jueves, 9 de abril de 2015

Capítulo 32



Todos nos quedamos estupefactos ante tal situación. Resultaba tan increíble que Paul hubiera aparecido así, a lo mafioso para llevarse a Charlotte, que cuando reaccionamos nos sentimos bastante mal por no haber puesto algo de imposición. Tras aquello no había ganas de seguir con la fiesta, asíque Michael llamó a Walt para que trajera la limusina y llevar a cada uno a su casa.
Con el pijama ya puesto, me metí en la cama y no hacía más que pensar en Charlotte. ¿Paul sería brusco con ella? ¿Le pegaría? ¿La tendría alejada de nosotros y no la veríamos? No creía que fuera legal impedir a alguien la libertad de ir a donde quisiera, y menos aquí en Estados Unidos. Pero tratándose de Paul me esperaba lo peor, tenía que darme prisa en encontrar prebas contra él y que desapareciera de nuestras vidas.

-Cariño, sé que estás pensando en Charlotte, pero ahora mismo no puedes hacer nada, sólo descansar, ¿vale? – me dijo Mike.
-Lo sé, pero ¿y si la está maltratando? ¿Y si no la vemos más?
-Paul no puede impedir que su mujer salga de casa, ¿sabes por qué? Sería malo para si candidatura, la gente pensaría qué está ocurriendo en su vida amorosa. Charlotte saldrá tarde o temprano de donde esté y deberá acudir a actos públicos, como cualquier esposa de candidato.
-¿Y si te equivocas? ¿Y si se inventa una enfermedad y la envía a otro país? – pregunté asustada.
-Laura, no permitiremos que eso ocurra.

Sabía que las palabras de Michael eran sinceras y con total convicción, pero no asentí aceptando lo que decía hasta que me acordé del teléfono que le di a Charlotte para que lo guardase a escondidas de Paul. Ese iba a ser mi medio de contacto con ella.
A la mañana siguiente no me acordaba que era inmensamente rica hasta que vi el cheque de 250 millones de dólares sobre la cómoda de la habitación. Tenía que ir inmediatamente al  banco para ingresarlo y después, llamar a Charlotte o mandarle algún mensaje para saber qué tal estaba.
Marie estaba preparando más tortitas con frambuesas cuando llegué a la cocina ya preparada, estaban Michael, Eric, Allison y Kyle desayunando en aquel momento. Aubree estaba sobre los brazos de Michael, quien le daba de comer leche con galletas. No pude reprimir una risa al ver la camisa de Tommy Hilfiger de Michael llena de leche y trozos de galleta que, seguramente, Aubree le habría ensuciado.

-¿Tortitas, señorita Stevens? – me preguntó Marie sonriente.
-Eh…no pensaba desayunar más que un café…
-Cariño, debes desayunar bien. No comer hará que te sientas después mal, hazme caso – dijo Mike untando galletas con leche para Aubree.
-Está bien. Dame dos tortitas y café bien cargado, Marie, muchas gracias – dije amablemente.

Toda la comida que hacía Marie era exquisita. Algún día tenía que pedirle que me enseñara a cocinar tan bien como ella, ya que no pensaba tener criados para siempre aunque tuviera mucho dinero. Allison se fue a trabajar, y se llevó su cuaderno de bocetos de moda, para cuando tuviera inspiración. Kyle se llevó a Eric consigo, para que no estuviera tan de capa caída y no pensara todo el rato en Charlotte. Mike dejó a Aubree con Marie, me dio un beso y se marchó a Stanford Tech, pero antes dijo que se pasaría por Stanford News, ya que había planeado empezar fuerte con la promoción de su periódico y hacerle sombra a The Eagle, además de otros.
Mientras iba para el banco, recibí una llamada de Bruce con una noticia importante, aunque parecía no tener nada que ver con el tema de Paul. Iría a su oficina después de ir a guardar mi cheque y de intentar comunicarme con Charlotte.
La cajera del banco se quedó con la boca abierta cuando vió el cheque con tanto dinero. Tuvo que llamar al director para comunicarle que iba a realizar una extraordinaria operación y que requería de su autorización, la cual aceptó. Poco después, ya en la calle, llamé a casa de Paul primeramente, para ver si podía conseguir información de manera normal. Pero su mayordomo decía una y otra vez que Charlotte no se encontraba en la casa. Así pues, mandé un mensaje al teléfono que le dí, a ver si me respondía.
Ya en la oficina de Bruce, nos sentamos a hablar tranquilamente de lo averiguado por sus investigadores.

