viernes, 30 de mayo de 2014

Capítulo 14



Horas después saliendo de Lovelife no podía creer que tuviera un trabajo en un periódico, trabajando y redactando noticias de verdad, ¡era increíble!
En casa Charlotte y yo abrimos una botella de vino para celebrarlo.

-Nicholas Martin dándote un trabajo, caray, qué suerte tienes. – dijo Charlotte.
-Sí, es cierto. Quién iba a decir que conocí a su hijo el fin de semana y justo me quiere a mí para un trabajo, increíble.
-Sí…y a la vez extraño…es fin, ¡por cierto! He decidido que le diré a Peter que me casaré con él.
-¡Ahhhh! ¡Es genial!
-Sí, jajaja. Quiero hacer una cena con nuestras familias, los miembros más cercanos y un amigo a dos para que nos conozcamos entre nosotros.
-Eso me parece estupendo.
-Estás invitada claro.
-¡Faltaría más! Jajaja.
-Y quiero que seas mi dama de honor, Laura. Eres mi mejor amiga y siempre has estado conmigo en todo momento, asíque te mereces serlo.
-Muchas gracias amiga.

Parecía que a las dos nos hubiera tocado la lotería aquel día. Estábamos tan contentas que nos quedamos dormidas en los sofás del salón con una sonrisa en la cara. Ella por su compromiso y yo por el nuevo empleo, nuestas vidas estaban cambiando.

Al día siguiente, me puse un vestido azul con estampado de cerezas que Charlotte tenía en el armario y nunca se ponía. Quería ir bien vestida para mi primer día de trabajo en el periódico.
The Eagle estaba justo en el edificio colindante al de Bruce Nolan, más casualidad no podía ser.
En la recepción, cuyas paredes eran de madera y el suelo de moqueta azul oscuro, pregunté para mi nuevo trabajo.
Me indicaron que subiera al piso séptimo y ahí me indicarían lo que debía hacer. Empecé a ponerme nerviosa, todos los que trabajaban allí estaban enfrascados en sus mesas trabajando y yendo de un lado a otro corriendo.
Una chica morena estaba esperándome a la salida del ascensor justo cuando llegué.

-¿Laura Stevens? – dijo ella.
-Si…soy yo.
-Soy Molly, una de las asistentes de esta planta. Ven conmigo y te llevaré a tu despacho.

Zigzagueamos entre las mesas y pasamos a un pasillo que tenía unos grandes ventanales que daban a la calle, entraba bastante luz. Nos paramos en la cuarta puerta y Molly la abrió con una llave.

-Aquí está tu despacho y aquí tu llave. Ves que no hay ningun objeto por lo que puedes decorarlo como te apetezca.
-De acuerdo.
-Ahí está el ordenador con el que trabajarás, no necesitas contraseña, aunque si quieres ponérsela puedes hacerlo. Encima de la mesa tienes un sobre grande como ves, y ahí vienen los encargos para tus primeros trabajos, ¿necesitas que te explique algo más?
-Em, pues, creo que por ahora no, gracias Molly.
-De nada, señorita Stevens.

Una vez sola vislumbré todo mi despacho, no es que fuera muy amplio, pero al menos tenía uno. Debía apuntarme para mañana traer algunas cosas de decoración. Me senté en la silla detrás de la mesa y encendí el ordenador. Abrí el sobre y vi el trabajo que tenía que hacer en unos folios. Repercusión de la crisis financiera en el sector sanitario.
Debía redactar un informe con datos actuales sobre aquel tema y dar mi opinión al final. Aquello me recordaba al trabajo que tenía en Vatimber con Michael, cosa que me hizo sentir nostalgia. Y no sólo me acordé de eso, sino de muchos momentos que pasamos juntos. Perdí media hora de trabajo pensando ensimismada en Michael, ¿aún estaba enamorada de él? No podía ser después de tanto tiempo, seguro que sólo eran recuerdos sin importancia.

Un par de horas después seguía con mi artículo, cuando de pronto vi a dos hombres en mi puerta mirándome. ¡James y Michael! ¿Qué demonios significa esto?
Los dos entraron en mi despacho sonrientes y con sendos maletines de trabajo.

