Los días siguientes,
Charlotte estuvo en tensión cada minuto de cada hora porque trataba de
conseguir todos los datos del móvil de Paul para darle el cambiazo sin que se
enterase. Más de una vez estaba tan nerviosa que tiraba objetos sin querer y se
tenía que inventar excusas absurdas.
A principios de Agosto,
Charlotte se presentó en casa para pedirme que la acompañara a abortar, ya lo
tenía decidido.
-¿Estás segura? ¿No te
arrepentirás? – le pregunté preocupada.
-Sí, creo que es lo
mejor. Si tengo un bebé de ese hombre, no podré mirarle con buenos ojos después
de lo que me hizo.
-Está bien, pues vayamos
a la clínica.
Mientras llevaba a mi mejor amiga en el
coche hacia la clínica, no dejaba de mirarla cuando podía de reojo. Intentaba
mantenerse fuerte, pero yo sabía que en el fondo estaba bastante destrozada.
Ella había estado enamorada de Paul, y si él no hubiera cambiado tanto, habría
tenido al bebé a pesar de ser pronto para ella.
Pronto aparqué en una calle de Brooklyn
donde estaba la clínica. Charlotte tenía ya cita, asíque no tuvimos que esperar
demasiado. Ella me pidió que entrase para agarrarle de la mano mientras le
practicaban el aborto, a lo cual no me negué porque sabía que necesitaba apoyo.
Estuvimos un par de horas hasta que
Charlotte se recompuso un poco y pudimos volver al coche. Se la notaba bastante
triste y era normal, pero necesitaba que estuviera como siempre porque Paul no
se podía enterar aún de lo que ella había hecho.
-¿Tienes hambre? – pregunté.
-No, ahora mismo nada.
-¿Quieres que vayamos al cine a ver esa
película de comedia que tanto te apetecía?
-No, no me apetece – volvió a rechazarme.
-Pues…iba a ir a Brian Atwood y a
Louboutain a por dos pares de zapatos, ¿te apetece probarte alguno?
-Bueno, te acompañaré.
Charlotte estaba mustia, pero nunca había
rechazado el ir de compras, asíque sonreí cuando dijo que vendría conmigo, al
menos se distraería de sus pensamientos.
El personal de la tienda de Dolce &
Gabanna no daba a basto, les dije expresamente que no dejaran de sacarle ropa y
complementos a Charlotte para que no pensara en nada que no tuviera que ver con
su marca de ropa favorita. Mi tarjeta de crédito, o más bien la que compartía
con Michael, echaría bastante humo, pero cualquier cosa me parecía poco ahora
para mi mejor amiga. Se me pasaba por la cabeza que si estuviera en su lugar,
yo misma no habría sido capaz de abortar, pero evidentemente no sabía lo que
ella sentía ni lo que era vivir con Paul, asíque no le dije nada sobre lo que yo
pensaba.
Al volver a casa, Eric estaba sentado en el
sofá con Allison y Cole, quienes estaban decidiendo los preparativos de su
próxima boda. Eric se levantó de inmediato al ver a Charlotte, quien tenía mala
cara como de estar enferma.
-¿Estás bien, Charlotte? – preguntó Eric.
-No, pero ¿podrías ayudarme a ir a la
habitación de invitados y prepararme una sopa de pollo? Te lo agradecería
muchísimo. – dijo Charlotte mientras le daba la mano a Eric.
-Por supuesto, vamos, te ayudaré.
Charlotte y Eric desaparecieron por el
pasillo y yo me fui a sentar con Allison y Cole después de dejar una ingente
cantidad de bolsas de las compras en la entrada.
-¿Cómo os va con los preparativos? –
pregunté sonriente.
-Muy bien, ya hemos pedido fecha y sitio en
la iglesia, también reservado un buen salón en un hotel y nos queda pues los
menús, los invitados y las decoraciones – dijo Allison encantada.
-Sí, esto es lo más difícil para mí porque
yo no entiendo de flores y manteles – dijo Cole un poco frustrado.
-Tú déjame a mí con eso, que las chicas
sabemos hacer esas cosas – respondió Allison.
Michael llegó poco después y cenamos todos
juntos, menos Charlotte y Eric, que no habían salido de la habitación desde que
entraron. Cerca de la medianoche, cuando casi hubimos acabado la lista de
invitados, Allison y Cole se fueron a dormir a su apartamento.
