así es señor. Es totalmente insólito.
Ningúna fórmula lo ha logrado antes. En química están ya preparando la fórmula
para poder introducirlas en sujetos animales con cáncer por vía oral o vía
intravenosa.
-Es increíble, muy buen trabajo, os lo
merecéis.
-Sí, hemos trabajado día y noche, mucha
gente se salvará. Al menos en los cánceres más comunes. Los más complicados,
como el del páncreas, ya trabajaremos en ellos en cuanto acabemos con esto. –
dijo Tracy.
-De acuerdo, tengo que marcharme, y
felicitaciones a todo el equipo – dijo Mike marchándose.
Alegre era poco para cómo se sentía Michael
en aquellos momentos. Había dado un gran paso en los avances de tecnología,
informática y medicina. Pero lo más importante era, que su prototipo de robot
estaba en marcha y pronto lo usaría para algo peligroso.
Mientras, en un estudio del Upper West Side, me realizaban
una entrevista y una sesión de fotos sobre mi libro, del cual la gente se
estaba haciendo eco asombrosamente rápido. Robert y Kevin estaban allí conmigo,
pero detrás de las cámaras.
-¡Fabuloso! ¡Hemos terminado! – dijo en voz
alta Robert.
-Buf, empezaban a dolerme los músculos de
la cara de tanto sonreír. – dije resoplando.
-Pero si tú siempre has sido risueña… -
comentó Kevin.
-Sí, pero esto no es gracioso, la verdad
que cansa, eh.
-Venga, venga, deja de quejarte, estás
comenzando a ser famosa, tienes que prepararte para ello. Necesitas ir a un
salón de belleza a que te quiten esos puntos negros de la cara, te den una
buena mascarilla facial y te arreglen las uñas porque…sinceramente, con esas
pintas que llevabas cuando has entrado en el estudio…casi me da un ataque –
dijo Robert.
-¿Podrías ser por una vez amable? Qué castigo contigo eh… - dije poniendo
caras.
-Jajaja, Robert es así, critica todo. Pero
lo que me resulta un poco desconcertante es…que a veces hablas como un
homosexual, pero sin embargo te has liado con Charlotte, ¿qué puedes decirnos
sobre eso? – preguntó Kevin.
-Que hable a veces como un homosexual no
significa que lo sea. He estado mucho tiempo trabajando para gente famosa,
tenía que prepararles siempre todo, hasta el qué ponerse. Por eso sé de moda y
estilismo, y por eso parezco gay. No hay más, pero…si te digo la verdad, Laura,
me encantaría poner mi cara entre tus pechos, me ponen. – soltó Robert.
-¡Robert! ¡Eres un guarro! ¡Deja de decir
esas cosas! – le grité.
-Jajaja, la verdad que hay que conocerte
bien para que no te odiemos, sino ya te digo que a mucha gente no le caeras
bien. – comentó Kevin.
-Si tú supieras a la gente que le caigo
mal…no tienes bastante tinta en ese boli de tu chaqueta para apuntarlo– dijo
Robert.
Después de la entrevista, me pasé por el
supermercado porque tenía un hambre atroz a pesar de las tortitas que me había
preparado Marie por la mañana. Robert estaba muy crítico con los dulces que
había comprado, ya que decía que debía mantener la línea.
-Por Dios, Rob, estoy bien con lo que ya
peso, déjame disfrutar de este momento – dije mientras le daba un mordisco a
una napolitana de chocolate.
-¿En serio crees que estás bien? Sólo esa napolitana
tiene la mitad de calorías que deberías comer en el día.
-¿Cómo que si creo que estoy bien?
No-estoy-gorda. – le dije pausamente.
-Creo que deberíamos dejar este tema, puede
llegar a ser dañino – dijo Kevin.
-¿Por qué no le dices a Kevin que no se
coma ese bocadillo de bacon?
-Porque él está bien y, además, no tiene
que salir por televisión y ni acaba de ser descubierto como una estrella – dijo
Robert.
-Bueno, pues como te pago yo vas a dejar de
decirme hoy lo que tengo que comer, ya mañana podrás continuar, ¿está claro? –
dije enfadada.
-Está bien… - terminó Robert.
De camino a casa miré el teléfono y pude
ver el mensaje que Charlotte me había mandado. Si ya estaba preocupada, ahora
mucho más. Decía que ella no estaba bien, que se había puesto violento como yo
había pensado que pasaría. ¿Qué demonios le habría hecho? De pronto deseé que
no se hubiera enterado del aborto, porque eso sí que le pondría furioso.
Al llegar a casa fui a por Aubree para
jugar y estar con ella. Fue entonces cuando dijo su primera palabra “mamá”,
aquello me emoció tanto que me puse a llorar de alegría. Parecía que fue ayer
mismo cuando la tuve en brazos por primera vez, y ahora ya estaba aprendiendo a
hablar. Después de haberme dicho eso, intenté hacerle decir “papá” y, asombrosamente
también pronunció esa palabra, Michael se alegraría muchísimo cuando lo viera.
Fui a enseñarle a Marie la noticia de que
Aubree ya hablaba y hasta ella también se puso muy alegre, estaba claro que
había cogido mucho cariño a la niña.
-Marie, ¿sabes cuándo llegará Mike a casa?
Estoy deseando que vea cómo habla su hija – dije muy contenta.
-Sí, va a llegar pronto. Walter me acaba de
llamar y me ha comunicado que le diga de parte del señor Stanford que se vaya
usted preparando para salir a cenar y a pasar una buena noche.