-¿Qué tiene que ver que Benjamin Burke haya salido en libertad con el tema de Paul? – pregunté desconcertada.
-Vamos a ver. Metieron a Burke en la cárcel por abuso sexual, pero creo que hay mucho más detrás de eso – comentó Bruce.
-Sabía lo del abuso sexual, ¿pero qué crees tú que hay detrás?
-Después de todo el alboroto que produjo el caso, la chica admitió que no hubo abuso, que en realidad ella sí quería mantener relaciones con él. – dijo Bruce.
-¿En serio? Caray, todo esto por un malentendido…
-Laura, qué ingenua eres. ¡Es falso! He visto el archivo con los documentos, expedientes y pruebas del caso y esa chica acabó con dos costillas y el labio roto y múltiples magulladuras. Además, el informe del médico que la examinó decía que había tenido relaciones la noche que ocurrió todo, y que se decantaba porque había sido forzada a ello.
-¿Qué? Pero… ¿Por qué iba esa chica a mentir después de todo lo que le hizo? – pregunté in dignada.
-Bajo mi punto de vista, ya sabes, es mi opinión, pero creo que esa chica fue coaccionada, seguramente la amenazarían de muerte, la chantajearían…no lo sé, pero algo turbio hay.
-¿Y el juez no puede hacer nada?
-Bueno, el juez es Robertson, ya le conoces – dijo Bruce.
-¿Qué le conozco? No tengo ni idea… - dije mientras Bruce me enseñaba unas fotos que me eran familiares. En ellas salía Michael junto con Paul, y otro hombre que deduje era Robertson.
-Son las fotos que te enseñé hace un tiempo sobre las reuniones de Paul con Mike, jueces, y demás personas influyentes.
-Dios mío, ¿crees que el juez Robertson dejó en libertad a Burke porque están en el mismo barco que Paul? – dije preocupada.
-Sí, eso es exactamente lo que pienso.

Mientras, en la casa de Paul, Charlotte estaba en la ducha, sentada en el suelo mientras le caía el agua sobre su cuerpo lleno de magulladuras que su marino le había provado la pasada noche. El agua de la ducha se mezclaba con sus lágrimas que irían a parar al desagüe. No dejaba de rememorar una y otra vez el momento en que se quedó a solas con Paul en su habitación. Él la miró durante unos minutos con una expresión de disgusto y a la vez ira, casi sin parpadear. Charlotte intentó sostenerle la mirada, pero estaba aterrada y sus ojos muchas veces miraban al suelo. De pronto, Paul se acercó lentamente hacia ella, mirándola fijamente y le acarició la mejilla.

-¿Por qué teniéndolo todo haces lo que has hecho esta noche? ¿No sabes que tienes un marido? – preguntó Paul.
-Sí, sé que eres mi marido.
-¿Te gusta ese tipo?
-No.
-¡Dime la verdad! – le gritó Paul mientras le agarraba del cuello a Charlotte.
-¡No, no me gusta! ¡Me haces daño!
-Después de lo bien que te lo has pasado es justo que venga un momento de malo, ¿no crees?
-Por favor… - suplicó Charlotte.
-¡A mí nadie me engaña! ¿Te enteras? ¡Eres mi mujer, y a partir de ahora harás lo que yo diga!

Paul cogió la ropa que llevaba Charlotte y la estalló con sus propias manos, quedándola en ropa interior. Después le quitó lo demás, la tió encima de la cama, él se quitó los pantalones y se puso encima de ella agarrándola por los brazos para que no se fuera.