-¡Laura! ¿Qué haces aquí? – dijo James entusiasmado.
-Eh…trabajo aquí, desde hoy.
-¿En serio? ¡Eso es genial! – dijo James mientras se sentaba en una de las sillas de delante de mi mesa.
-Si, la verdad que estoy encantada con esta oportunidad. Tu padre personalmente vino a contratarme. Raro, ¿verdad?
-Papá es muy meticuloso en sus negocios, seguro que fue para asegurarse que te venías a trabajar aquí.
-Sí, supongo…
-Bueno, éste es Michael como ya sabrás.
-Sí lo sé…
-Pues es accionista de la mitad de esta empresa junto a mi padre. – comentó James.
-Así es. La adquirí hace unos tres años y necesitaba a alguien que tuviera más conocimiento que yo en este tema, asíque le propuse llevarlo entre ambos, y ha funcionado bastante bien. – dijo Michael.
-Vaya, el mundo es un pañuelo. – dije resoplando.
-Bien, ¡me alegro que estés aquí! Nos veremos constantemente porque vengo a ayudar a mi padre con algunos papeleos. A Michael también le verás por aquí. Nos tenemos que ir a una junta, ya nos vemos. – dijo James mientras cruzaba la puerta para irse.

¿Cómo podía estar pasándome esto? Creía que había echado de mi vida a Michael y ahora resultaba que iba a estar más cerca aún. ¡En qué me he metido! Por otro lado era realmente sospechoso que hubiera terminado trabajando en este sitio siendo Michael uno de los propietarios, ¿quería tenerme cerca? ¿Por eso me contrató? Tenía que trabajar duro y lo más concentrada posible para poder salir de este periódico lo antes posible.

Las horas pasaron y almorcé en mi despacho un sandwich que Molly me trajo bajo mis indicaciones. Pronto podría ir a casa y contarle todo a Charlotte, a ver qué opinaba ella. A la salida del edificio me puse al borde de la acera para coger un taxi, lo cual era un poco misión imposible, ya que era hora punta de salir del trabajo y los taxis estaban repletos.

-¿Laura? – dijo jovialmente Bruce a mi lado.
-¡Bruce, hola!
-¿Qué haces aquí? Pensaba que estarías en Lovelife aún.
-Oh, pues veras, ahora trabajo en The Eagle, asíque por eso estoy aquí saliendo de trabajar.
-¿Aquí, justo aquí?
-Así es.
-¿Desde cuándo?
-Pues desde hoy. Ayer vino Nicholas Martin a contratarme personalmente.
-¿Estás bromeando?
-¡No, qué va! Te lo prometo.
-Vaya, pues enhorabuena. – dijo poco entusiasmado.
-Gracias, muchas gracias. Mira que es difícil encontrar un taxi a estas horas…
-Oh si, te ayudaré. – comentó mientras él también levantaba la mano para coger un taxi. – Por cierto, no me contestaste después de que te mandase aquella carta con la flor.
-¡Dios mio! ¡Lo siento! ¡Se me olvió completamente con todo esto! De verdad que te iba a responder pero justo mi ex jefa me llamo y ocurró todo esto.
-No pasa nada, lo entiendo.
-Pero sí, acepto tu invitación a una cita.
-¿De verdad? – dijo Bruce muy contento.
-Claro que sí.
-Pues te llamaré un día de estos, ¿te parece?
-Bien, muy bien, ¡ahí hay un taxi! ¡Gracias por pararlo! Nos vemos, ¡chao! – dije corriendo hacia el taxi vacío. Bruce desapareció entre los coches con una sonrisa.

Al llegar a casa, Charlotte estaba en el sofá comiendo una pizza que había pedido a domicilio. Dejé mi bolso y mi abrigo y me senté junto a ella cogiendo una porción de pizza de la caja.