-¿Qué me prepare para salir? ¿Ha dicho por
qué?
-No señora, no me ha dicho nada más. Lo
único que cuidase de Aubree toda la noche – sonrió Marie.
-Oh, pues…iré a prepararme entonces. ¿No te
importa quedarte con Aubree? Lo digo por si estás cansada o cualquier cosa.
-No señorita Stevens, estoy perfectamente,
me encanta quedarme a cuidar de Aubree.
-Gracias Marie, muchas gracias por todo –
le dije mientras le daba un abrazo. Estaba claro que no se lo esperaba puesto
que ella siempre mantenía las distancias, era una profesional excepcional. Pero
como yo no era la típica que solía tener ayudantes para todo pues yo la trataba
con más acercamiento.
Dejé a Aubree con Marie y me dispuse a
darme una ducha rápida, alisarme el pelo, maquillarme y ponerme un vestido de
noche de Yves Saint Laurent color magenta. Tenía manga corta y era largo hasta
los pies, incluso arrastraba un poco por el suelo. Era de tela normal aunque un
poco vaporosa, pero tenía después un corpiño con piedras variadas.
Me puse unos pendientes de diamantes
pequeños que se parecían a la pedrería del vestido y unos zapatos de Jimmy
Choo. Parecía mentira que yo misma me hubiera vestido tan elegante, sofisticada
y, lo mejor de todo, sin nada que no combinase, como solía decirme Charlotte.
Unos minutos después apareció Walt en casa
y me llevó con él hasta la limusina, donde estaba Michael esperándome.
-¿A qué se debe todo esto? – pregunté con
curiosidad.
-Estoy feliz, ¿es que no puedo llevar por
ahí a mi chica a cenar?
-Sí, claro que puedes…pero no hacemos esto
desde hace mucho tiempo, sobre todo desde que nació Aubree.
-Bueno, eso es cierto, pero una vez ella ya
estaba en nuestras vidas era una prioridad, por eso en vez de salir nos
quedamos en casa con ella – explicó Mike.
-Lo sé, y dios sabe que soy feliz con lo
que tengo, pero también me gustaba cuando salíamos nosotros por ahí.
-A mí también, asíque vamos a disfrutar de
la noche princesa – dijo dándome un beso en la boca.
Walt paró la limusina poco después, y nos
detuvimos frente al restaurante Bouley, el cual no parecía tener mucha luz, de
hecho parecía que estuviera cerrado. Pero aún así, Michael me cogió de la mano
y nos adentramos en él. El equipo al completo estaba en fila frente a nosotros
cuando estramos. Michael le dio la mano a quien parecía ser el jefe del
restaurante, me presentaron, charlaron un momento y nos dirigió hasta una mesa
situada en una posición donde estuviéramos fuera de miradas indiscretas. Me
percaté de que no había ningún cliente más en aquel restaurante, ¿qué demonio
pasaba?
Una vez sentados, Michael pidió el vino más
caro que había y se puso a ojear la carta.
-¿Qué demonios está pasando, Mike? ¿Qué es
todo esto? – pregunté un poco enfadada.
-Tranquila, sólo quería que estuviéramos
solos, sin gente alrededor, asíque alquilé el restaurante para esta noche.
-¿Qué? ¿Has alquilado esto? Dios mío…
-No te preocupes, el dinero no es problema,
ya lo sabes. Por cierto, no sé tú, pero normalmente como cosas como las que
vienen en esta carta, asíque pediré una buena hamburguesa con bacon y extra de
queso, ¿a ti qué te apetece? – me preguntó con una sonrisa de las suyas que me
dejaban sin aliento.
-¿Podemos pedir hamburguesa? Creía que este
restaurante sería de lujo.
-Y lo es, pero hoy es completamente nuestro
asíque podrás pedir lo que te apetezca.
-Cielo santo…pues pediré lo mismo que tú,
una de esas hamburguesas, con patatas fritas y salsa.
-Excelente, lo comunicaré al camarero.
Después de pedir la comida, descorchamos el
vino y nos echamos una copa. Aquello era bastante relajante y parecía que no
habían pasado tantos años desde que nos empezamos a conocer y salíamos por ahí
los dos en Los Ángeles.
Al terminar la hamburguesa, la cual había
resultado una delicia, comimos un trozo de tarta de queso, que igualmente parecía
un trocito de cielo para nuestro paladar.
-Quiero brindar por nosotros con el mejor
champán que existe – dijo Mike descorchando la botella.
-Nos hemos bebido casi dos botellas de vino
¿ahora quieres que beba champán? Señor Stanford va a tener que llevarme usted a
cuestas a casa – dije sonriendo.
-La verdad es que no me importaría llevarla
en brazos y tocar su hermoso trasero.
-Y a mí no me importa que me lo toques –
comenté guiñando un ojo.
-Quiero brindar por nosotros, por tener más
momentos como este.
-Vaya, sí, me gusta, brindemos por eso.
-Sí, y también…Laura, también quería
aprovechar este momento para decirte que eres lo mejor de mi vida, que sin ti
no sería nada, sin ti no sabría lo que es querer tanto a alguien, tampoco
sabría lo que es amar a una hija porque gracias a ti la tenemos, gracias a que
tú me la has dado. Tú y siempre tú me has dado todo lo que siempre podría haber
deseado y por eso quería decirte…Laura Stevens – continuó Mike mientras habría
una cajita azul aterciopelada revelando un hermoso anillo de diamantes - ¿me
harías el gran honor de casarte conmigo? – conluyó Mike.