-¡Suéltame!  ¡Por favor! ¡Tú no quieres hacer esto así! – gritó Charlotte.
-Oh si, sí que quiero y voy a hacerlo. A partir de ahora, como te he dicho, harás lo que yo diga…

Entonces Paul comenzó a besarla por el cuello mientras Charlotte forcejeaba para librarse de él, pero eso sólo la llevó a que su marido le diera dos bofetadas en la cara con tal fuerza que la dejaron grogui. A partir de ahí, Paul se metió entre sus piernas y la violación se consumó.

A pesar de haberse lavado varias veces con distintos jabones, Charlotte no conseguía quitarse la suciedad que ella creía tener en su cuerpo. Sentada ahí en la ducha viendo correr el agua, le hacía sentir que poco a poco todo el horror que pasó anoche se iría por el desagüe.
Cuando ya empezó a tener frío, se puso su albornoz y se secó el pelo sin arreglarlo. Fue a la habitación y se sentó en una butaca a seguir pensando. Pero entonces, se acordó del teléfono que su mejor amiga le había dado y fue hacia él son sumo cuidado, ya que pensaba que habría cámaras de vigilancia. Rebuscó en el armario, como si estuviera escogiendo ropa y, por fin, vio el teléfono móvil. Lo activó y pudo ver un mensaje recibido  <<”Charlotte, soy Laura, ¿cómo estás? ¿Ha pasado algo? Estoy muy preocupada, Paul dio verdadero miedo. Por favor, responde en cuanto veas esto”>>. Charlotte se sintió un poco mejor sabiendo que su mejor amiga estaba preocupada por ella, asíque se dispuso a escribir una respuesta <<”Bien no estoy, se ha puesto violento, pero creo que podré aguantar, tú sigue con el plan, yo haré lo que pueda para ver si escucho alguna conversación o veo algún documento incriminatorio. No podré salir cuando quiera, asíque si no recibes cada dos días un mensaje, algo me ha pasado. Gracias “>>. Mensaje enviado. Ahora ella se encontraba algo más tranquila sabiendo que había avisado a Laura y que Paul no se saldría con la suya si ella desaparecía. Pero lo siguiente que vio fue una silueta vestida de negro y poco a poco cerró los ojos.

En Stanford News, Michael estaba en su despacho con una nueva asistente, Peggy,  la cual de primera mano le irritaba, pero necesitaba que le trajera todos los currículums que habían llegado a la empresa para comenzar a contratar personal y poder sacar el primer periódico del Stanford News. Estuvo repasando todas las peticiones hasta que llegase a la oficina el jefe de recursos humanos, Lance Pike. Michael le dio los currículums de la gente que él creía que podían pasar un primer filtro, y a continuación, le pasó el testigo a Lance, quien realizaría unas pruebas exhaustivas a cada candidato. Poco después, Michael se fue a Stanford Tech, donde por fin habían realizado un gran descubrimiento con el proyecto robótico. Su mano derecha en esa empresa,  Connor Wilson, le informaba de todo los nuevos avances que habían conseguido.

-Como puede ver, el primer prototipo de robot está prácticamente acabado, al menos físicamente. Aún queda que le programen lo que viene a ser su mente, sus obligaciones y responsabiliadades – comentó Connor.
-Queremos un robot que parezca humano, Connor, ¿crees que programando se puede conseguir una conciencia como la tuya o la mía?
-Bueno, la parte robot la tenemos bastante controlada. La parte humana es lo más difícil. El aspecto está muy conseguido, ya lo puede apreciar, tiene pelo, piel, puede hacerse heridas…el gran problema y la gran incognita es si podrá tener conciencia y pensar por sí mismo teniendo como base las leyes de la robótica.
-Lo sé, Connor, he estudiado. Sé que crear un robot es plausible, hay muchos por ahí. Lo que quiero es algo que nadie tenga, poder crear un robot medio humano que pueda pensar pero que obedezca unas órdenes y leyes – dijo Mike.
-El área de software está en ello desde hace meses. Han implantado un chip en ratones para que, teniendo conciencia, aún así hagan caso a las leyes. Les ha funcionado. Pero obviamente los ratones son seres vivos, nosotros tenemos que crear vida de la nada.
-Exacto, más o menos esa es la idea.
-Bien, creo que durante este mes podremos programar el robot y podremos comprobar los resultados. – dijo Connor.
-Muy bien. Nos mantendremos en contacto. ¿Sabes si en biotecnología han descubierto algo?
-Puede que sí, ayer estaban muy entusiasmados.
-De acuerdo, iré a verles. Y Connor, sé que puedes pensar que quiero jugar a ser Dios, pero nada más lejos de la realidad. Sólo quiero avance tecnológico, comodidad a la gente y ayuda a los que la necesiten. – dijo Mike mientras se iba.