-¿Qué tal tu primer día? – dijo Charlotte.
-Respecto al trabajo en sí que tenido que hacer, bastante bien. Pero no te vas a creer lo que ha pasado.
-¿El qué?
-Apareció James Martin y Michael Stanford en mi despacho.
-¡¿Qué?!
-Sí. Bueno James más o menos lo veo normal porque su padre es el jefe pero ¿Michael?
-¿Qué tiene que ver ese tío ahí? – dijo Charlotte con el ceño fruncido.
-Pues resulta que The Eagle es propiedad de Michael desde hace tres años. Contrató a Nicholas Martin como accionista para que le ayudara a llevar esa empresa puesto que él no tenía mucha experiencia en ese tema.
-O sea que, ¿trabajas para Michael?
-Así es. ¡No me lo puedo creer!
-El mundo es un pañuelo.
-Eso mismo dije yo. ¡Me persigue! – dije enfadada.
-No creo que te persiga pero puede que sí te haya contratado por ser tú.
-Eso pensé yo. Quizás quiera estar cerca de mí. Pero lo entiendo. Según él en la entrevista que hice dijo que estaba abriendo su propio periódico, el Stanford News, ¿cómo es que tiene éste periódico también?
-Ni idea… ¿Qué vas a hacer?
-Pues trabajar duro para poder irme cuando pueda.





                                                     ***************************




El resto de la semana estuve muy tensa vigilando si Michael aparecería por el periódico, pero no fue así y me tomé el fin de semana relajadamente pensando que quizás tampoco estaría Michael allí más tiempo del necesario.

-Laura, vamos a celebrar la cena de presentación de la familia el fin de semana que viene. Nos iremos a Rutland, Vermont, todo el fin de semana, ¿qué te parece? – comentó alegremente Charlotte.
-¿Por qué a Vermont?
-Porque la mayoría de la familia de Peter está allí y me gusta que sea un sitio tranquilo para conocernos.
-Bueno, si tienes todo pensado me parece bien. ¿Tus padres irán?
-Claro que sí, no pueden faltar. Irán mis padres y tú, por parte de mi familia.
-De acuerdo.
-Te haré la maleta, seguro que no sabes qué llevar. – dijo Charlotte sonriendo.
-La verdad que ahora mismo te lo iba a decir, jajaja.

La semana siguiente siguió tranquila en el trabajo, Michael no apareció por ningún lado y ya empezaba a sentirme segura. James si fue al periódico días alternos, hablaba conmigo un rato y después se iba a hacer su trabajo. Por lo general todo iba bien.
Bruce me llamó para concertar nuestra cita para el fin de semana, pero le dije que tenía lo del viaje a Rutland, asíque me dijo que lo pospondría para la semana siguiente sin problemas.
El viernes después del trabajo Charlotte me recogió con su coche nada más salir. Peter conducía y ella iba de copiloto.

-Nos vamos directamente para Rutland, no quiero llegar tarde. – dijo Charlotte nerviosa.
-No he podido ducharme ni cambiarme de ropa, Char. – dije enfadada.
-Lo sé, pero podrás hacerlo cuando lleguemos al hostal, no te preocupes. Hice tu maleta y te metí todo lo necesario, no pasa nada.
-Más te vale.

Durante el camino Charlotte no hacía más que preguntarle a Peter sobre su familia, sobre cómo podría caerles bien. Peter ya se reía de lo pesada que era y le dijo que la querrían de cualquier manera.
Peter era un chico aparentemente normal. No le conocía lo suficiente, pero si Charlotte estaba enamorada de él pues le daba mi visto bueno. Además era el típico chico que pegaba con ella; musculoso, guapo, alto y moreno; lo tenía todo para que ella estuviera loquita por él.

Vermont era muy natural y montañoso, comprendí por qué Charlotte quiso venir aquí. Parecía tranquilo y había naturaleza por todos lados.
Al llegar al hostal, recogimos las llaves de cuatro habitaciones y pudimos instalarnos para los próximos dos días.
Después de ducharme, arreglarme y cambiarme de ropa fui a la habitación de Charlotte y Peter, quien se estaba duchando aún.