Michael y yo fuimos a ver cómo estaba
Aubree después de haberla dejado todo el día con Marie porque habíamos estado
ocupados. Ella dormía plácidamente en su cuna rosa repleta de sus juguetes y
peluches favoritos, era lo más parecido a un ángel que había visto.
Ya en nuestro dormitorio, nos pusimos el
pijama y nos metimos en la cama, había sido un día bastante largo y triste para
mí por lo de Charlotte.
-Princesa, desde que he llegado no has
sonreído ni una sola vez, excepto cuando has visto a Aubree, ¿te ocurre algo? –
me preguntó Mike.
-Hoy he acompañado a Charlotte a una
clínica para que le practicasen un aborto, ha sido un poco terrible para mí y
supongo que para ela también.
-Dios mío, ¿está bien?
-Sí, sí, ha ido a descansar a uno de los
cuartos para invitados, Eric la está cuidando- dije apenada.
-No sé cómo debe estar Paul.
-Paul no sabe nada, lo ha decidido ella
sola asíque no le digas nada hasta que no se lo comente ella, ¿de acuerdo?
-¿Qué? ¿Cómo le escondéis algo así? –
preguntó Mike un poco enfadado.
-Porque Paul no es lo que parece, ella no
es feliz con él, además le ha hecho algunas cosas imperdonables.
-¿Qué cosas?
-No sé si debería contártelo, pero Paul
tiene dos caras, de eso sí que puedes estar seguro – dije con una mirada
despiadada.
-Cariño, ¿por qué no me cuentas esas cosas?
Soy tu novio y el padre de tu hija, estamos juntos y somos una pareja, tengo
que saber cómo estar y en las cosas que te metes para poder ayudarte y
apoyarte, no quiero que me dejes de lado – se explica Mike.
-Lo sé, pero no es algo mío, sino de
Charlotte y no sé si le gustaría que alguien más se enterase, ¿entiendes?
-Sí, sé que estás con Charlotte en esto,
pero por favor, aléjate lo que más puedas de Paul – me advierte Mike.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Porque….porque si ha hecho cosas
imperdonables como tú dices, no será buena persona, asíque no quiero que estés
cerca de él.
-Créeme que lo último que quiero es estar
cerca de él, pero primero tengo que ayudar a Charlotte – dije decisivamente.
-Pues ayúdala, pero con cierto límite sobre
Paul. No quiero que te hagan daño, ya lo sabes.
-No me hará ningún daño, tranquilo – dije
abrazándome a Mike.
-Bueno, ahora durmamos, que ha sido un día
largo.
Nunca había visto que Michael fuera en
contra de Paul, pero ahora había sido el momento. Aunque me resultaba extraño
que de repente dijera que no me acercase a él porque, que yo supiera, no tenía
pruebas de no fuera una persona de fiar. Entonces me vino a la cabeza las fotos
que Bruce me enseñó de la reunión entre Michael, Paul y varias personas más,
ahí sería cuando Michael se daría cuenta que Paul no era trigo limpio. A pesar
de lo que me dijera mi novio, yo tenía que seguir ayudando a Charlotte, no
podía dejarla sola con aquel hombre.
A la mañana siguiente, Eric salió a
trabajar sin decir nada a nadie, asíque me fui a la habitación con Charlotte
para hablar y hacerle compañía.
-¿Te encuentras bien? – le pregunté.
-Bueno, estoy dolorida aún, pero Eric me
dio unos calmantes, asíque respecto a eso estoy mejor.
-Pero, ¿mentalmente?
-Sé que puedes pensar que soy horrible por
no tener al bebé, pero la sola idea de saber que ha sido todo una farsa por la
presidencia del país…no quiero tener nada de Paul, no sé si me comprenderás –
se deshaogó Charlotte.
-Te comprendo. No pienso que seas horrible,
sé que tienes tus motivos. Por mucho que intente ponerme en tu lugar no soy
capaz de pensar lo que estarás pasando. Quizás yo no hubiera abortado, pero es
que es evidente que yo no estoy con tu lugar, por eso no te voy a juzgar.