Michael se dirigió por varios pasillos hasta el área médica, donde había varios biotecnólogos, químicos y médicos en los laboratorios.

-Tracy, ven aquí – dijo Mike a una biotecnóloga de mediana edad con una bata azul.
-¿Sí señor? ¿Qué desea?
-Me ha dicho Connor que puede que tengáis algo nuevo.
-¡Sí, es cierto! Iba a llamarle justo esta tarde para estar seguros, pero venga conmigo aquí a la mesa para enseñárselo al microscopio.

Tracy colocó varias muestras sobre el microscopio para enseñárselas a Michael, quien se quedó asombrado con la demostración.

-Asíque prácticamente habéis eliminado células cancerígenas de estadío 4 con metástasis – dijo Mike.
-Sí, así es señor. Es totalmente insólito. Ningúna fórmula lo ha logrado antes. En química están ya preparando la fórmula para poder introducirlas en sujetos animales con cáncer por vía oral o vía intravenosa.
-Es increíble, muy buen trabajo, os lo merecéis.
-Sí, hemos trabajado día y noche, mucha gente se salvará. Al menos en los cánceres más comunes. Los más complicados, como el del páncreas, ya trabajaremos en ellos en cuanto acabemos con esto. – dijo Tracy.
-De acuerdo, tengo que marcharme, y felicitaciones a todo el equipo – dijo Mike marchándose.

Alegre era poco para cómo se sentía Michael en aquellos momentos. Había dado un gran paso en los avances de tecnología, informática y medicina. Pero lo más importante era, que su prototipo de robot estaba en marcha y pronto lo usaría para algo peligroso.

Mientras, en un  estudio del Upper West Side, me realizaban una entrevista y una sesión de fotos sobre mi libro, del cual la gente se estaba haciendo eco asombrosamente rápido. Robert y Kevin estaban allí conmigo, pero detrás de las cámaras.

-¡Fabuloso! ¡Hemos terminado! – dijo en voz alta Robert.
-Buf, empezaban a dolerme los músculos de la cara de tanto sonreír. – dije resoplando.
-Pero si tú siempre has sido risueña… - comentó Kevin.
-Sí, pero esto no es gracioso, la verdad que cansa, eh.
-Venga, venga, deja de quejarte, estás comenzando a ser famosa, tienes que prepararte para ello. Necesitas ir a un salón de belleza a que te quiten esos puntos negros de la cara, te den una buena mascarilla facial y te arreglen las uñas porque…sinceramente, con esas pintas que llevabas cuando has entrado en el estudio…casi me da un ataque – dijo Robert.
-¿Podrías ser por una vez amable?  Qué castigo contigo eh… - dije poniendo caras.
-Jajaja, Robert es así, critica todo. Pero lo que me resulta un poco desconcertante es…que a veces hablas como un homosexual, pero sin embargo te has liado con Charlotte, ¿qué puedes decirnos sobre eso? – preguntó Kevin.
-Que hable a veces como un homosexual no significa que lo sea. He estado mucho tiempo trabajando para gente famosa, tenía que prepararles siempre todo, hasta el qué ponerse. Por eso sé de moda y estilismo, y por eso parezco gay. No hay más, pero…si te digo la verdad, Laura, me encantaría poner mi cara entre tus pechos, me ponen. – soltó Robert.
-¡Robert! ¡Eres un guarro! ¡Deja de decir esas cosas! – le grité.
-Jajaja, la verdad que hay que conocerte bien para que no te odiemos, sino ya te digo que a mucha gente no le caeras bien. – comentó Kevin.
-Si tú supieras a la gente que le caigo mal…no tienes bastante tinta en ese boli de tu chaqueta para apuntarlo– dijo Robert.
Después de la entrevista, me pasé por el supermercado porque tenía un hambre atroz a pesar de las tortitas que me había preparado Marie por la mañana. Robert estaba muy crítico con los dulces que había comprado, ya que decía que debía mantener la línea.