-No está mal este sitio, es muy cuco. – dije tirándome encima de la cama.
-Lo sé, es muy acogedor. – sonrió Charlotte.
-Oye, ¿por qué cuatro habitaciones? ¿Es que tú y Peter vais a dormir en habitaciones separadas para que vuestros padres piensen que aún no habéis consumado el noviazgo? Jajaja.
-Jajaja, más quisieran mis padres, pero no. Una es para mis padres y la otra no lo sé, es para un amigo de Peter, creo que será su padrino.
-Oh vaya, ¿no sabes nada sobre él?
-Pues no, la verdad que tampoco pregunté mucho. Sólo me dijo que ya lo sabría. Quién sabe, a lo mejor te gusta y de aquí sale otra boda jajajaja.
-Muy graciosa Charlotte, muy graciosa. ¿Entonces estaremos nosotros, con el padrino, y los padres de Peter?
-Sí, y también su hermana Abby y sus tíos, Oswald y Kendall.
-Bueno, sí que será familiar la cena sí.

Peter salió de la ducha ya vestido y, mientras se peinaba, atendió una llamada telefónica. Después, se sentó en la cama para ponerse los zapatos mientras nos sonreía.

-Vais a ver ahora a mi padrino de bodas. No os imagináis quién es. Le conozco hace mucho pero hasta hace poco no había venido a Nueva York. Ahora vuelvo, que está en recepción esperándome.

Charlotte y yo seguimos conversando hasta que Peter volvió a aparecer por la puerta delante de Michael Stanford. ¡¿Qué!?

-¿De qué conoces a éste hombre? – dijo Charlotte.
-Pues nos conocimos de pequeños, nuestros padres iban al mismo campo de golf. – explicó Peter.
-¿Y porqué jugaráis al golf una temporada ya es tu padrino? Habrá gente que tengas más cercana. – dijo Charlotte mientras se cruzaba de brazos.
-Bueno, las hay, pero Mike es más especial, gracias a él hice mis primeros pinitos con las chicas.
-Digno de ver… - dijo Charlotte en voz baja.
-Bueno, pese a que tuve una mala decisión diciendo a la prensa que tú y él habíais estado juntos…perdonadme por ello pero no pensaba que fuerais a tomarlo a mal.
-No pasa nada. – comenté mirando al suelo.
-Tranquilo Pete, yo ya estoy acostumbrado a la prensa. – dijo Mike abrazando a Peter.
-¿Estás ya preparado? – dijo Peter.
-Sí, por eso he llegado más tarde, fui a ducharme y demás a casa.
-Bien, pues vayamos al restaurante, nos espera mi familia allí. – dijo Peter.
-¿Y tus padres, Char? – comenté en bajo.
-Cogerán un vuelo nocturno, llegarán aquí por la mañana, descansarán y ya por la noche será la gran cena. – dijo levantando las cejas.
-Bien, pues vayamos. – dije resoplando.


Estar sentada en la parte de atrás del coche con Michael no era mi pensamiento para un buen fin de semana en Vermont. Pero he de reconocer que estaba tremendamente guapo. Vestía un pantalón chino azul marino y un polo azul claro  que le hacía resaltar más el color de sus ojos. Estaba peinado despreocupadamente, como si el viento lo hubiera hecho, pero aún así se veía hermoso. Mientras le miraba, su cara se giró y sus ojos miraron los míos. Me sentí avergonzada de que me hubiera pillado mirándole y al par de segundos giré mi vista hacia la ventanilla esperando que olvidara aquella escena.
 

jueves, 29 de mayo de 2014

Capítulo 13



Tras bajar en el ascensor y salir del edificio, nos fuimos en taxi hasta una cafetería del Upper East Side llamada Bocado Café.