-Muchas gracias, la verdad que no sé qué
haría sin ti. Mis padres están tan felices porque esté con Paul que nunca me
hubieran apoyado en el aborto.
-Lo sé, Paul les encanta, pero por ahora
que no sepan nada. Lo primero es que te repongas, vuelvas a estar fuerte y al
pie del cañón para desenmascarar a tu marido – dije convencida.
-También he de contarte algo. Verás…yo he
estado tan mal con Paul que he estado apoyándome también en Eric y…nos hemos
besado, acostado…en fin, ya me entiendes.
-¿Un amante?
-Sí, eso es. Él me ayuda mucho, me da
esperanza, ¿sabes?
-Charlotte…quizás eso te meta en más
problemas, tienes que tener cuidado de que Paul no se entere, sino será peor –
dije asuatada.
-Sé que nadie se puede enterar, pero quería
que al menos tú lo supieras, por si algún día vieras algo entre nosotros.
-De acuerdo, y la verdad, me parece bien
que intentes ser feliz después de lo que se ha convertido tu matrimonio.
-Gracias – dijo sonriendo Charlotte.
Eric era buena persona y quería a
Charlotte, de hecho que apareciese el día de su boda con Paul para intentar que
no se casara con él, decía mucho sobre sus sentimientos hacia ella. Ahora,
aunque está casada, podría tener esa relación amorosa que desde entonces había querido
tener con ella y yo me alegraba por ello.
Días después, Robert y Kevin llegaron
eufóricos a casa mientras le daba de comer a Aubree. Iban trajeados, como
siempre y reían a carcajadas, se habían hecho amigos pese a su mutua
competencia en el pasado.
-¿Qué demonios ocurre? ¿Por qué estáis tan
de risitas? – pregunté.
-Bueno, a pesar de tu lánguido
recibimiento…estoy muy exitado y queremos contagiarte de alegría – dijo Robert.
-Sí, queremos comunicarte que la editorial
está publicando ya ¡tu décima edición del libro! – gritó Kevin.
-¿Qué? ¿Décima? ¿Qué significa eso?
-Significa, preciosa, que ya has vendido
más de 16 millones y medio de copias – respondió Robert echándose una copa.
-¿Tanto? ¡Eso es increíble! – dije
entusiasmada cogiendo a Aubree y abrazándola.
-Eso no es todo – dijo Kevin – nos dijeron
los de la editorial que había peticiones para que tu libro llegase a más
lugares del mundo, asíque han tenido que traducir tu libro, por ahora, a diez
lenguas diferentes.
-¡Dios mío! ¿Cómo puede ser? ¡No me
esperaba todo esto! ¡Estoy alucinando!
-Y por último, pero no menos importante,
quería ser yo quien te diese tu primer cheque del libro – dijo Robert
tendiéndome un papel para que lo cogiera.
-Esto debe de ser una broma, no puede haber
tantos ceros en este cheque – dije con los ojos como platos.
-Pues no es ninguna broma, a veinte dólares
el libro, cinco dólares son para la editorial y quince para ti, puedes
calcularlo si quieres, esos 250 millones de dólares son tuyos – dijo Kevin.
-¡Tenemos que celebrarlo! Laura, sé que
eres preciosa, pero ponte algo más apropiado que un pijama para irte con
nosotros a celebrarlo – dijo Robert.
-Sí, tenemos que celebrar que has tenido
muchísimo éxito.
-Pero… Jamás pensé que esto fuera a ser un
libro tan vendido, un best seller, increíble – dije con la boca abierta.
-Y esto no ha acabado aún, Laura, van por
una décima edición, cada edición tiene dos millones de copias, seguirán
haciendo más porque siguen pidiendo en las librerías mucho más. Aparte, tenemos
apalabradas muchas entrevistas en la televisión, revistas y periódicos. Seguramente
esos 250 millones de dólares no sea ni la mitad de lo que ganarás de aquí en
adelante con tu libro – dijo Kevin.
-Esto es demasiado trascendental como para
asimilarlo en cinco minutos, necesito tiempo y necesito contárselo a Mike. Pero
lo que sí se es que os tengo que dar las gracias por haber trabajado tanto para
mí y haberme dado tanto éxito – dije agradecida.