-Por Dios, Rob, estoy bien con lo que ya peso, déjame disfrutar de este momento – dije mientras le daba un mordisco a una napolitana de chocolate.
-¿En serio crees que estás bien? Sólo esa napolitana tiene la mitad de calorías que deberías comer en el día.
-¿Cómo que si creo que estoy bien? No-estoy-gorda. – le dije pausamente.
-Creo que deberíamos dejar este tema, puede llegar a ser dañino – dijo Kevin.
-¿Por qué no le dices a Kevin que no se coma ese bocadillo de bacon?
-Porque él está bien y, además, no tiene que salir por televisión y ni acaba de ser descubierto como una estrella – dijo Robert.
-Bueno, pues como te pago yo vas a dejar de decirme hoy lo que tengo que comer, ya mañana podrás continuar, ¿está claro? – dije enfadada.
-Está bien… - terminó Robert.

De camino a casa miré el teléfono y pude ver el mensaje que Charlotte me había mandado. Si ya estaba preocupada, ahora mucho más. Decía que ella no estaba bien, que se había puesto violento como yo había pensado que pasaría. ¿Qué demonios le habría hecho? De pronto deseé que no se hubiera enterado del aborto, porque eso sí que le pondría furioso.
Al llegar a casa fui a por Aubree para jugar y estar con ella. Fue entonces cuando dijo su primera palabra “mamá”, aquello me emoció tanto que me puse a llorar de alegría. Parecía que fue ayer mismo cuando la tuve en brazos por primera vez, y ahora ya estaba aprendiendo a hablar. Después de haberme dicho eso, intenté hacerle decir “papá” y, asombrosamente también pronunció esa palabra, Michael se alegraría muchísimo cuando lo viera.
Fui a enseñarle a Marie la noticia de que Aubree ya hablaba y hasta ella también se puso muy alegre, estaba claro que había cogido mucho cariño a la niña.

-Marie, ¿sabes cuándo llegará Mike a casa? Estoy deseando que vea cómo habla su hija – dije muy contenta.
-Sí, va a llegar pronto. Walter me acaba de llamar y me ha comunicado que le diga de parte del señor Stanford que se vaya usted preparando para salir a cenar y a pasar una buena noche.
-¿Qué me prepare para salir? ¿Ha dicho por qué?
-No señora, no me ha dicho nada más. Lo único que cuidase de Aubree toda la noche – sonrió Marie.
-Oh, pues…iré a prepararme entonces. ¿No te importa quedarte con Aubree? Lo digo por si estás cansada o cualquier cosa.
-No señorita Stevens, estoy perfectamente, me encanta quedarme a cuidar de Aubree.
-Gracias Marie, muchas gracias por todo – le dije mientras le daba un abrazo. Estaba claro que no se lo esperaba puesto que ella siempre mantenía las distancias, era una profesional excepcional. Pero como yo no era la típica que solía tener ayudantes para todo pues yo la trataba con más acercamiento.
Dejé a Aubree con Marie y me dispuse a darme una ducha rápida, alisarme el pelo, maquillarme y ponerme un vestido de noche de Yves Saint Laurent color magenta. Tenía manga corta y era largo hasta los pies, incluso arrastraba un poco por el suelo. Era de tela normal aunque un poco vaporosa, pero tenía después un corpiño con piedras variadas.
Me puse unos pendientes de diamantes pequeños que se parecían a la pedrería del vestido y unos zapatos de Jimmy Choo. Parecía mentira que yo misma me hubiera vestido tan elegante, sofisticada y, lo mejor de todo, sin nada que no combinase, como solía decirme Charlotte.
Unos minutos después apareció Walt en casa y me llevó con él hasta la limusina, donde estaba Michael esperándome.
-¿A qué se debe todo esto? – pregunté con curiosidad.
-Estoy feliz, ¿es que no puedo llevar por ahí a mi chica a cenar?
-Sí, claro que puedes…pero no hacemos esto desde hace mucho tiempo, sobre todo desde que nació Aubree.
-Bueno, eso es cierto, pero una vez ella ya estaba en nuestras vidas era una prioridad, por eso en vez de salir nos quedamos en casa con ella – explicó Mike.
-Lo sé, y dios sabe que soy feliz con lo que tengo, pero también me gustaba cuando salíamos nosotros por ahí.
-A mí también, asíque vamos a disfrutar de la noche princesa – dijo dándome un beso en la boca.