-Es una de mis favoritas, te atienden bien. – dijo James.
-No la conocía. Tampoco es que esté viviendo por aquí al lado, de hecho vivo en Harlem.
-Buen barrio también.
-Sí, pero desde luego no tan glamuroso como este.
-Ya, pero cada persona tiene su gusto. Por cierto, háblame de ti y tus gustos.
-En realidad soy una persona muy normal. He terminado una carrera y estoy trabajando en la revista Lovelife de redactora.
-¿Redactora? Vaya, debes conocer a muchos famosos trajando ahí, ¿verdad? Debe ser un poquito apasionante. – comentó James sonriente.
-Sí que conoces a famosos aunque eso no es que me entusiasme demasiado, y no por llevarte la contraria, es que ya he tenido un par de episodios con paparazzi y la verdad que no me gustan nada, por eso no me gusta meterme en ese mundillo.
-¿Por qué tuviste contacto con paparazzi?
-Porque estuve saliendo con Michael Standford hace unos años, se enteraron y quisieron averguar más sobre aquello.
-¿En serio saliste con él? Caray, es un tipo realmente asombroso, siempre he querido conocerle.
-Pues creo que andaba por aquí, normalmente vive en Los Ángeles, que es de donde yo vengo.
-Espero encontrármelo algún día, sí.

James era un tipo muy simpático y guapo. Sus ojos azules resaltaban con el cabello negro que tenía. Y siempre llevaba consigo una sonrisa que hacía que te sintieras bien.

-¿Y qué hay sobre ti, James?
-Bueno, parezco un hombre de muchas historias pero en realidad no lo soy, o eso creo. Estudié derecho y empresariales en Harvard y me mudé aquí cuando mi padre me ofreció un puesto de trabajo en el bufette.
-¿Te gusta trabajar aquí con tu padre?
-La verdad preferiría haberme buscado las habichuelas por mí mismo, pero mi padre es uno de esos hombres que les gusta controlar todo, aunque no les pertenezca.
-Debe ser agobiante, la situación digo.
-Muchas veces lo es. No sé por qué lo hace pero es así con todos, sobre todo con mi hermano y conmigo.
-¿Tienes un hermano?
-Sí, es Jonh Martin. Un año más pequeño que yo, nos parecemos físicamente en el pelo y los ojos.
-¿Más pequeño que tú? Si tú ya pareces muy joven.
-Gracias, pero tengo 24 años ya, así que mi hermano 23.
-De verdad, James, de verdad que para ti no será asombroso pero trabajar en un buffette así de bueno y teniendo esa carrera de Harvard a esa edad es un gran logro, te felicito.
-Gracias de nuevo… un momento, no me has dicho aún cómo te llamas, ¡Soy un idiota! – exclamó James.
-No importa, soy Laura Stevens.
-Lo siento, Laura, se me fue la cabeza, estaba tan a gusto hablando contigo y parecía que nos conocíamos de antes por cómo nos hablábamos que…
-Da igual, no pasa nada, más vale tarde que nunca, jajaja.
-Por dios, que mal me siento, pagaré la cuenta por esta indecencia.
-¡No pasa nada de verdad! No hace falta que pagues nada…
-Déjame hacerlo, además soy un caballero.
-Oh… Sir James Martin de Lancelot, jajaja.
-No así exactamente, pero sí, jajaja. Por cierto, sé que no es de mi incumbencia y mucho menos ahora que nos acabamos de conocer pero… ¿qué clase de realación tienes con Bruce Nolan?
-Pues…en realidad no lo sé, lo conocí de pura suerte y sólo nos hemos visto un par de veces creo. Aún no lo sé, James.
-De acuerdo, jajaja, era por saberlo.

Después de desayunar con James me fui a casa, donde Charlotte estaba sentada en la mesa con muchísimos papeles de por medio.