-No te pongas melancólica, anda, que a mí
me gusta la alegría, además no quiero que llores sobre mi traje de Gucci – dijo
Robert riendose por haber dicho tal broma.
Después de aquella sorpresa, cogí el
teléfono para decirle a Michael todo lo que había pasado. Él se emocionó
muchísimo y dijo que iba a dejar StanfordTech hasta mañana para venir a
celebrarlo con nosotros. Robert y Kevin empezaron la fiesta ya en casa abriendo
una botella del whiskey más caro que tenía Michael en el bar. Marié preparó
unos canapés y comida ligera para que comiéramos antes de beber tanto mientras
ella cuidaría de Aubree. Mandé un mensaje a Charlotte también con la buena
noticia para que se viniera con nosotros, asíque apareció en casa mientras yo
me duchaba. Robert le lanzó varias indirectas sobre lo provocativa que iba y le
sirvió una copa.
No sabía qué ponerme para celebrar algo
así, asíque pedí consejo a Charlotte, ella siempre había sido la persona idónea
para elegir vestuario. Sacó del armario un vestido negro, corto y ajustado de
Balmain con dibujos dorados étnicos a su alrededor y, además, unos zapatos de
tacón fino de Nicholas Kirkwood con tiras doradas en círculos y horizontales
que hacía poco Michael me había comprado.
Ni siquiera me había percatado de que tenía
esos zapatos, ya que desde que vivía con Michael mi vestidor era más grande que
toda mi habitación de Los Ángeles.
Media hora después ya estaba preparada para
poder irnos a celebrarlo, pero no sin antes escuchar varios piropos de Robert,
Kevin y Michael sobre mi imagen tan sugerente.
-No sabía que tenías esa ropa en tu armario
– me dijo Mike con una sonrisa.
-Pues no eres el único, ha sido Charlotte
quien se ha metido en esa selva de ropa – dije riéndome.
-Estás bastante sexy, quizás debería echar
un vistazo de vez en cuando a tu vestidor para eliminar algunos complementos y
que no estés tan provocativa – me dijo al oído – ten cuidado que no me entren
ganas de hacerte el amor en algún lugar público.
-Primero tendrás que vigilar que nadie más
se quiera poner a la cola para hacerme el amor, jajaja – dije pícaramente.
-En ese caso estaré toda la noche pegado a
tu estela, princesa – dijo Mike pellizcándome el trasero.
En la calle nos esperaba un taxi, el cual
nos llevó a un buen restaurante donde no habíamos hecho reserva pero que, nada
más entrar Michael por la puerta, nos ofrecieron escoger un lugar.
-Bueno, creo que debemos pedir el champán
más caro que haya, ¿no? Además, paga Laura, ¡pidamos todo lo que queramos! –
rió Robert.
-Aún no me creo que tenga tanto dinero, es
inconcebible, en serio – dije tomando un sorbo de agua.
-Te acostumbrarás, y no te preocupes, te
acompañaré cada vez que vayas de compras para asesorarte, porque compras lo que
te gusta sin saber combiar, ¡un suicidio! – dijo Charlotte.
-Sabes de sobra que nunca he sentido
curiosidad por eso de la moda, me pongo lo que pillo. De hecho, aún tengo en mi
armario mis pantalones vaqueros preferidos de una tienda de barrio – dije
arqueando las cejas.
-Porque no lo he visto, sino te lo quemaría
– dijo Charlotte.
-¡Ni se te ocurra! – dije enfadada.
-Ahora te podrás comprar todos los vaqueros
que quieras, da igual que te los queme – dice Kevin.
-Son mis favoritos, que nadie se acerque a
mi armario – dije con los ojos achinados mirando fijamente a cada uno de los
presentes en forma de amenaza.
La cena fue muy divertida y llamábamos
bastante la atención entre los comensales, pero nos daba lo mismo, nos lo
estábamos pasando bien entre nosotros. Al salir del resturante fuimos al
Webster Hall y cogimos un reservado VIP para estar a gusto nosotros solos,
aunque poco después Charlotte y yo fuéramos el centro de la pista redonda donde
estaba todo el mundo.