Walt paró la limusina poco después, y nos detuvimos frente al restaurante Bouley, el cual no parecía tener mucha luz, de hecho parecía que estuviera cerrado. Pero aún así, Michael me cogió de la mano y nos adentramos en él. El equipo al completo estaba en fila frente a nosotros cuando estramos. Michael le dio la mano a quien parecía ser el jefe del restaurante, me presentaron, charlaron un momento y nos dirigió hasta una mesa situada en una posición donde estuviéramos fuera de miradas indiscretas. Me percaté de que no había ningún cliente más en aquel restaurante, ¿qué demonio pasaba?
Una vez sentados, Michael pidió el vino más caro que había y se puso a ojear la carta.

-¿Qué demonios está pasando, Mike? ¿Qué es todo esto? – pregunté un poco enfadada.
-Tranquila, sólo quería que estuviéramos solos, sin gente alrededor, asíque alquilé el restaurante para esta noche.
-¿Qué? ¿Has alquilado esto? Dios mío…
-No te preocupes, el dinero no es problema, ya lo sabes. Por cierto, no sé tú, pero normalmente como cosas como las que vienen en esta carta, asíque pediré una buena hamburguesa con bacon y extra de queso, ¿a ti qué te apetece? – me preguntó con una sonrisa de las suyas que me dejaban sin aliento.
-¿Podemos pedir hamburguesa? Creía que este restaurante sería de lujo.
-Y lo es, pero hoy es completamente nuestro asíque podrás pedir lo que te apetezca.
-Cielo santo…pues pediré lo mismo que tú, una de esas hamburguesas, con patatas fritas y salsa.
-Excelente, lo comunicaré al camarero.

Después de pedir la comida, descorchamos el vino y nos echamos una copa. Aquello era bastante relajante y parecía que no habían pasado tantos años desde que nos empezamos a conocer y salíamos por ahí los dos en Los Ángeles.
Al terminar la hamburguesa, la cual había resultado una delicia, comimos un trozo de tarta de queso, que igualmente parecía un trocito de cielo para nuestro paladar.

-Quiero brindar por nosotros con el mejor champán que existe – dijo Mike descorchando la botella.
-Nos hemos bebido casi dos botellas de vino ¿ahora quieres que beba champán? Señor Stanford va a tener que llevarme usted a cuestas a casa – dije sonriendo.
-La verdad es que no me importaría llevarla en brazos y tocar su hermoso trasero.
-Y a mí no me importa que me lo toques – comenté guiñando un ojo.
-Quiero brindar por nosotros, por tener más momentos como este.
-Vaya, sí, me gusta, brindemos por eso.
-Sí, y también…Laura, también quería aprovechar este momento para decirte que eres lo mejor de mi vida, que sin ti no sería nada, sin ti no sabría lo que es querer tanto a alguien, tampoco sabría lo que es amar a una hija porque gracias a ti la tenemos, gracias a que tú me la has dado. Tú y siempre tú me has dado todo lo que siempre podría haber deseado y por eso quería decirte…Laura Stevens – continuó Mike mientras habría una cajita azul aterciopelada revelando un hermoso anillo de diamantes - ¿me harías el gran honor de casarte conmigo? – conluyó Mike.