-¿Qué estás haciendo?
-Me han llegado unas facturas de la universidad, no sabía que aún tuviera que pagarla. – dijo con cara triste.
-¿Cuánto debes aún?
-Pues…unos 7000$...
-¿7000$? Por dios Charlotte, ¿cómo puede ser? Te solucioné tus facturas junto con las mías, llevé todo tu papeleo, ¿cómo puede ser que debas dinero? Hice todo muy bien.
-Sí, estaba pagada, pero…se me fue la cabeza, Laura, lo siento. Pedí un crédito a la universidad el primer año de 3000$, y al no pagarlo ese año me ha subido el interés…y ahora debo más del doble.
-¡Charlotte! ¿Por qué lo chiciste? No necesitabas tanto dinero.
-Lo sé, pero estaba tan decepcionada por no ser el centro de atención en la universidad que necesitaba ganarme a la gente.
-¿Lo has hecho para ser popular?
-Sí…
-Te mataría.
-Ya, pero no lo harás, ¿verdad?
-Pues no, pero debería. Me pondré contigo a estudiar a ver cómo puedes ahorrar.
-Gracias. Por cierto, ¿de dónde vienes? No has dormido aquí. ¿Qué pasó con Ethan?
-Ah eso. Pues quedé con él para cortar y quedar como amigos en un restaurante, pero se puso como un energúmeno. Me hizo hasta daño en el brazo por cogerme fuertemente.
-¡Qué me dices! Se ha vuelto loco…
-Pues sí, eso creo. Pero por suerte allí estaba justamente Bruce Nolan y pudo arreglar las cosas. Le dio una buena galleta a Ethan y salimos de allí juntos. Me invitó a su casa para cenar, vimos una peli y nos dormimos. No pongas esa cara Char, no, no nos acostamos.
-¡Qué cosas te pasan! Me hubiera gustado ver aquella hostia…
-Sí bueno. Luego me desperté y Bruce ya no estaba en su casa, se había ido a trabajar y le dijo a la sirvienta que me diera el mensaje, ¿te lo puedes creer?
-¿En serio? Un poco maleducado por su parte…
-Sí, pues resulta que vive en el mismo edificio donde trabaja. El bufette N&M.
-¿Esa cacho torre que hay en Midtown?
-Sí, más de la mitad del edifcio es suyo y allí tiene su bufette y su casa.
-Cielo santo, con qué hombres te juntas…
-Ya. Pues cuando me disponía a irme conocí en el ascensor al hijo de uno de los accionistas del bufette, James Martin.
-¿Y cómo es?
-La verdad que me pareció muy guapo, simpático, interesante…fue muy bien la verdad, desayunamos juntos.
-¿Cómo puedes conocer a esos hombres? Qué facilidad, y además todos ricos y guapos, ¿cómo lo haces?
-Pues no lo sé…conocí a uno y ya de ahí se han ido enlazando, no es que lo planee, simplamente estoy en el lugar indicado.
-Qué suerte.
-Peter también es guapo, que lo sepas.
-Lo sé, pero a veces envidio estar soltera y conocer tipos guapos como tú, jajajaja.
-Oh vamos, Peter en un cielo, salvo cuando contó a la prensa que estuve con Michael.
-Ya, le eché una soberana bronca, lo siente mucho, no sabía que te lo tomarías tan mal.
-Da igual, dile que ya pasó.
-Laura…oye, si estuvieras con un chico y le quisieras, al igual que él a ti, ¿te casarías con él?
-Pues, bueno…se supone que todo lo que has dicho son las condiciones idóneas para casarse.
-Eso pensaba yo.
-¿Por qué?
-Peter me lo pidió anoche.
-¡¿Qué?! ¿Te vas a casar?
-No lo sé…ese es el problema, quiero y no quiero.
-¿Qué problema es ese?
-Por una parte le quiero, pero por otra, como ya te he dicho, hay veces que envidio ser soltera y conocer chicos. Tú sabes que siempre he estado con muchos chicos, y sólo pensar en que ya no podría volver a hacer eso…
-Charlotte, puede que merezcas estar asustada, pero si le quieres de verdad eso se pasará, no te importará estar con un solo chico el resto de tu vida.
-Lo sé, tengo que pensármelo.
-Vale, ahora pongámonos a las facturas.

Era increíble que Peter le hubiera pedido matrimonio a Charlotte, ¡sólo tenía 21 años! Aún así me alegraba por ella, por haber encontrado a un chico que quiera estar con ella para siempre. Ella decía que me envidiaba por conocer a chicos, pero quizás yo le tuviera envidia a ella en ese momento por su compromiso, por tener a alguien a su lado.