Decenas de lunes intermitentes y
permanentes alumbraba la discoteca, unos confetis salieron al vuelo de dentro
de unos cañoles y la música no podía estar más alta. Robert y Michael se
acercaron a nosotras poco después mientras veía que Kevin se había parado a
hablar al borde de la pista con una chica morena, la cual llevaba un vestido
bastante transparente que no dejaba espacio a la imaginación. Kevin no había
sido nunca ligón, pero estaba claro que había dejado atrás esa imagen de chico
bueno porque ahora tenía varias armas escondidas para llevarse a cualquier
chica a su casa.
Michael me cogió de la cintura y bailó
conmigo, mientras que Robert y Charlotte se reían mucho pegados el uno al otro.
Robert había conseguido integrarse muy bien en la familia y ya le queríamos
como uno más, a pesar de su forma de ser tan narcisista. Hacía muy bien su
trabajo y, gracias en parte a él había conseguido que mi libro fuera un éxito y
fuera muy reconocido.
Pero, sin embargo, en la tercera canción
que bailábamos, vi a Charlotte y Robert besándose apasionadamente a nuestro
lado. ¿Qué demonios hacen?
A Charlotte parecía gustarle lo que estaba
haciendo pero, ¿se estaría acordando de que estaba con Eric a escondidas de
Paul? Me entraron ganas de separarlos, e incluso Michael se quedó sorprendido
por aquella imagen, pero ninguno de los dos les dijimos nada, no era momento
para una escena. Por otro lado, Kevin y la chica morena también estaban liados,
asíque Michael y yo nos reímos e hicimos lo mismo.
Ya bien entrada la madrugada, salimos del
club y fuimos a pedir un taxi a la calle. Charlotte y Robert estaban abrazos y
haciéndose carantoñas, pero a decir verdad, no parecía que estuvieran muy
ebrios. En cambio, Kevin era todo lo contrario; la chica con la que se había
liado le tenía que sostener para que no se cayera al suelo mientras gente
alrededor se reía de él.
Había mucha gente pidiendo un taxi, asíque
no era tarea fácil conseguir uno para volver a casa.
-Quizás podría llamar a Walt para que
viniera a recogernos con la limusina – dijo Mike sacando su teléfono móvil del
bolsillo interior de su chaqueta.
-¿Vas a molestar ahora a Walt? Debe estar
durmiendo – le dije negando con la cabeza – y, además ¿también tienes una limusina?
-Claro, pero no la suelo utilizar, es sólo
para actos importantes.
-Cada día me entero de algo nuevo sobre ti
– dije sonriendo.
Poco después, un coche negro reluciente
paró frente a nosotros en seco y casi se lleva por delante a un par de chicas
que cruzaban la calle. De aquel vehículo salieron dos hombres bien grandes y
trajeados de negro con gafas de sol, se acercaron a donde estábamos y separaron
a Charlotte de Robert bruscamente. Entonces, vimos que Paul salía de la parte
trasera del coche, también vestido con un traje y con una sonrisa de
suficiencia.
-¿Qué está ocurriendo aquí? – preguntó Mike
alertado.
-He venido a recoger a mi mujer, ¿hay algo de
malo en eso? – dijo Paul acercándose lentamente hacia nosotros.
-Pues no, pero tienes una forma muy extraña
de ir a recoger a la gente, ¿para qué tanta seguridad si es tu mujer? – preguntó
Robert.
-A ti no tengo que darte ninguna explicación
sobre cómo hago lo que hago, y mucho menos habiéndote liado con mi esposa – respondió
Paul mientras hizo un gesto a sus hombres y, uno de ellos, fue hasta Robert y le
dio un puñetazo en el estómago y la mejilla.
-¡Qué haces! – grité al mismo tiempo que Mike
iba hacia Robert para ayudarle a levantarse.
-Charlotte es mia, no puedo permitir que venga
un tipo y se líe con ella como si nada, ¿no crees? – dijo Paul sonriendo.
-Chicos, no pasa nada. Id a casa, ya nos veremos
– dijo Charlotte tras ver aquella escena.
-Pero Char… - dije rápidamente, pero Paul me
interrumpió levantando el dedo índice de su mano.
-Ya la has oído. Iros de aquí, yo me haré cargo
de ella. Pero estoy dudando si la volveréis a ver – comentó Paul mientras se subía
al coche y, acto seguido, sus hombres metían a Charlotte en el coche y ellos se
iban también en él.