Tras unas horas, le hice un plan para ahorrar dinero a Charlotte, lo iba a pasar mal sin sus extravagantes costumbres, pero debía pagar aquel crédito.
El lunes fuimos de nuevo a trabajar, Charlotte a la cadena de televisión y yo a la revista. Comenzó a llover muchísimo y me mojé mientras entraba en el edificio. Era un Noviembre muy lluvioso, se notaba que llegaba el invierno.
Al llegar a mi mesa vi una carta con una rosa roja encima. ¿Qué demonios…?
Abrí la carta y decía: “Siento que hubieras despertado sola el otro día en mi casa. Me lo pasé genial contigo y no quiero que te lleves una mala impresión sobre mí. Me gustaría que nos volviéramos a ver, pero ésta vez como una cita formal, ¿qué me dices? Házmelo saber con un mensaje a mi móvil. Espero verte pronto, un beso. Bruce Nolan.”

Volví a releer aquella carta y no podía creer que Bruce me pidiera una cita, ¿yo le gustaba? No podía ser…
Bruce me parecía un tipo atractivo y guapo, pero no sabía si me gustaba de aquella manera, ¿qué debía hacer? Charlotte, pensé.
Cogí el teléfono y marqué su número inmediatamente.

-¿Laura?
-Sí, soy yo.
-¿Ocurre algo?
-No, no es nada malo. Pero necesito consejo.
-¿Ahora?
-Sí, por favor.
-De acuerdo, te escucho. – dijo Charlotte.
-Verás al llegar a mi mesa de trabajo, me he encontrado una carta de Bruce con una rosa roja. En la carta ponía que le perdonase por haberse ido a trabajar sin despedirse, que no pensase mal de él y que quería verme de nuevo, pero esta vez teniendo una cita. ¿Qué hago?
-Vaya, qué directo es ese hombre. La pregunta que debes hacerte es, ¿te gusta?
-A ver, estoy cómoda y a gusto cuando estoy con él, hablamos muchísimo, incluso me parece guapo… - expliqué.
-Bien, vamos por buen camino. ¿Te imaginas con él en la cama?
-Pues no lo he pensado.
-¿Y? Imagínatelo ahora, ¿qué piensas?
-Pienso que quizás me gustaría.
-Pues dile que sí a la cita.
-¿En serio?
-Sí, y hazlo ya. Tengo que dejarte, me espera un reportaje, luego me cuentas, adiós.

Tenía que hacer caso a Charlotte, pero Hillary me dio trabajo que hacer, así que se me olvidó completamente.
Al día siguiente en el trabajo, Hillary me mandó llamar a su despacho. En él estaba ella y un hombre de unos cincuenta años, trajeado.

-Siéntate Laura, tengo que hablar contigo. – dijo Hillary.
-¿He hecho algo mal?
-No, la verdad que ha sido al contrario. Verás, este de aquí es Nicholas Martin. Ha pedido exclusivamente tu participación en su periódico local, The Eagle.
-¿Mi participación?
-Sí, quiere que trabajes para él como redactora.
-¿En un periódico?
-Por supuesto. – dijo Nicholas.
-Eso es genial, ¿qué clase de redacción haría?
-Pues todo lo que tiene que ver con un periódico, Laura, noticias nacionales, internacionales, economía, política…
-Es increíble, es genial. – dije.
-Lo sé. Por eso, como me gusta tu trabajo aquí en Lovelife, quiero hacerte una contraoferta. Cobrarías el doble que ahora mismo y ya no tendrías que hacer entrevistas a famosos, te daría la sección de actualidad en salud y belleza, quizás sea más de tu estilo. – comentó Hillary.
-Pues…me agrada muchísimo que haya tenido ese pensamiento para mí. Pero lo que me gusta es la actualidad real del día a día en el mundo, no la vida sensacionalista y demás.
-¿Entonces nos dejarías?
-Pues, sí, me gustaría más el puesto del señor Martin.
-Bien. Al final del día podrás recoger tus cosas y mañana ya trabajarás para Martin. Ha sido un placer tenerte en nuestras filas. – dijo Hillary estrechádome la mano.
-Muchas gracias por todo.
-Bienvenida a The Eagle, Laura. – dijo Nicholas estrechádome también su mano.